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Mientras tantoEl sentido de la frontera

El sentido de la frontera


 

Frontera de Tijuana con Estados Unidos, foto de Corina Arranz

 

1. En la decisión de escribir todos los sábados se agazapa de manera harto torpe la sospecha de que se tiene algo que decir.

 

2. Pero hace tiempo que creo que no tengo casi nada que decir. Y no porque ya lo haya dicho todo (lo cual sería algo sin duda bastante soberbio), sino porque esa necesidad de pronunciarse revela una conciencia de uno mismo bastante sospechosa. Por lo menos de cierta soberbia.

 

3. No sé muy bien ni qué decir ni qué hacer. Suelo recortar las fotos de refugiados atravesando Europa que publica en su primera página el International New York Times porque son de muy buena calidad, retratan de forma muy artística y considerada parte de lo que está ocurriendo, interpelan al lector con tanta elegancia como elocuencia, duelen, pueden servir muy bien al propósito de nuestra conciencia sensible, para hacernos cargo, para dedicar unos minutos a pensar en el problema, e incluso (en mi caso) para recortarlas, pegarlas en un cuaderno, escribir unas líneas, dormir mejor.

 

4. Gracias a un encuentro fortuito en la red llegó a mis manos el número 17 de la revista/libro El signo del gorrión. Me detengo en el breve y brillante ensayo que Olvido García Valdés dedica a Kafka. Leo algo que creo que tiene que ver con todo esto. Está hablando de La metamorfosis, que ha empezado a traducirse como La transformación: «el cuerpo de Gregor aparece consumido cuando lo encuentra la asistenta un día al llegar por la mañana, plano y seco, ‘ahora que ya no se levantaban las patitas’. Entonces el padre, señor Samsa, dirá: ‘Bueno, ahora podemos dar gracias a Dios’ y propondrá a su mujer y a su hija celebrar esa muerte con una excursión al campo». La desaparición de Gregor/Gregorio ha devuelto la calma a la casa de los Samsa. ¿Cuándo van a desaparecer los emigrantes de nuestras fronteras, nuestros caminos, nuestros campos, nuestros recursos, nuestras pantallas, para volver a vivir como vivíamos? Olvido García Valdés recuerda que Benjamin advierte contra las lecturas psicológicas o psicoanalíticas o teológicas de Kafka, y que «toda la obra de Kafka representa un código de gestos que no poseen a priori para el autor [se refiere a Benjamin] un claro significado simbólico».

 

5. Hoy le ha limpiado C la cara a Kafka. Decía que el cuadrito estaba tan sucio que Kafka apenas podía ver. En la operación ha tenido que descolgar el retrato, y el ramito de muérdago ha quedado disminuido. He vuelto a colgarlo, y a colocar lo que queda del muérdago entre el cuadro y la pared.

 

6. Recuerda Olvido García Valdés que a Kafka le gustaba mucho un dicho checo: «Quien tiene miedo no debe ir al bosque. Pero todos estamos ya en él. Cada uno de un modo y en un lugar distinto».

 

[Addenda: Volviendo de un breve viaje a Albacete me sumerjo de nuevo en la lectura de Tierra negra. El Holocausto como historia y advertencia, de Timothy Snyder, que acaba de publicar Galaxia Gutenberg. En la página 110 se lee algo que me ha recordado la situación de los iraquíes, afganos, sirios que huyen de un país hecho pedazos. Escribe Snyder: «En las capitales europeas, en 1938, la destrucción del Estado podía parecer algo que les ocurría a otros, puede que incluso una corrección positiva del orden establecido en la posguerra. Ni las potencias occidentales ni los polacos se interesaron por la desaparición de Austria, pero la perspectiva judía era diferente: los judíos veían el inico de un proceso generalizado de separación de los Estados europeos y empezaban a intuir que no tenían ningún lugar adonde ir. En julio de 1938 representantes de 32 países, con Estados Unidos a la cabeza, debatieron la migración judía en Évian-les-Bains, Francia. Sólo la República Dominicana accedió a hacerse cargo de algunos judíos. Mientras tanto, las diversas formas en que los judíos eran separados del Estado en Europa empezaban a interactuar y a reforzarse mutuamente. La destrucción alemana de Austria supuso la llegada de judíos a Polonia, que reaccionó intentando negarles la nacionalidad a los judíos polacos que vivían en el extranjero; Berlín respondió a esto expulsándolos a través de la frontera polaca. Desde la óptica del lugar y la época, esto supuso una catástrofe para los judíos, sobre todo para los individuos y las familias implicadas, pues muy a menudo se trataba de personas que tenían toda su vida en Alemania y cuyos vínculos con Polonia eran muy limitados»].

 

 

Foto: Corina Arranz

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