Con San Francisco el Grande inició en la buhardilla de Don Pedro, 7 un romance apasionante, que -a día de hoy- aún se mantiene. Pasaba con aquel templo más tiempo a solas, que con ningún otro ser vivo. Residía al otro lado del cristal (como el frío o la lluvia, el viento o el granizo), lamiendo con su lengua de piedra las ventanitas de aquella casa de muñecos.
Allí comenzaron a dormir juntos. El templo entraba por el ojo de la alcoba, y se tendía junto a él sobre la cama. Podrían haber compartido cigarrillos después de hacerlo, si San Francisco hubiera fumado.
Con el tiempo descubrió que no le bastaba con escribirlo o fotografiarlo, necesitaba pintarlo, para poseer a fondo toda su naturaleza.
Hay edificaciones que trascienden el concepto y la función para la que fueron creadas. San Francisco es una escultura arquitectónica con un trompo girando dentro, rodeado por seis peonzas. Su planta circular permite que el peso de la inmensa cúpula rebajada, se deposite en las 6 capillas que la circundan; dejando un espacio diáfano central, insólito en un templo cristiano. Espacialmente está emparentado con Santa Sofía de Constantinopla, o el Panteón de Roma.
El templo más turco, más romano, más bizantino, más barroco y más mezquita otomana, construido en el Madrid de los Borbones, resulta que dormía en una buhardilla del Madrid de los Austrias.
Foto: Vizcaíno