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El sadomaso es de lo más democrático (I)

 

Como periodista me gustaría hablarles de lo que pasó en la reunión de los Bilderberg de este de semana pasado en Sitges. No digamos ya poder ser vocera de los chascarrillos de alcoba del susodicho encuentro. Pero es que ni a mi ni a nadie de mi familia o amigos nos han invitado nunca a esta convención de poderosos, será porque no tenemos parentesco con la reina Sofía o con los Gates. Así que para qué voy a meterme en camisa de once varas y a imaginar lo que allí aconteció si no tengo pajotera idea, aunque eso sí, me resulta curioso que hayan escogido Sitges para celebrar el encuentro de este año, un destino gay por excelencia. ¿Será para demostrar una apertura de miras? ¿Por qué hay muchos gays y lesbianas en el club? ¿Se hará eco la municipalidad y utilizará el reclamo Bilderberg en sus futuros eslóganes turísticos, del tipo, Sitges: gays con poder; Sitges, el poder del rosa; Sitges, sólo para ricos y gays?

 

En fin, vayamos al tema que nos atañe en este post, el sadomaso, del que sé algo más y no porque lo practique sino porque a lo largo de mis incursiones en el tórrido y escabroso mundo del sexo, todas realizadas en pos de un objetivo periodístico y de crecimiento personal, he dado con alguna dómina y algún que otro esclavo. De hecho, el titular de este artículo no es mío sino de una francesa afincada en España que un buen día, cansada del poco futuro de su Licenciatura, decidió ganarse la vida durante unos meses como prostituta de lujo. Algo de lo más común, por otra parte.

 

En una conversación con ella sobre el BDSM (acrónimo de Bondage, Disciplina y Dominación, Sumisión y Sadismo y Masoquismo) me dijo que la relación sadomaso era la más democrática de todas porque los dos participantes están de acuerdo en todo. Y, por si no me había quedado claro, añadió: “¿Sabes? En el polvo del fin de semana no siempre están de acuerdo los dos”. Una verdad como un templo.

 

La que me descubrió este mundo fue Anat (www.dominaanat.com), una chica bien lista que se metió a dómina al ver que lo que cobraba llevando el marketing de varias firmas no le daba ni para pipas (esto, colegas de profesión, puede ser una idea para reciclarse en otros métiers llegado el momento). Anat cobra entre 150 y 250 euros por una hora de sesión y si es fin de semana, 1.000 euritos. Estas cantidades es lo que se conoce en el argot como tributo. Sepan ustedes además, que las sesiones de latigazos y demás siempre las paga el hombre, sea amo o esclavo. Anat confesaba tener varios esclavos y es que éstos, que carecen de capacidad de decisión, suelen compartir amos y dóminas.

 

A Anat, que es devota de la Virgen de Los Dolores como no podía ser de otra forma, lo que más le piden es fetichismo de pie, azotes, pinzas, inmovilismo… Otras sesiones pueden conllevar insultos aunque ella confiesa no practicarlas porque le causan hilaridad. Y es que claro, la risa quita hierro al asunto…

 

Las relaciones sadomaso están basadas en la confianza: amo y esclava o dómina y esclavo suelen firmar un contrato escrito, renovable pero sin valor jurídico, en el que se establece lo que le gusta y no al esclavo y lo que no acepta. También se llegan a acuerdos como por ejemplo, seré tu esclavo durante todo el día salvo de 9 a 17 horas, periodo en el que trabajo y no me puedes llamar. Vamos, que tampoco está el trabajo como para que te molesten en plena reunión con el jefe pidiéndote “amita, llámame cabrón y dime que me vas a quemar los pezones con un cigarrillo, que me pone”.


A pesar de que pueda parecer lo contrario, el sadomaso es de lo más seguro: existe siempre una palabra de seguridad, que los implicados conocen, para parar en caso de problemas. Y no es el clásico “para, para, por favor”, sino que suelen ser vocablos que no guardan relación con el sexo, como por ejemplo, un color, el nombre de una flor, etc.

 

En mi aprendizaje sobre el sadomaso lo que más me impactó fue saber de los esclavos domésticos y de los económicos. Eso me cambió la vida. El esclavo doméstico es el que, como su nombre indica, te hace las tareas de casa: te pasa la aspiradora, te quita el polvo (me refiero al que se acumula en las estanterías), te lava los platos, te plancha… Un chollo, vamos. Lo de menos es si lo hace desnudito o vestido sólo con un delantal (con el delantal tendría su punto, la verdad). Lo importante es que te deja la casa como los chorros del oro y además, ¡te paga por ello! ¡No me digáis, chicas, que no es una tocada de lotería!

 

Y qué decir del esclavo económico que viene a ser como el tonto del bote que consigues ligarte y te paga los gastos (en algunas provincias se le conoce también como pagafantas) pero profesionalizao. Y todos estos servicios prestados además sin necesidad de acostarte con él.

 

Queridos lectores: aprovecho esta ventana sin censura que me brinda esta magnífica revista para hacer un llamamiento. Si alguno desea postular para convertirse en mi esclavo doméstico y/o económico, puede dejarme sus números de móviles en los comentarios. Si tengo que elegir, casi prefiero el doméstico, que a mi, limpiar, me da mucha pereza y más ahora con el calor del verano que acecha.

 

Qué lujo, ¿no?: disponer de un tipo en casa que limpia sin que le tengas que pagar y poder azotarle de vez en cuando. Yo le azoto lo que él quiera: que quiere mucho, pues mucho. Poquito, pues poquito. Las botas negras de tacón de aguja ya las tengo y si tengo que comprar una fusta y un corsé, lo hago, vaya… Todo sea por poder presumir con las vecinas del parqué más limpio.

 

Continuará…

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