Me enteré de que había un debate porque encendí el televisor ya tarde y en la pantalla apareció Gabriel Rufián muy modoso, con la chaqueta y como con todo muy apretado, como si la ropa le estuviera conteniendo su habitual y desagradable expansión. No sé si alguien (seguro que sí) llegó incluso a hablar de su elegancia como algunos hablaban esta mañana de la de Aitor Esteban, una elegancia de alipori después de ver entre bambalinas cómo se negaba a estrechar la mano de Iván Espinosa de los Monteros. No le gustaron las frases verídicas que el portavoz de Vox (el portavox, lo siento) le leyó del fundador del PNV, Sabino Arana, y se irritó tanto que no le salió la ensayada retranca con la que disfruta exhibiéndose en el Congreso. Le saltó descontrolado el fraile mezquino y siniestro que tan bien contiene, como Rufián anoche con la chaqueta su caja de Pandora. Aitor Esteban es un actor, como Rufián, del mismo modo que Irene Montero es una alumna aventajada de un profesor y Adriana Lastra una anomalía, como todo el sanchismo. A Inés Arrimadas, igual que a Espinosa de los Monteros y a Cayetana Álvarez de Toledo, Montero y Lastra y Rufián les ponían sonrisas sarcásticas cada vez que cualquiera de aquellos exponía sus conocimientos, pero se sonreían sin contestar, ni rebatir, ni debatir. No podían. No sabían de lo que les hablaban. Y se notaba, pero ahí estaban como si no importase. La sonrisita como nueva dialéctica frente a la de toda la vida, que parece morirse. Es como si penalizase la inteligencia, los estudios, la lectura, el saber real, absorbidos por la vulgaridad que se impone. Yo no duré mucho viendo este triste espectáculo, apenas lo justo para obtener estas tristes impresiones. Ese debate era la mediocridad rampante peleando contra la única esperanza de excelencia sobre el cuadrilátero. Apagué el televisor a los pocos minutos porque me asusté con sólo pensar que siempre existe la posibilidad de que ganen esos aterradores mediocres (autores en directo, entre otras, de frases como la que titula este texto), no por nocaut, o al menos es difícil, pero sí por democrática decisión de los jueces.
El PSOE hizo la Constitución
Tiernamente adorables
el blog de Mario de las Heras