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El «quejío» de la tierra

Que mejor nombre se le podía haber dado a la localidad de La Unión que nació en 1868 para unificar varias diputaciones de la costa de Cartagena, en Murcia, y desarrollar la minería de la zona.

       Ya lo habían hecho antes cartagineses y romanos, pero cuando acabaron con la plata, abandonaron las minas hasta que a mediados del siglo XIX; cuando encontraron la utilidad industrial de metales como el zinc, el plomo, el hierro o la pirita, volvieron a ser explotadas. Pero, por aquel entonces, nadie se podía imaginar que no sólo este iba a ser el fruto que daría las entrañas de esa tierra.

       El boom de la actividad minera provocó un importante proceso migratorio desde las tierras andaluzas. Marcharon hacia la Nueva California, como se conocía a esta Tierra Prometida, para realizar sus sueños. Su equipaje era ligero de enseres, pero rico en costumbres, folclore y tradiciones como el flamenco que, al fundirse con los tradicionales fandangos locales, dieron lugar a los famosos cantes mineros.

La “minera” es oración,
es dolor y es alegría;
hay que cantarla en La Unión,
abriendo una galería.

       En aquellos años, la vida de un minero no era sencilla. Trabajaban en calzones, descalzos y con la cabeza cubierta por un sombrero de paja o un pañuelo con cuatro nudos. El polvo que se respiraba, envenenaba los pulmones con la silicosis que se los llevaba a la tumba a los 35 o 40 años.

       La Primera Guerra Mundial trajo una profunda crisis a la industria minera de La Unión, pero a mediados del siglo XX, la tecnificación y la mejora de las inversiones, trajo una nueva Edad de Oro a la zona y comenzaron algunas explotaciones a cielo abierto, que mejoraron las condiciones de los trabajadores. Pero el cante seguía hablando de fatigas y peligros.

Qué desgarro mi garganta,
qué golpes de corazón
tiene el cante por taranta
cuando se canta en La Unión
y es minero quien lo canta.

       La taranta, la minera, la levantica, la cartagenera, el Taranto, la murciana… Este también es el fruto de las entrañas de esta tierra donde se fusiona el flamenco con el fandango, el sueño con el dolor.

       Un día de 1961 que andaba actuando por La Unión Juanito Valderrama, se le ocurrió sorprender al público interpretando una cartagenera, cosa que el respetable rechazó pidiendo al artista que volviese a su repertorio más comercial. El respetable, que no siempre lo es, recibió la recriminación del artista por el desconocimiento de una tradición tan propia de la zona. Un grupo de personas reflexionó ante lo que había ocurrido y pusieron en marcha el Festival de Cante de las Minas en octubre de ese mismo año del que en estos días se está celebrando la 51ª edición.

       Ayer estuve visitando la mina Agrupa Vicenta que, terminada la explotación minera en 1992, ahora es otro de los reclamos turísticos de la zona. Hemos coincidido con un equipo de Televisión Española que grababa a Ana Mochón, granadina y ganadora de uno de los premios del festival en 2009 y joven promesa del flamenco. Al oírla resonando en las galerías de la mina, no era difícil imaginar a aquellos hombres y niños que, a golpe de cante y pico, abrieron las entrañas de esta tierra murciana.

@Estivigon

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