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El tiempo


Fotografía: pexels-pixabay
Fotografía: pexels-pixabay

Pasa el tiempo más rápido de lo que debiera. Los años son hojas que caen polvorientas a la tierra mojada. Te miras al espejo y cada día descubres que la vejez avanza sin compasión y ves que va llegando una línea roja en la que tal vez pases o no llegues. Saber que tu vida no es eterna, que otros ya han marchado a ese lugar desconocido en el que cada uno de nosotros tiene que tener la valentía de afrontar, es sin duda el gran reto que nos depara el futuro no muy lejano. El cierre del libro de tu vida. El fin de una obra o el epílogo como síntesis de tu existencia. El prólogo ya lo escribirán otros cuando la pluma descanse sobre el escritorio en el cual me he apoyado para lanzar mis palabras al viento.

Pero a veces, son tantas cosas las que quedan por hacer, tanto que aprender y descubrir, tantas cosas bellas qué ver y sentir…que tememos abandonar el esplendor que la vida te entrega para disfrutar y formarte en la dignidad y en el amor a todo cuanto te rodea.

Ver que llega la noche rápida como un relámpago que cruza el cielo y se llena de luz en un instante, te hace sentirte más sensible y temes afrontar el futuro que nos espera cada vez más cercano.

Cuando paseas y observas a los árboles centenarios con todo su esplendor, su colorido, el cielo azul y el sonido de la vida, quieres que siempre sea así, que siempre puedas disfrutar esta paz que la naturaleza te entrega gratis.

Nostalgia…sí, también te invade y muchas veces te adentras en las historias de los libros que te llevan a desviar tu mente y vivir aventuras sentado en tu sillón. Pero ahí siguen tus recuerdos, tus seres queridos que han marchado, los que están contigo y que algún día serán ellos los que te recuerden.

 

Fotografía: istockphoto-1202312179

No hay porque estar triste, la biología es impecable, no perdona, no tiene amigos, solo sigue su camino marcado. Todo sigue y avanza. Por ello la importancia de dejar nuestra huella para el futuro, nuestro grano de arena en la montaña del saber humano.

Tal vez por todo ello sigo escribiendo en una hoja en blanco que pronto se llena de sentimientos y recuerdos, plasmarlos y moldear como un sello auténtico, para así desahogar el nudo de nuestra garganta y el miedo de nuestras venas.

Ya le comento a mis grandes amigos los árboles con quien comparto a veces mi soledad retenida: “Cuando yo me vaya, no sé cuando, tú seguirás aquí existiendo en tu universo lento y podrás saludarme en mi otro universo incierto”.

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