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El poeto


No sé qué pensaría el titán Vallejo de ponerlo acá encima de este poema de apuro. Pero igual lo pongo, de amuleto. Estatua de César a la entrada de Santiago de Chuco. Foto del autor.

 

Poeto o poeta, la jeta grande

la tierra tiembla como en las películas italianas

cobra sentido tanta lluvia solo si hay cinema esta noche.

 

Fulgencia: alguna vez me impresionó esta palabra

hoy me arde el clarín, la pieza baja, la pichula que le dicen

mis primos de Jaquí.

 

¿Por qué me arde?

de pensar en la Clau, en su piel lisa

en sus dedos largos agarrándose al topo,

su boca. En fin.

 

Se cocinan grandes libros en estas playas

pienso yo. Mirando a la judía que creció en Brooklyn

(en un barrio de los asilados del macartismo)

se asoma de nuevo el clarín:

recuerdo a mi judía tendida en la cama, soplándome.

 

Vimos una película de Woody Allen

consignan mis diarios. Comimos italiano,

cruzando a toda velocidad la primera en el Lower East Side

 

No se puede uno concentrar con tantos libros encima

con Caronte hundiendo la ñata en cada coma

con esta sensación de hartazgo, de docilidad, de felicidad que se

sale de control.

 

Con el deseo no se puede escribir

una tesis.

Tal vez un poema inconcluso

o una canción de Tom Waits

Contrólate.

pero en esta cosa que se llama YouTube aprieto el shuffle

y solo sale Serrat cantando que nació en el Mediterráneo.

 

Yo nací en Lima y aquí me tienes

guarecido de la lluvia de Montaulk con Monsiváis a mi izquierda

y una taza de café Folgers (lo que había) a la derecha

pensando por cuarentaynueve mil novecientos vez en la voz de ella

en cómo me dijo eso de «sentirse culposa»

y en el mar

que por algún motivo siempre sopla el clarín del pasado,

pichula como dirían los de Jaquí.

y el polvo se levanta.

 

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