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Sociedad del espectáculoLetrasEl sonido y la perfección. La música en palabras

El sonido y la perfección. La música en palabras

La música es un lenguaje único, muy potente y singular, que aunque utilice la palabra juega con el gancho de un lenguaje propio, de un poder universal. La música nos seduce, de una manera infalible. La música que escuchamos nos abre fronteras, nos desvela mil cosas de culturas propias y remotas. La música se escucha, pero también se lee. Hablamos aquí de tres libros que recogen y desgranan, desde distintos ángulos, la fortaleza de la música. Obras desarrolladas por tres autores singulares: Stephen Witt, matemático y periodista, experto en bolsa; Bob Stanley, músico y crítico musical; y Greg Milner, un periodista experto en música y tecnología. Porque la música también se lee.

 

Tres obras que se nos plantea como fundamentales para entender la evolución de la música grabada, desde la revisión histórica, desde las técnicas de grabación y la evolución de los formatos. Por un lado, ‘Yeah! Yeah! Yeah! La historia del pop moderno (Turner Libros), captura la evolución de la música, desde los inicios del rock and roll hasta el brit pop y la conquista del R&B en los Estados Unidos. Bob Stanley hace un recorrido fascinante por la evolución de los géneros en lo que podríamos decir que es una obra fundamental que contagia el entusiasmo por la música. Un libro que a través de las palabras consigue transmitir la música por las venas. El teclista de Saint Etienne recorre el nacimiento del rock and roll con un verbo fresco, radiante, contagioso, nos transmite la esencia de la música. Nos destripa el sentir, el palpitar de los nuevos estilos. Consigue que las palabras broten como música. Stanley repasa, con una precisión de cirujano, la historia de la música moderna, con un tino y una precisión absoluta. Apetece escuchar toda la música de la que habla. Te haces una idea de cómo suena, pero quieres que suene sin cesar. Hilvana con finura todos los detalles de la evolución de los estilos, la tendencia creciente de unos, la desaparición de otros, o quedar relegados a un segundo lugar, las figuras claves de la música. Rebosa pasión, y muestra el signo de los tiempos. Y así seduce a cualquiera. Es un texto denso, pero gozoso de leer. Sus 742 páginas me parecen fundamentales. Stanley destila una prosa con gancho, con certeras descripciones, bien documentado con humor y pasión melómana. Porque está claro que algo así sólo puede escribirlo alguien con pura pasión por la música. Un recorrido alucinante por el pop moderno y todas sus derivas, quiebros y cambios, y con sus singularidades. Todo melómano debería devorarlo, y digerirlo. Y asimilar todo ese torrente de música.

 

Stanley relata cómo la cultura moderna es la historia en el fondo de dos culturas populares, la británica y la estadounidense. La importancia que tuvieron las radios en la difusión musical (una radio determinante en su momento fue Radio Luxemburgo, que emitía en inglés, y que tras la Segunda Guerra Mundial elaboraba una lista de las novedades y grandes éxitos), al igual que hoy en día lo tiene otros canales de difusión como Youtube, Spotify, Soundcloud o Bandcamp. El año 1955 es la fecha de arranque porque el Billboard estadounidense publicó su primer Hot 100, la lista de los grandes éxitos, con ‘Love is a splendored things’ de los Four Aces, como primer número uno. ‘Rock around the clock’, de Bill Haley, se encontraba en esa lista que acabó coronando tiempo más tarde.

 

El músico de la banda Saint Etienne lleva más de 25 años escribiendo sobre música, ya sea mediante entrevistas, crónicas de conciertos o críticas de discos en principales medios británicos. Le ha permitido conocer de cerca las novedades musicales, el mainstream y el underground, grupos que han renovado el panorama desde la independencia o desde los grandes sellos, y muchos de los discos que han sido capitales para entender la cultura musical popular. El suyo es un proyecto de envergadura que no tiene parangón. Que recorre desde el blues y el rock and roll pasando por los Beatles, los Stones, el pop de los Beach Boys, el soul, el folk, la psicodela, el hard rock, el glam, la importancia de la música jamaicana, el punk, la new wave, la disco, el electropop y la electrónica, el heavy, el indie, el rap, el house y el techno, Manchester y el acid house, el hip hop, el trip hop y el shoegaze, el grunge, el britpop y el R&B de los Estados Unidos. Ahí es nada.

