Hace unos días os contaba toda clase de desventuras que me estaban-están pasando. Desastres de todo tipo en mis proyectos de cooperación (biblioteca, granja-escuela), averías automovilísticas, enfermedades… y cómo, medio bromeando, comentaba con Amadé, mi nuevo hombre de confianza (en este caso carpintero de confianza), que puede que me hubieran hecho un wack, brujería, para hundirme. Y que me dijo, todo serio, que estaba convencido que así era y que conocía a un sorcier muy poderoso, que si quería me llevaba. Y fuimos.
Esto me regaló mi carpintero. No sé si es algo estándar o se le ocurrió a él el texto…
Aquí la atención sanitaria no es gratuita, en todos los hospitales y dispensarios públicos hay que pagar. En los privados en casi todos, aunque se da la paradoja de que puede haber clínicas privadas financiadas por la cooperación internacional que sean gratis o cuesten menos que la Sanidad Pública.
Y, por supuesto, las consultas con los brujos no están cubiertas, ni siquiera en casos tan evidentes como el mío. Por otra parte no hay convenio con España de asistencia sanitaria, porque no tenemos ni Embajada. Hasta la República Checa o Luxemburgo, gran ducado, tienen, pero nosotros no. Lo mismo los secuestrados españoles de AlQuaeda podían estar ya en casa si tuviéramos más representación, o no.
Sala de espera de la consulta. Amadé con una camiseta del Valencia CF. Tengo que regalarle la mía del Atleti
En todo caso la consulta con un sorcier no es muy cara, me dijo Amadé, mi carpintero, que podían ser unos 200 Fcfas, lo cual traducido a € viene a ser, céntimo arriba, céntimo abajo, unos 30 (céntimos, no €). No merece la pena ni ir a que te sellen el volante en la Inspección sanitaria, si estuviera cubierto.
Así que el viernes pasado, 18 de junio, con mi destartalada y humeante furgoneta nos fuimos a la aldea donde vive Salam, el viejo, el sorcier.
Llegamos a su ‘cour’ y entramos después de saludar a todo el mundo que quería curiosear al nassaara que venía a la consulta. La sala de espera es al aire libre en un tronco, bajo un árbol, y había varias personas que pasaron antes. Afortunadamente esto de la brujería es algo que va rápido y parece que fuera alguno de esos médicos de la SSocial española que tienen que diagnosticar en tiempo récord. Como aquí ni hacen falta análisis de sangre (bueno, sangre sí, pero no la mía), ni de heces (espero que de eso no me hayan metido nada), ni radiografías, ni scáners, resonancias, etc, la cosa va rapidita.
Salmán interpretando los cauris
Nos descalzamos y entramos en la case de Salam, vestido con un bubú en amarillo bastante resultón y nos sentamos en la nape. Saludos de rigor y Amadé empezó a explicarle mis problemas. Ellos hablaban, en mooré, y yo ponía cara de entendimiento e interés.
Sacó un saquito de cauris, especie de conchas que se han utilizado tradicionalmente en África como moneda o como vehículo adivinatorio. Las tiró al suelo y empezó a explicar lo que veía, pero tampoco es que Amadé me tradujera mucho, la verdad.
Resumiendo, tenía que hacer, ya de inmediato, una serie de ofrendas: 2 nueces de cola blanca, 30 cauris, 2 metros de pagne blanco y unas limosnas. Esto para empezar el tratamiento, antes de acostarme, y el viernes siguiente, o sea hoy mismo, 25 de junio, debía volver para sacrificar una oveja blanca y entonces me daría mi wack definitivo.
Y eso hicimos. Dejé pagada la oveja, 25.000 Fcfas (38 €), porque parece que en estas cosas de la brujería se admite mal el crédito. Y, digo yo, ¿quién coño va a dejar de pagar o a deber algo a un brujo? ¿Estamos tontos, o qué? Pero bueno parece que aquí en Burkina Faso, como en las tascas más rancias de España, “hoy tampoco se fía”.
1ª parte del ‘tratamiento’: entrega de cauris, cola, pagne y limosnas
Nos volvimos a Ouahigouya sin que se rompiera la furgoneta otra vez (buena señal) y compramos las ‘medicinas’. Fuimos a la cour de Amadé y se las entregamos a dos jóvenes que él llamó. Las aceptaron y recitaron alguna sura del Corán, dándome las gracias.
