Una vez escribí que Vasili Grossman, el célebre autor de ‘Vida y destino’ que acompañó al Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial, era capaz de contarlo todo con muy poco. Unas pocas palabras juntas, señalaba yo, capaces de provocar el asombro en el lector. Escribía que eso tiene un nombre: intensidad. Intensidad es escribir estas líneas ante la inminente entrada de los alemanes en una pequeña ciudad:
“En el último instante entramos en la pequeña y dulce habitación de la chica que ya está sentada en el camión. Ahora no es la habitación de nadie. Damos brillo a nuestras botas con crema cosmética y su ropa interior, como para recalcarnos a nosotros mismos que la vida ha quedado arruinada”.
Si me autocito es por culpa de Julio Cortázar. Hoy se cumplen treinta años de su muerte y me he puesto a revisar las notas que tomé cuando leí ‘Clases de literatura’ (Alfaguara), un libro que recoge una serie de charlas que impartió en la Universidad de Berkeley entre octubre y noviembre de 1980. En la página 31, el escritor argentino introduce los elementos intensidad y tensión:
“Son elementos que parecen caracterizar el trabajo del buen cuentista y hacen que haya cuentos absolutamente inolvidables como los mejores de Edgar Allan Poe”.
En ‘El tonel de amontillado’, continúa Cortázar, no hay preámbulos ni rodeos: “Cada palabra, cada frase ha sido minuciosamente cuidada para que nada sobre, para que solamente quede lo esencial, y al mismo tiempo hay una intensidad de otra naturaleza: está tocando zonas profundas de nuestra psiquis, no solamente nuestra inteligencia sino también nuestro subconsciente (…), los resortes más profundos de nuestra personalidad”.
Flickr: Nney
Me he acercado al blog para compartir algunas de las lecciones sobre literatura —yo por literatura entiendo escritura; y la escritura es periodismo— de Cortázar. Para él, el cuento tiene una arquitectura interna, una especie de potencialidad, que yo hago extensible a la crónica, por mucho que Cortázar dijera que la literatura tiene otras maneras de transmitir ciertos mensajes “con muchísimas más fuerza que el artículo periodístico”.
Lección 1. Fuera adjetivos: “Escribía como se suele hacer al comienzo de una carrera literaria: sin suficiente autocrítica, diciendo en cuatro frases lo que se puede decir en una y olvidándose de la que había que decir, multiplicando una adjetivación que por desgracia llegaba en cantidades navegables desde España”.
Lección 2. Musicalidad: “Leemos con los ojos y sin embargo, cuando hay una prosa que podemos calificar de musical, el oído interno la capta de la misma manera que la memoria puede repetir melodías u obras musicales íntegras en el más profundo silencio”.
Lección 3. Intuición: “Eventualmente puedo haber escrito alguna frase en donde el sonido me gustaba, pero esa no es mi noción más honda de la presencia de la música en algo de lo que he podido hacer. Es otra cosa: el sentimiento más que la conciencia, la intuición de que la prosa literaria puede darse como pura comunicación y con un estilo perfecto pero también con cierta estructura, cierta arquitectura sintáctica, cierta articulación de las palabras, cierto ritmo en el uso de la puntuación o de las separaciones, cierta cadencia que infunde algo que el oído interno del lector va a reconocer de manera más o menos clara como elementos de carácter músical.(…) Estoy hablando de una prosa en la que se mezclan y se funden una serie de latencias, de pulsaciones que no vienen casi nunca de la razón y que hacen que un escritor organice su discurso y su sintaxis de manera tal que, además de transmitir el mensaje que la prosa le permite, transmite junto con eso una serie de atmósferas, aureolas, un contenido que nada tiene que ver con el mensaje mismo pero que lo enriquece, lo amplifica y muchas veces lo profundiza. (…) En determinados momentos de la narración no me basta lo que me dan las posibilidades sintácticas de la prosa y del idioma (…): tengo que decirlo de una cierta manera que viene ya un poco dicha no en mi pensamiento sino en mi intuición, muchas veces de una manera imperfecta e incorrecta desde el punto de vista de la sintaxis, de una manera que por ejemplo me lleva a no poner una coma donde cualquiera que conozca bien la sintaxis y la prosodia la pondría porque es necesaria. Yo no la pongo porque en ese momento estoy diciendo algo que funciona dentro de un ritmo que se comunica a la continuación de la frase y que la coma mataría. Ni se me ocurre la idea de la coma, no la pongo. (…) Tengo que dejarlo salir así porque justamente es así que estoy acercándome a lo que quería decir y es la única manera en que puedo decirlo”.
Lección 4. Ritmos profundos: “Una prosa musical, tal como yo la entiendo, es una prosa que transmite su contenido perfectamente bien pero además establece otro tipo de contacto con el lector. El lector la recibe por lo que contiene como mensaje y además por el efecto de tipo intuitivo que produce en él y que ya nada tiene que ver con el contenido: se basa en cadencias internas, en obediencias a ciertos ritmos profundos”.
Lección 5. Riesgo: “Siempre he tenido una gran desconfianza a seguir por un camino cuando se vuelve fácil. (…) Existe la tentación de continuar, es el caso de escritores, músicos o pintores que una vez que han encontrado una manera se repiten indefinidamente, a veces a lo largo de su vida”.
Lección 6. Estereotipos: “Oliveira se escucha a sí mismo monologando y de golpe se descubre a sí mismo utilizando un lenguaje que ya es un lenguaje escolástico, con los adjetivos que todo el mundo pone antes de ciertos sustantivos, como siempre se dice “la India milenaria” o “la Roma eterna”, como si no hubiera tantas otras civilizaciones que son tan milenarias como la India… (…) Ese tipo de cosas es lo que Oliveria rechaza porque tiene mucho miedo de que el lenguaje le juegue malas pasadas; que en vez de ser él quien piensa y critica, el lenguaje piense un poco por él y le imponga fórmulas estereotipadas, las fórmulas que vemos cuando abrimos el periódico todas las mañanas. (Uno puede hacer listas de fórmulas perfectamente repetidas que la gente utiliza pasándolas de mano en mano y de noticia en noticia y es siempre la misma manera de decir la cosa: en el fondo no se está diciendo porque no hay dos cosas iguales de manera que, si se utiliza una fórmula que englobe montones de cosas diferentes, se están falseando todas.)”
Lección 7. Enjaulados: “El lenguaje es una de las jaulas más terribles que nos está siempre esperando. En alguna medida podemos ser prisioneros de nuestros pensamientos por el hecho de que esos pensamientos se expresan limitados y contenidos sin ninguna libertad porque hay una sintaxis que los obliga a darse en esa forma y de alguna manera estamos heredando las mismas maneras de decirlo aunque luego cambiemos las fórmulas”.