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El procomún

 

Las crisis económicas suelen acabar propiciando, tanto en quien las sufre como en quien es sospechoso de generarlas, una percepción más solidaria de lo comunitario. Es cierto que algunos las aprovechan para ejercer el abuso y la usura, pero afortunadamente lo normal es que las sociedades las utilizen para reaccionar contra sus malos hábitos. Se acepta entonces un mea culpa generalizado que, aunque cosmético en algunos casos, ayuda a destruir las inercias negativas y fomenta la reflexión y la autocrítica. Surge así, desde distintos sectores sociales y profesionales, un aumento del interés hacia temas como la responsabilidad social, el humanismo o los bienes comunales. A estos últimos se refiere el concepto actual de procomún, al que el Medialab-Prado de Madrid, uno de los más activos centros de producción, investigación y difusión de cultura contemporánea que conozco, dedica desde 2007 un especial interés.

 

A través de su Laboratorio del procomún, que está inspirando experiencias similares en Latinoamérica, el Medialab reúne periódicamente a representantes de todas las disciplinas con el fin de discernir y hacer visibles ese conjunto de bienes que hemos heredado o creado conjuntamente, que pertenecen a todos y a nadie al mismo tiempo y que entre todos debemos gestionar y proteger con responsabilidad para poder legarlos a las generaciones siguientes. Su premisa de partida es esta: Pertenecen al procomún los recursos naturales como el aire, el agua, los océanos, la vida salvaje y los desiertos, y también Internet, el espacio radioeléctrico, los números o los medicamentos. También incluye abundantes creaciones sociales: bibliotecas, parques, espacios públicos, además de la investigación científica, las obras de creación y el conocimiento público que hemos acumulado durante siglos. Como pueden ver, no se trata sólo de aspectos relacionados con la ecología, el medioambiente o los espacios públicos, sino también con internet, el conocimiento o la creación artística. Aquí las nuevas tecnologías juegan un papel primordial al difuminar el concepto romántico del creador individual y la obra acabada, en favor de procesos abiertos de autoría colectiva.

 

Una de las propuestas más interesantes y necesarias que se han presentado en este laboratorio es la del proyecto de YProductions Empresas del procomún, que estudia cómo aplicar criterios y estructuras empresariales a actividades tradicionalmente consideradas reñidas con el ánimo de lucro y la obtención de beneficios económicos. A bastantes colectivos implicados en la producción de procomún, idealistas y bienintencionados pero ingenuos, el concepto de empresa les produce un rechazo casi atávico, cuando hoy por hoy es la única forma de garantizar su supervivencia y por tanto su eficacia. Es preciso sustituir los grandes discursos aislados por pequeños y perseverantes procesos de transformación y cambio desde dentro. La mejor manera de combatir los posibles estragos de un capitalismo inevitable es infiltrándose en él con otros ideales, utilizando su propia estructura para hacer valer el interés común y la solidaridad frente a la explotación.

 

Desde el otro lado, el de las organizaciones con ánimo de lucro, también estamos asistiendo a una cierta reflexión sobre objetivos y prioridades. Vemos a las empresas dedicar cada vez más esfuerzos y medios al tema de la responsabilidad social corporativa, y a personajes influyentes del mundo empresarial, como Aldo Olcese, hablando y teorizando sobre un nuevo capitalismo humanista. Quizás en algunos casos estaremos ante meras campañas de lavado de imagen, pero en cualquier caso siempre es reseñable el deseo de examen de conciencia y autocrítica y el empeño por comunicar a la sociedad un mensaje más responsable y solidario, como el que estos días se intenta transmitir con un inquietante y sospechoso derroche publicitario desde la web estosololoarreglamosentretodos.org, una iniciativa de la Fundación Confianza apoyada, al parecer, por las principales empresas de España y creada, según sus fundadores, con el objetivo de promover en la sociedad española una nueva actitud que se convierta en el motor de la recuperación de la confianza desaparecida con la crisis. Se trata de actuar con esfuerzo, fomentar el talento, la creatividad y, sobre todo, recabar el espíritu solidario para movilizar a toda la sociedad.

 

El momento actual es interesantísimo. Colectivos de genética libertaria investigan la empresa como opción de futuro. Empresarios bien instalados en el capitalismo reivindican el humanismo y los ideales solidarios. Unos pretenden hacer el bien común y ganar dinero, otros ganar dinero y hacer el bien común. El orden de los factores puede ser significativo pero nunca debe ser excluyente. Ambos mundos tienden a estar separados por muros de prejuicios que es preciso derribar para poder sentarse a debatir y generar estrategias y contenidos que nos ayuden a mejorar. En eso estamos.

 

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