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El recuerdo, la nada, Allende, hoy tan lejos de los sueños

Yo sé que el 11-S fue secuestrado de la historia por unos supuestos terroristas malísimos que tumbaron una torres famosísimas y mataron a un montón de gente. Por eso los diarios le dedican portadas, reportajes especiales, análisis de cómo ha cambiado el mundo y fotografías biónicas del rostro de Obama para detectar cualquier pestañeo políticamente correcto o incorrecto -qué más da, todo lo que haga o lo que no haga es noticia-. Yo sé que para el mundo Allende es el apellido de una escritora de best seller y que Chile es un sitio donde unos mineros enterrados en vida piden cigarrillos desesperadamente y a cambio reciben camisetas del barça firmadas por unos jugadores eterrados en plata.

Yo sé que el recuerdo de la ignominia solo queda en la memoria de las víctimas, que la nada que sustituyó a la esperanza dejó mejores estadísticas y mucha más hipocresía, que Salvador Allende es, para la mayoría, un señor algo rechoncho que le dio por hacer discursos bonitos y que se suicidó en un lugar lejano cuando unos militares malísimos lo bombardeaban y acosaban por cielo y tierra. Yo sé que fue el país de Obama el que mató a Allende y sé que se me acusará de demagogia. Pero hoy estamos tan lejos de los sueños que me da por recordar a los utópicos soñadores que trataron de cambiar el sistema con las reglas del sistema y pagaron con su vida y con la amnesia. Obvio que no todo el mundo ha olvidado y que el espíritu de los sueños que anidaron en esta Otramérica en los setenta debe seguir jugueteando con algunas almas, haciendo planes a futuro -porque a los espíritus les gusta planear-. Es probable incuso que allá en San Cristobal tengan claro que el 11-S es la marca de la resistencia ante el horror milico y la señal para creer en Otramérica posible; o que en Cochabamba haya unos amigos reunidos entorno a una banca del parque planeando un asalto al infierno para demolerlo sin piedad; o que en aquella casucha de Tegucigalpa el Frente de Resistencia esté soñando que alguien los soñó fuera de su paisito y que eso significa que no los han olvidado; o que en la amnesia de Haití debe haber varios sembrando bombas de oxígeno para permitir que el país vuelva a sentirse vivio, necesario, al menos, pertinente…

Pero lo cierto es que el recuerdo parece olvido y que la nada se engulló a Salvador Allende y que hoy, tan lejos de los sueños, hay que reivindicar el derecho a disentir como derecho humano (como pidió hace tiempo Saramago) y a construir alternativas al margen del deber ser y de lo que el estómago del sistema tolera. Salud, hermanos chilenos. Salud, Otramérica digna.

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