 

Y lo hace siguiendo la importancia de los singles, el concepto de LP y el papel divulgador del casete, la introducción del compact disc, la función vital de las radios, los jingles y cuñas publicitarias, la presencia de la música en todos los ámbitos de nuestras vidas, desde la publicidad hasta en el cine, hasta en los ascensores y los hilos musicales de los centros comerciales y las tiendas de ropa, así como la presencia en los bares y restaurantes. Todo eso ha sido fundamental. Stanley nos dibuja a través de esas bandas que aparecieron un mapa preciso de todos los límites, pero también cómo se ampliaron fronteras y se anexionaron sonidos y géneros.

 

 

La revolución digital

 

Stephen Witt desvela en Cómo dejamos de pagar por la música. El fin de una industria, el cambio de siglo y el paciente cero de la piratería (Contra ediciones) los entresijos de la revolución digital, de los cambios de los tiempos. De los interiores de la industria musical y de cómo la tecnología ha cambiado la manera de consumir música ¿Por qué somos piratas y queremos acumular archivos que no vamos a escuchar apenas? Hay algo de esquizoide en nuestra conducta. Conviene seguir los rastros de dónde vienen las trazas. Saber más sobre el porqué de las cosas. De los formatos, de los entresijos del negocio. De cómo todo tiene un porqué y un cómo. Y es que no está de menos comprender las variables fundamentales para ver la evolución del sonido, la elección de formatos y todos los factores que han contribuido a la situación actual. Desde Napster a The Pirate Bay, Kazaa, Oink, pasando por iTunes, la fusión de las multinacionales, personajes como Dell Glover, Kali, Dockery, Capone o Brandenburg, entre otros.

 

La investigación periodística que hace Witt es magnífica, sigue los rastros, cual periodista de investigación a lo Spotlight, de los personajes que han provocado el cambio en nuestra manera de consumir música, desde los investigadores, informáticos, matemáticos, ingenieros de sonido, pasando por los magnates de la industria musical, empresarios de nuevo cuño que entraron en nuevos negocios de la música, hasta consumidores. Todo ello con un hilo conductor claro. Con la finalidad de conocer.

 

Resulta cuando menos curioso el análisis de Alan Greenspan, que fue presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos entre 1987 y 2006, sobre los efectos adversos de la moda de la grabación en casete doméstico. Estudió las medidas para solucionarlo y descubrió que ni el aumento ni el descenso de los precios servirían de nada. Sólo una campaña agresiva para perseguir a los contrabandistas de cintas: es decir, el éxito del capitalismo –en palabras de Witt– exigía la intervención del Estado.

 

La irrupción de lo digital supuso nuevos mercados. Pero la industria musical no se subió al carro con la misma determinación que lo hicieron los fabricantes de reproductores electrónicos domésticos. Luego vinieron las estrategias de las multinacionales por no perder ripio, hueco, ni presencia en el sector. Witt nos narra la historia desde la importancia de sus protagonistas. Y cómo toda una serie de sucesos y biografías nos han llevado a la situación actual, en la que ha habido un cambio radical de modelo. Las fórmulas antiguas ya no funcionaban.

 

En las 327 páginas somos testigos de esos cambios dentro de la industria musical, cómo los formatos, las plataformas y la piratería nos han llevado a la situación actual. Cómo las multinacionales han desarrollado todas las tácticas posibles para mantener su supremacía, manteniendo a los artistas de mayor reputación y popularidad. Sirviendo de plataforma de descubrimiento de nuevos talentos, pero siempre con el margen de productividad y con una fuerte competencia entre sus empleados y sus diversos subsellos.

 

La piratería empezó en Estados Unidos en los colegios mayores, focos de curiosidad musical y consumo compulsivo, y se propagó hacia el público general. La década de los 2000 ya fue el inicio de la debacle de las ventas del formato físico y el anuncio de que el mercado digital iba a transformar el negocio y el reparto del pastel. Una serie de medidas legales (la persecución legal de la piratería, el cierre de portales de descarga, el canon digital, etcétera) contribuían a reducir los efectos nocivos. Pero el cambio de modelo ya se había desencadenado. La reproducción online, el streaming, los intercambios de ficheros P2P (peer to peer=entre iguales) entre usuarios. Una nueva manera de consumir música y de crear comunidad musical. Algo que muchos empresarios del sector no vieron. El directo y los festivales se convirtieron en el nuevo nicho de negocio.

