Y con una simultaneidad que solo puede explicarse recurriendo a los principios de la física cuántica, y en concreto a las propiedades de las llamadas partículas entrelazadas, ese mismo latido de reconocimiento alcanza simultáneamente todos los rincones del restaurante, incluso mesas tan alejadas de nosotros que es imposible que nos vean [1]
[1]He incurrido en una pequeña sofistería al sugerir que las partículas entrelazadas pueden explicar algo cuando, a día de hoy, no existe siquiera una explicación satisfactoria para dichas partículas.
Me gusta esta simpática confesión, porque pone de manifiesto que efectivamente a veces los escritores usan la ciencia para darse un aire de importancia adornando una metáfora. De hecho, en parcelas tan complicadas y abstractas como la física cuántica debería ser justamente al revés, en vez de ser fuente de metáforas, necesitan de las comparaciones ingeniosas para entender conceptos no intuitivos ni familiares. Veo a la física cuántica más como receptor de símiles que como donante.
Y qué bonita palabra sofistería, ¿verdad?