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Frontera DigitalEl riesgo que corre Biden

El riesgo que corre Biden


El congresista por Minnesota, Dean Phillips, dando un discurso. Fuente: Gage Skidmore, Wikimedia Commons.

 

A Joe Biden le ha surgido un rival en las primarias presidenciales de su partido: el congresista Dean Philips. Tras apenas cinco años como parlamentario, este desconocido político pretende destronar a su líder como candidato demócrata a presidente. Antes, ha intentado convencer a varios pesos pesados de su formación de que se presenten contra el octogenario líder, y tras ser rechazado, ha decidido que será él quien salte al ruedo. 

¿Puede Phillips ganar? Lo tiene complicado: Biden cuenta con la maquinaria del partido y con el respaldo del establishment tanto político como financiero. Los militantes se mantienen escépticos ante esta candidatura alternativa. Creen que apoyarla contribuiría a dividir al partido y debilitaría sus opciones de vencer en unas presidenciales de 2024 que se presentan como cruciales.

Sin embargo, Phillips cuenta con una importante ventaja que da fuerza a su candidatura: tiene razón en lo que dice. Para el congresista, Biden es un buen presidente. Ha respaldado en el Congreso más de un 90% de la legislación propuesta por el jefe del ejecutivo. Su crítica al líder de su partido no es por su gestión, sino porque tiene difícil ganar las elecciones de 2024. Y su tesis no es del todo descabellada: Biden es tan impopular como lo era Trump y el electorado estadounidense no se siente cómodo con un hombre de más de ochenta años como presidente. La semana pasada una encuesta de intención de voto publicada en el New York Times daba como ganador a Trump en cinco de los seis estados decisivos en las elecciones de 2024. De sobra para que el magnate vuelva a habitar la Casa Blanca.

Para intentar revertir este estado de opinión, la Casa Blanca lanzó una campaña promoviendo la política económica de Biden llamada “Bidenomics” (similar a la idea de “Reaganomics”, asociada al crecimiento económico durante el mandato de Reagan). No obstante, a pesar de una recuperación del PIB y de acercarse al pleno empleo, la mayoría de la población tiene una percepción negativa de la situación económica del país, en gran parte por la inflación. “Bidenomics” ha tenido el efecto contrario al esperado, asociando el nombre del presidente a una economía que cuenta con el descontento de la ciudadanía. 

Todo ello genera nervios dentro del partido demócrata. Hasta ahora confiaban en que la impopularidad de Trump, mayor que la de Biden, les brindase la victoria en 2024. Hoy no lo tienen tan claro. Ante esta situación, Phillips ofrece una alternativa: sustituyamos a Biden por alguien que puede ganar. La mencionada encuesta del New York Times mostraba que un “candidato demócrata genérico” vencía a Trump en los estados decisivos, con una diferencia de cinco puntos porcentuales.

El congresista cuenta además con fortuna, unos cincuenta millones de dólares con los que puede financiar su candidatura. Asimismo, su director de campaña es Steve Schmidt, famoso por llevar a la victoria a John McCain en las primarias republicanas de 2008, cuando este empezó el ciclo electoral estando último en las encuestas. También fue el principal impulsor de la elección de Sarah Palin como candidata a vicepresidenta. Una arriesgada decisión que resultó nefasta, y acabó con las pocas posibilidades que McCain tenía de vencer a Obama. La elección de Schmidt dice mucho de la campaña de Phillips: alguien capaz de triunfar en la más absoluta adversidad, pero dispuesto a correr riesgos que luego resultan desastrosos.

Biden, además, ha regalado una oportunidad a su adversario: no estará en la papeleta de Nuevo Hampshire. Este, junto a Iowa, es uno de los primeros estados en celebrar primarias. Quien gana ahí obtiene un impulso de cara a las votaciones que sucesivamente se celebran en el resto del país. No obstante, los militantes demócratas de estos dos estados son más progresistas que la media. Para contrarrestar su influencia, Biden intentó retrasar sus primarias, adelantando las de otras regiones con un electorado más moderado y afín. Ante este intento, Iowa y Nuevo Hampshire se rebelaron y anunciaron que celebrarían sus comicios antes que el resto de la nación, ignorando el calendario impuesto por el partido demócrata. Como respuesta, el jefe del ejecutivo decidió no registrarse como candidato en Nuevo Hampshire y por tanto su nombre no aparecerá en la papeleta electoral (En Iowa esto no se da porque tiene un sistema de votación diferente). La campaña del presidente confía en que el militante demócrata le vote a través del “write in”, una modalidad de voto que permite apoyar a un candidato que no aparece en la papeleta escribiendo su nombre al final de esta. No obstante, este sistema es menos intuitivo que poner una cruz en la casilla del aspirante al que respaldas. Phillips sí se ha registrado y aspira a que el enfado del estado con Biden por intentar retrasar sus primarias le lleve a la victoria en Nuevo Hampshire, empezando el ciclo electoral proporcionándole un duro golpe al presidente. 

Pero lo importante no es si el congresista puede ganar, sino cuánto daño le puede hacer a Biden. En el último siglo, todos los presidentes que se han enfrentado a un rival fuerte en las primarias han acabado perdiendo las elecciones generales. Le pasó a Ford con Reagan en el 76, a Carter con Kennedy en el 80 y a Bush Sr con Buchanan en el 92. Aunque en todos se impusieron a sus rivales internos, el país les negó la opción de un segundo mandato. Pero el caso más destacado es el de Lyndon Johnson, que anunció que no se presentaría a la reelección tras un mal resultado en las elecciones internas de Nuevo Hampshire. El patrón se repite: si ni siquiera eres capaz de obtener el respaldo de una parte importante de tu partido, es difícil que tengas el del país. El rechazo de un presidente por parte de los miembros de su formación es indicio de un mayor descontento entre la población. Y este descontento suele tener su traducción en las urnas.

La candidatura de Phillips, por lo tanto, fortalecerá a su partido si es capaz de obtener los suficientes apoyos como para forzar a Biden a retirarse y regenerar el partido; o si su resultado es tan insignificante que acaba reforzando al presidente. Si por el contrario obtiene un número relevante de votos, pero no los suficientes para derrocar a su líder, expondrá al público las divisiones existentes en su formación respecto a Biden, debilitando su posición de cara a las generales. La campaña del jefe del ejecutivo deberá gastar sus recursos en unas primarias que normalmente ganaría con facilidad, y que estarían mejor invertidos en convencer a los votantes de los estados clave de que merece un segundo mandato.

Biden todavía tiene posibilidades de seguir en la Casa Blanca en 2025. La campaña de Phillips no ha terminado de despegar y una vez que se oficialice la nominación de Trump como candidato republicano, el foco mediático volverá a estar en los defectos del magnate. Este tiene cada vez un comportamiento más errático y sus crecientes problemas legales hacen más plausible que pase la campaña en prisión. Pero que sea el favorito no implica que vaya a ganar. Pregúntenle a Hillary. Todo lo contrario, si algo muestra la candidatura de Phillips es que, aunque esas posibilidades de victoria existen, estas se están reduciendo de forma drástica. 

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