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El quebradero de cabeza de Corea del Norte

 

¿Por qué Corea del Norte se obstina en desafiar al mundo realizando una nueva prueba nuclear y qué se puede hacer para frenarla? Un país en el que un importante porcentaje de la población pasa hambre debería dedicar sus recursos al desarrollo económico y no a potenciar su armamento nuclear.

 

El primer interrogante de los planteados tiene varias respuestas no excluyentes sino probablemente concordantes. Corea del Norte posee desde hace un año un nuevo líder, Kim Jong-un, nieto del fundador de la dinastía política que ha convertido al país en un famélico campo de concentración. El joven Kim Jong debe querer mostrar a la camarilla militar que si su padre y su abuelo eran machos y desafiantes él no les va a la zaga. Desea asimismo mostrar al mundo, y a Estados Unidos, especialmente que tiene la capacidad militar para aniquilar a Corea del Sur e incluso para golpear a Japón. Esto, piensa la cúpula norcoreana, cuyo sueño es desarrollar un misil capaz de alcanzar las costas de Estados Unidos, forzará a Washington a sentarse a negociar con ella.

 

Las negociaciones tendrían un doble objetivo: obtener garantías de que Corea del Norte, por execrable que sea su régimen, no será atacada, y de paso chantajear económicamente a Estados Unidos, Corea del Sur y Japón. Dicho de otra forma –política que le ha dado hasta ahora algunos resultados aunque sean magros–, yo me comporto en el terreno internacional sin agredir a nadie con mi arma poderosa nuclear y, en compensación, ustedes me envían ayuda económica relevante. Los sátrapas de Corea del Norte han descubierto el método Al Capone de los años treinta, en lugar de trabajar y crear riqueza me convierto en matón y me lucro asegurando tranquilidad a aquellos que he amenazado. Si de propina algún buscador de la bomba nuclear, Irán por ejemplo, se percata de que nuestro producto tiene calidad igual podemos venderle a precios astronómicos los conocimientos para hacer la bomba.

 

El plan les ha funcionado parcialmente. Varios países concernidos, fundamentalmente Corea del Sur, venían prestando ayuda alimentaria considerable al régimen del norte no sólo por razones humanitarias sino para que éste ejerciese la prudencia (los habitantes de la próspera Corea del Sur tienen una renta per cápita veinte veces superior a la de sus hermanos del norte). Sin embargo, el Gobierno comunista sigue con sus desafíos. Ha lanzado un misil que sobrevoló Japón y ahora hace su tercera prueba nuclear subterránea superior al parecer a las dos anteriores. Irrita con ello incluso a su mayor protector, a China, que ve cómo su díscolo protegido no sólo continúa actuando a su antojo sino que efectúa la prueba nuclear en una festividad importante del calendario chino. Irónico detalle.

 

Frenar a Corea no es sencillo. La ONU está resultando inoperante y cualquier intervención por la fuerza podría suscitar represalias de coste incalculable. Recordemos que Seúl está a no muchos kilómetros de la frontera con el norte. Dejar caer allí un ingenio nuclear debe ser un juego de niños incluso para los no refinados norcoreanos. Estados Unidos, Japón y Europa Occidental vienen aplicando sanciones económicas contra Pyongyang, pero la clave está en Pekín. Por temor a la inestabilidad en su vecino coreano o por creer que si el régimen norcoreano se desploma la reunificación con el sur sería factible dejando a sus puertas un poderoso aliado de los Estados Unidos, el Gobierno chino es remiso a la hora de pisar el acelerador de las sanciones.

 

Con la reciente prueba, Corea del Norte muestra al gigante chino que no le hace excesivo caso –Pekín le había pedido contención–, y que no es precisamente agradecida. Sin el petróleo chino el régimen se desplomaría. Es un examen interesante para el nuevo líder chino, Xi Jinping. ¿Querrá meter en cintura, como ya empieza a manifestarse en su opinión pública, a los norcoreanos? Medios tiene, aunque es dudoso que se anime a hacerlo.

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