Quizás sea el clima lluvioso del norte, la causa de que sus gentes se representen a sí mismos con tanto colorido. Sucede igual en Ucrania, en Suecia, en Holanda, en Letonia…; se desea lo que no se tiene, y el arte es siempre una forma de conseguirlo. Igual que a navarros o vascos, ocurre lo mismo con cántabros, gallegos, asturianos y gallegos. El color en un delfín que salta por las costas de las artes decorativas en la nublosa cornisa cantábrica.
Estos azulejos fueron concebidos con la misma alegría de la tapa de una caja de bombones, o de quesitos El caserío. Los que integran este collage cerámico, fueron retratados en el mostrador abandonado de una antigua cantina al aire libre en Zugarramurdi, una lluviosa mañana de octubre, a muy pocos kilómetros de la frontera con Francia. Quizás las brujas que antaño quemaron en este valle de Baztán, fueran alegres y orondas campesinas hedonistas, como las que aquí pueden verse, con delantales, pañuelos y paraguas.