 

 

Música grabada

 

En El sonido y la perfección. Una historia de la música grabada (Léeme / Lovemonk), Greg Milner va a la esencia del sonido, a la producción, a los magos e ingenieros de la música. Desde lo tecnología analógica a la digital. Y nos enriquece toda esa sabiduría. Nos cautiva cómo desmenuza e integra, cómo hace fluir la magia del sonido, desde Marconi pasando por Edison. Nombres clave como Les Paul, el ingeniero de sonido especializado en el dub King Tubby. Un libro en el que aparecen menciones a mitos de la cultura popular, a filósofos como Adorno, en esa continua fusión y mezcla de la cultura, no puede fallar.

 

Aparece la controversia entre lo analógico y lo digital. Polémicas antiguas entre cilindros contra discos, lo acústico contra lo eléctrico, las 33 RPM contra las 45 RPM. Una batalla entre el purismo y el eclecticismo. Aunque una cosa está clara, más allá de la teoría del sonido, de las posibilidades que nos ofrece la biología de nuestro sistema auditivo, además del cerebro y de la física está nuestro sistema emocional, ese sistema que nos permite percibir e interpretar otras dimensiones de los estímulos elaborados, y que nos dan la vida.

 

Milner subraya el papel fundamental de los ideales de juventud, del entusiasmo para embarcarse en tareas titánicas, que desempeñaron muchos ingenieros de sonido. Con esa convicción de estar creando el futuro. Siempre hay contradicciones y controversias. Y nunca una verdad única. Conviene tener claro que no hay que tomárselo todo como universales irrefutables, como en ciencia muchos conceptos, muchos axiomas son falsables y eso nos permite ampliar la mirada, y evolucionar. Está claro que las leyes del mercado condicionan nuestros hábitos. Lo que sí es cierto es el poder de esa música, la influencia de esos sonidos en nuestro sistema emocional. Milner se adentra en un bosque, o mejor una estepa especializada, pero lo hace con un punto de vista muy didáctico, consigue ser conciso y preciso, y logra atrapar nuestra atención.

 

La música ahora está disponible en múltiples plataformas. El streaming ha cambiado la vertiente de poseer esa música, tener todo disponible sin tenerlo físicamente. El romanticismo del coleccionista, ese sentimiento de posesión, tiene mucho de pasión, pero no hay que poseer todo. El vinilo da buena fe de la mayor fidelidad de ese formato. La alta fidelidad (hi fi) transformó los hogares en la década de 1970 y 1980. No merece la pena crear una lucha de épocas, ese eterno romántico que asegura que cualquier tiempo pasado fue mejor, y no vale la pena ofuscarse en diatribas sobre qué es preferible. Son nuevos tiempos, tenemos una nueva manera de escuchar, pero eso no impide que no podamos estar alerta con todos nuestros sentidos, que no prestemos la atención que precisan esos estímulos elaborados. Milner nos recuerda que hay más invocación que reproducción. En el futuro ¿Cómo se registrarán los sonidos? ¿La música se descargará directamente en nuestras mentes? No sabemos muy bien adónde vamos, o quizás sí.

 

 

 

 

Tres libros:

 

El sonido y la perfección. Una historia de la música grabada, de George Milner. Léeme / Lovemonk.

 

Cómo dejamos de pagar por la música. El fin de una industria, el cambio de siglo y el paciente cero de la piratería, de Stephen Witt. Contra ediciones.

 

Yeah! Yeah! Yeah! La historia del pop moderno, de Bob Stanley. Turner.

 

 

 

 

Andrés Castaño es periodista y redactor free-lance. Especializado en cultura y espectáculos, es colaborador en ABC, El Duende de Madrid y en las webs El Asombrario Indienauta. Ha colaborado entre otros, en ABC Cultural, Público,  DiagonalADN, Go Mag, Calle 20, Neo2, Zona de Obras, Mondo Sonoro, Efeeme, Batonga!, Ddanza, FanTeatre, Era Magazine, Black Market Magazine, Balearic Beats, D-Palma, Enlace Funk y Musicópolis.

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