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Sociedad del espectáculoLetrasEl reto de cruzarse con Borges. En torno a ‘El Aleph’

El reto de cruzarse con Borges. En torno a ‘El Aleph’

 

Katchadjian, el médium incomprendido

 

Cuando se abre una de las nuevas versiones de colección del cuento de Jorge Luis Borges (1899-1986), El Aleph, el lector se encuentra primero con una carrilla en blanco, en el segundo folio justo en su ecuador se ve sólo el nombre de la editorial: Contemporánea, al lado reverso se localiza la biografía del escritor argentino, la tercera repite el nombre del libro y en la parte reversa aparecen los términos de los derechos reservados, más abajo el nombre de la viuda del escritor, María Kodama, viuda del literato y pensador latinoamericano (1937).

 

Jorge Luis Borges publicó por primera vez El Aleph en la revista Sur en 1945, tiempo después fue relanzado en 1949 por la editorial Emecé de Buenos Aires. Desde 1985 el manuscrito original consta en el catálogo de la Biblioteca Nacional de España, institución que lo adquirió por medio de una subasta.

 

“…vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph, en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”. (El Aleph, Jorge Luis Borges, Editorial Contemporánea Debolsillo, páginas 206-207, 2014).

 

Por otro lado, en la actualidad se puede conseguir bajo pedido un cuento de 18 hojas: El Aleph Engordado, del escritor argentino Pablo Katchadjian (1977), que ha publicado varios libros como: Gracias, Qué hacer, Mucho Trabajo, La cadena del desánimo, La libertad total, que fue adaptada como ópera y estrenada en el Teatro San Martín en 2013. El cuento sólo tuvo 200 ejemplares impresos y la mayoría de ellos fueron regalados a todos sus amigos. El libro original posee una tapa de color celeste, el título: El Aleph engordado y abajo el nombre del joven literato y en la parte inferior el nombre de la editorial del mismo escritor y otros socios, IAP (Imprenta Argentina de Poesía). En su posdata del 1 de noviembre de 2008 al final del texto dice: “El trabajo de engordamiento tuvo una sola regla: no quitar ni alterar nada del texto original, ni palabras, ni comas, ni puntos, ni el orden. Eso significa que el texto de Borges está intacto pero totalmente cruzado por el mío”.

 

“…vi luego cartas de Beatriz, aún más obscenas, dirigidas al doctor Zunni, vi bananas, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo y me sorprendí a notar que llevaba puesta una pulsera de plata que yo le había regalado, vi un levantamiento popular en el Oriente, vi la circulación de mi oscura sangre y eso me gustó, vi a Carlos Argentino alegre, hablando por teléfono, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi ‘El Aleph’ desde todos los puntos, vi en El Aleph la tierra, y en la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto conjetural, cuyo nombre usurpan algunos de los hombres, pero que ningún hombre de todos esos ha mirado con la paz que desearía: el inconcebible universo”. (El Aleph engordado, Pablo Katachdjian, página 16. Ediciones IAP).    

 

Para el narrador, editor y poeta argentino Damián Ríos (Entre Ríos, 1969), mentor y creador de la editorial Blatt & Ríos, Pablo Kacthadjian es un escritor prolijo, lector voraz  de la nueva literatura argentina y universal. Su método de trabajo es riguroso y está acompañado de la precisión sea a la hora de construir un poema o una prosa y además es un indagador de formas y estilos. “Es un tipo que trabaja muchísimo por ejemplo cuando elabora traducciones de otros autores y también en sus propias obras. Es muy sólido, minucioso, obstinado con los textos, a tal punto que cuando le publicamos novelas a él lo leemos de cuatro a cinco veces antes de ser lanzada, para que no se escape una coma, para que no exista una frase mal armada”, dijo el editor argentino.

 

“Un día Pablo y su mujer me invitaron almorzar en la casa, y ahí me enteré que había recibido de la imprenta El Aleph engordado. Estaba preocupado porque las ilustraciones no habían salido tan nítidas en la impresión final, ahí me lo regaló. Cuando lo leí me encantó la delicadeza que tuvo porque la propuesta del libro era mantener el texto de Borges intacto y además de forma paralela construye una nueva historia, es un gran trabajo de intertextualidad”.

 

El original versus el intervenido, el cuento más famoso de Borges frente a la segunda obra terciada del joven narrador de origen armenio que antes de entrometerse en el El Aleph ordenó alfabéticamente, en 2007, El Martín Fierro, de José Hernández. En ese texto no cambió ni una palabra ni una coma y tampoco ni una sílaba: 4.000 palabras frente a 5.600. En total El Aleph engordado del escritor posee 9.600.

