El sol de las uvas clava su acero ardiente en el valle tan querido: Bajo el noble rayo, se revelan simples y compuestos, linealidad oracional, los caminos de los hombres. Dignas enemigas con calor en la sangre, hay sendas bañadas en el oro de su mar de trigo, donde se crían los peces que son panes de harina y gloria; las hay libres de honra y nombre, señoras sólo de su vida, que algunos conocen y recorren con sigilo, entre risas y secretos confiados; el terrizo del burro, camino último, es una serie de inofensivas catástrofes que orientan la razón al sentido común. Con todo, no hay destino posible para la senda humana, que es andando, durativa. Valedora de despropósitos, de mirar las sombras, de desandar, la mano de Dios ofrece mil tratos a los hombres, género chico, concierto de minutos previos al merecido aplauso.