Esta primera parte del tratamiento no costó más de 2.000 Fcfas (3€), pero ya empecé yo como a notar alivio. Sí, ya sé, podéis pensar que lo mío es psicosomático, pero ¿la furgoneta también? ¿eh, listos?
Hoy hemos vuelto a la consulta para el tratamiento de choque.
Salam, mi brujo de cabecera, no estaba. Supongo que estaría de visita domiciliaria y han ido a avisarle.
Esperar, en Burkina Faso, forma parte de la vida y acabas acostumbrándote. Tienes que contar con que supondrá una media de 2-3 horas al día y el doble si tienes una avería en el coche o gestiones en la Administración. Excuso deciros las horas que me supone cada artículo, con sus fotos, que cuelgo en esta página (no me refiero a escribirlo, que eso es lo de menos). Pero, al final, te acostumbras (lo de Internet, no). Es cuestión de medir el tiempo con los relojes de aquí: casi nadie lleva, ¿para qué?
Ha llegado con su bici y con el mismo bubú del otro día (lo mismo cada día de la semana tiene su bubú dedicado, pero creo que no), y ha empezado la ceremonia.
Recitando las suras del Corán, mientras Salmán espera con el cuchillo mirando los corderos
Mientras él se paseaba por la cour con el cuchillo sacrificial decidiendo y escogiendo la víctima propiciatoria, cuatro hombres jóvenes han extendido una nape delante de nosotros, se han descalzado y uno de ellos ha empezado a saludarnos, primero en francés y luego en mooré. Ha empezado a recitar-cantar suras del Corán. No sé qué suras serían, si Al Fatiha u otras, pero Amadé tampoco ha sabido explicarme. El Corán, como sabéis, sólo se puede recitar en árabe y la mayoría de los musulmanes africanos lo desconocen. Como mucho pueden saberse algunas suras de memoria, pero eso es todo para la mayoría.
Ellos me han dado las gracias y yo también a ellos por ayudarme. Me han asegurado que iba a ser muy feliz, tener larga vida, mejorar mi salud y que mis proyectos saldrían adelante, ¿qué más se puede pedir? Y éstos no son brujos. Lo mismo son brujos ‘residentes’…
Al cordero hubo que traerle a rastras, aunque no dijera ni pio
A rastras han traído un cordero.
Sabía, el cordero, tan bien como nosotros que era el protagonista de una fiesta a la que le hubiera gustado no estar invitado, pero es de agradecer que sean musulmanes y el sacrificio no se pueda hacer con un cerdo. No podía dejar de pensar en la mansedumbre de los corderos ante su muerte. Y su silencio. Sólo se oía balar a los que, de momento, conservaban la vida.
Supongo que habrá alimentado a toda la cour. Como no hay frigoríficos ni sistemas de conservación de la carne, hay que consumirla en el día. Y compartirla.
Le han sujetado entre varios y le han degollado.
Sangre roja que se iba a derramar, tarde o temprano. No puedo negar que no haya sentido una ligera náusea y dudo mucho que a mis hijos les hubiera gustado el espectáculo, pero les encantan las chuletitas de cordero. Y esos lechales son mucho más pequeños que este otro.
Le han desollado y destazado. La carne no es para mí, se reparte entre la gente de la cour.
Y nos hemos despedido y nos hemos ido. Antes, Salam, me ha hecho entrar en la consulta y deseándome y vaticinándome grandes éxitos de crítica y público me ha dado mi wack.
Mi wack, espero que me traiga suerte
Es una especie de estuche de cuero oscuro y viejo, cosido, que contiene algo dentro, con una cinta que me ha servido para unirlo a las llaves de mi casa.
Porque hay que llevarlo siempre encima y prefiero asociarlo a mi casa y mi corazón, que diría mi amigo Marcos Ana, que a algo tan esquivo como una furgoneta de 2ª mano.
No sé si dentro está escrito mi futuro o mi pasado, si todos mis bienes o encerradas todas mis desgracias. La hora de mi muerte o los años que me quedan por vivir.
No sé lo que tiene dentro, ni lo sabré nunca.
Siempre me han dado miedo las cajas de Pandora.
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