 

 

Borges es sólo mío

 

En junio de 2011, María Kodama, viuda de Jorge Luis Borges y dueña de todos los derechos reservados del autor, después de descubrir la publicación de El Aleph engordado presentó una denuncia contra el escritor Pablo Katchadjian, según ella, por reescribir el cuento más famoso de su difunto esposo. Kodama y su abogado, Fernando Soto, consideraron que el escritor de El Aleph engordado violó los artículos 72 y 73 de la ley 11.723 de propiedad intelectual en Argentina. Ambos presentaron la constancia de la primera versión del cuento borgeano en el Registro de la Sociedad Intelectual y lo reforzaron con la publicación de la revista Sur (1945).

 

Mientras tanto, Katchadjian y su abogado, el también escritor Ricardo Strafacce, sugirió al juez a cargo, Guillermo Carvajal, que citara como expertos literarios a los escritores y expertos literarios Beatriz Sarlo, César Aira, Jorge Panesi y Leonor Acuña para que expongan lo que significa el concepto de intertextualidad.

 

Sin embargo el proceso siguió, la demanda contra Katchadjian fue sobreseída y su abogado defensor apeló la acusación de Kodama. En septiembre de 2014, Soto apeló el fallo que consideró la Instrucción y la Cámara del Crimen Argentina sobre el escritor acusado de delito de violación de la propiedad intelectual. Ambas entidades judiciales dictaminaron que su caso no pudo haber sido encuadrado en ningún tipo penal. La apelación de la dueña de los derechos de Borges y su abogado llegó a la Cámara de Casación en Tribunales de Buenos Aires, porque según los demandantes Katchadjian había falsificado el cuento de Borges.

 

Nueve meses después, el 19 de junio de 2015, el caso recayó en los jueces Gustavo Hornos, Eduardo Riggi y Juan Carlos Gemignani. Los tres revisaron el fallo y sostuvieron que Katchadjian omitió la autorización y violó la protección de los derechos de autor reconocidos en la legislación 11.723. 

 

Por el otro lado, Ricardo Strafacce, defensor del imputado indicó a los medios de comunicación que el artículo 72 de la Ley 11.723 indica que “Se considera casos especiales de defraudación: a) El que edite, venda o reproduzca por cualquier medio o instrumento, una obra inédita o publicada sin autorización de su autor o derechohabientes; b) El que falsifique obras intelectuales, entendiéndose como tal la edición de una obra ya editada, ostentando falsamente el nombre del editor autorizado al efecto; c) “El que edite, venda o reproduzca una obra suprimiendo o cambiando el nombre del autor, el título de la misma o alterando dolosamente su texto; d) El que edite o reproduzca mayor número de los ejemplares debidamente autorizados”.

 

El abogado explicó que el problema es el inciso c. El trabajo de Pablo Katchadjian agrega palabras y cambia el título, no lo hace dolosamente porque al final tiene una posdata que dice claramente que el texto es de Borges y explica su intervención.

 

El pasado 13 de agosto en la Sala V de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Nacional dictó la falta de mérito para que el escritor Pablo Katchadjian sea procesado por violación de la propiedad intelectual por el libro El Aleph engordado y queda a la espera de que un grupo de peritos determine si se adulteró o no la obra original del escritor Jorge Luis Borges.

 

 

 

Todo escritor se forma en sus lecturas y escribe a partir de ellas, como decía Borges

 

Son casi las 18:30 de una tarde cargada de nubes grises en Buenos Aires. El olor a café se apodera del lugar, todo el restaurante está revestido de madera: sillas, mesas, barra, paredes… y sus vidrios están intervenidos por el nuevo exponente de la nueva generación de fileteadores porteños en Buenos Aires, Gustavo Ferrari. El fileteado es un estilo artístico de pintura y dibujo que se caracteriza por líneas que se convierten en espirales, colores fuertes y el uso recurrente de la simetría, efectos tridimensionales mediante sombras y perspectivas, y un uso sobrecargado de la superficie. En pleno corazón del barrio de Almagro, de la capital argentina, el café  bar La Orquídea no duerme, sus puertas están abiertas de lunes a lunes las 24 horas al día. En la madrugada todavía sirve de refugio para algunos tangueros y escritores contemporáneos que se cautivan por la energía del pasado que transmite este café bonaerense.

 

Martín Kohan llega, saluda, pide un cortado y está listo para charlar sobre la intertextualidad.  

 

Kohan es uno de los más destacados ensayistas y escritores modernos de Argentina, profesor de Teoría Literaria en la Universidad de Buenos Aires y de la Patagonia. Kohan publicó libros de ensayo como Imágenes de vida, relatos de muerte: Eva Perón, cuerpo y política (1998, en colaboración), Walter Benjamín (2004) y Narrar a San Martín (2005), además también cuentos y nueve novelas donde destaca La pérdida de Laura (1993), que fue llevada al cine; Los cautivos (2000), y Ciencias morales (2007). Su último libro es el ensayo alabado por los críticos argentinos El país de la guerra (2014), un trabajo que recorre los relatos y los imaginarios sobre la guerra a lo largo de la historia argentina. El pasado mes de septiembre publicó un nuevo libro de cuentos titulado Cuerpo a tierra.  

 

¿Cuál es su diagnóstico sobre el caso de El Aleph engordado?

—Creo que Kodama no tiene razón. No meramente por la razón del intertexto, porque si un trabajo de este concepto supiese apropiarse de una obra o tomarla como propia yo no estaría de acuerdo. La condición del intertexto supone una relación de la literatura en la cual un relato siempre está puesto en relación con otros relatos. En realidad ha sido un enfoque y un criterio que tiende a superar la autarquía de cada escrito para poder pensar de qué manera dentro de la literatura los textos dialogan entre sí, se relacionan entre sí, se retoman y se modifican. Por ejemplo, toda la Teoría de la Parodia, que es decisiva en  Tynianóv (1894), en el formalismo ruso, en Mikahil Bakthtin (1895), Julia Kristeva (1941), y esto ha permitido leer a Don Quijote de la Mancha. Todo eso se basa en la presunción o concepción de que un texto siempre está trabando un diálogo explícito o implícito con otros.

 

¿Cómo un lector activo produce interxtualidad? 

—Para asumir que la lectura es una instancia activa y creadora no hay nada más que pensar en, Pierre Menard autor del Quijote, cuento de Borges, para entrar en esa sintonía. La práctica de la escritura también se ve impregnada de la lectura en lugar de percibir que es una instancia adánica de inspiración de la nada o de las musas que metafísicamente vienen a producir una idea negativa lejos de eso se viene advertir hasta qué punto. También fue muy bien plantado y desarrollado por Borges. Hasta qué punto escribir es reescribir, en el sentido que se escribe a partir de las lecturas.  

 

¿Entonces, la creación literaria es un conjunto de obras ya existentes?

—Todo escritor se forma en sus lecturas y escribe a partir de ellas, como decía Borges. La invención de producir lo nuevo a partir de lo existente, a partir de la tradición y a partir del canon. Por ejemplo, cuando Borges reescribe dos episodios de El Martín Fierro de Hernández es que asume que escribir es intervenir en un precepto y es intervenir desviando y transformando una tradición.  Hay una novela de César Aira que no es por nada, pero que está apoyando fuertemente la posición de Pablo Katachadjian: Varamo (1999. Anagrama, 2002; reimpresión en Emecé, 2015) y que es genial y que precisamente lleva al absurdo ese mito de la inspiración y del creador. Se trata de una figura que no ha leído nada ni ha escrito nada y un día se sienta a escribir y escribe una obra maestra. Luego no vuelve a escribir nunca más y cambia el canon de la literatura latinoamericana. Esa formulación hiperbólica y excesiva es justamente esa apuesta al límite de esa utopía absurda por la cual alguien carente de literatura podría ser un genio de la literatura. Los genios como Borges o Joyce leyeron y transformaron lo que leyeron.

 

Kohan termina de un sorbo su cortado, escribe una dedicatoria de su nuevo ensayo, El país de la guerra, y recoge su maletín, que parece cargada de libros. Viste un buzo de Adidas, marca de su predilección. Es hincha enfermo del Club Atlético Boca Juniors y no le gusta para nada la racha ganadora de su archirrival, el Club Atlético River Plate. Se despide, sale de La Orquídea y su figura se pierde o más bien interviene en el mundanal ruido de la avenida Corrientes, en el tanguero barrio de Almagro, y bien podría transformarse en intertextualidad.  

 

 

 

 

Andrés Lasso Ruales es cronista, nómada y aprendir insaciable con tres países a sus espaldas: Ecuador, Brasil y Argentenia. Ha colaborado con medios como Periodismo humano, InfonewsBuenos Aires Herald y Trivela. Huellas de un exterminio es su blog. Ha ganado el segundo premio en el concurso de ensayos Miradas de Iberoamérica ‘Memoria, migrantes y cultura’ con el ensayo El arma delicada para resistir el dolor, el susurro en la cultura armenia. En FronteraD ha publicado El pánico de las cobras fumadoras. ‘A Estrada 47’, soldados brasileños en la Segunda Guerra Mundial. Twitter: @AndresEsperanto

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