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El Tiempo no acompaña

 

FESTIVAL DE CINE EUROPEO DE SEVILLA (I)

 

HOJA DE RUTA. PLAN DE VUELO.

 

Sevilla. Gijón. Oporto. Albacete. Sitges. Saltos. Adelante. Y atrás. Y hacia los lados. Un viaje por el espacio y también por el tiempo. Sólo desde la distancia hay perspectiva. Y el blogo, arriba, entre las nubes, relativiza todo. ¿Qué es el tiempo y a quién le importa el tiempo? Enfatizar lo obvio es una de las pocas ocupaciones decentes a las que puede la persona humana dedicarse. Lo decía: “enfatiza lo obvio”, determinado padre en segundas nupcias de la patria hablando de otro padre, que llegó, éste, después. Concretamente, de Aznar, Felipe González. Ellos eran “la pinza”, que González decía y señalaba a Anguita: “¡son aquellos!”, cuando cualquiera sabe que al señalar lo más sensato es mirar al dedo que señala, siempre con intención, en vez de a aquello que se está señalando. En quien señala, que en el 93 optó por la Cataluña de Pujol y es un dato que explica mucho de lo que vino luego, es en donde se esconde el sentido, dime de qué presumes. En quien señala está la trampa. Pero, ya ves tú, el tiempo: no hace ni veinticinco años y nadie, o casi nadie, lo recuerda. El tiempo está para hacernos saber que lo que pasa no tiene trascendencia. Consecuencias sí tiene. Pero, peor, que, metidos en él, lo único que nos pasa es lo que pasa y luego ya no estamos.

 

Y estamos en el Festival de Cine Europeo de Sevilla.

 

CARA A LA GALA

 

 

El blogo viene directamente de Sitges, cuando se andaba fraguando la República Catalana Independiente. Al llegar a Sevilla, Puigdemont ya ha escapado a Bruselas. Emprendo viaje a Itaca.

 

ULISES Mario Camerini. 1954.

 

 

Sirenas. Deben de ser las de la policía. Aunque hasta aquí no creo que nos hayan seguido. “¡Y cuan lejos está Itaca ahora!” Mucho más que al principio. El viaje nos lleva siempre al punto de partida, el vacío, inexistencia de la que no se sale.

 

Festival de Sevilla de Cine Europeo. Que nos recibe a pie pero no, lo diga o no lo diga, en tierra firme.

 

TIERRA FIRME. Carlos Marquet-Marcet. 2017


 

Dos chicas y un amigo y el niño, que para que la vida esté completa, falta el niño. Los niños faltan mucho. Insultan. Gritan. Lloran. Y aun así se los echa de menos. Y de más, cuando están. Cuando estamos, que todos fuimos niños. Aquellas a quienes bendijo la suerte fueron niñas, que ya lo decía Tiresias: “disfrutan más que el hombre”. Para eso, nacer niña es la única forma de saberlo. Y Tiresias, sirenas las serpientes, pájaros las sirenas, sí tuvo esa experiencia. Dice él. Yo le creo. Creer en blogo es otra de las señas que imprime la distancia: las cosas parecen mucho más verosímiles que cuando te aproximas a ellas. A la vista las rocas. Y las sirenas cantan. En este Festival de Cine Europeo de Sevilla una de las cosas que hacen las películas es cantar. Cantando al trabajar era el himno de los Siete Enanitos. “Enano”: el término subleva por lo condescendiente, lo de arriba, desde donde, en su blogo, mira el adulto al niño. Puede ser que se tengan por eso: para sentirse por encima de alguien. El hecho es que, incluso desde un planteamiento de ruptura (¿ruptura todavía?), chica conoce chica, el ser humano tiende a la familia.

 

Eva y Kat, con Roger, tienden en la cubierta de la gabarra que las lleva paseando su amor entre canales.

 

L’ATALANTE. Jean Vigo 1934

 

 

L’Atalante, muy bien cortado el clip, el tiempo trae tesoros y las gabarras nos los dejan en la puerta. Papá Noël, lo mismo que no hay. Pero gabarras sí. Y el baile bajo el agua, Ulises, que por fin se desata y se pone a disposición de las sirenas, es un canto al amor, que tiene siempre un no sé qué de húmedo.

 

Los canales, para el amor, apartados de los demás, uno en el otro, una en la otra, uno más uno que busca sumar uno, son vías que no llevan, por suerte, a ningún sitio.

 

SWEET THAMES FLOW SLOWLY. Christy Moore & Sinead O’Connor 



Una preciosa canción de Ewan McCall.

 

Me esperaba en el muelle de Woolwich, de pie bajo una gran grúa, y el amor que sentí por ella desbordaba toda comprensión.

Me la llevé navegando por el río, corre, dulce río, corre. Londres era mío, para regalárselo. Fluye despacio, dulce Támesis.

Hice del río una corona. Un prendedor, con las primeras casas. La cogí entonces de la mano y un poco más allá me atreví a mirarle a la cara.

Besé sus labios nada más pasar la isla y hasta llegué a abrazarla. Entonces doblaron las campanas de Greenwich y mi corazón cantaba con ellas.

Allí le di el Canal de Limehouse, como una cinta para su pelo. Bailamos, mejilla con mejilla, hasta el Canal de los Nueve Olmos.

El Puente de Londres no era sino un collar que realzaba su belleza. Volví a besarla un poco más abajo y después ya no pude parar.

El Parque de Richmond fue su anillo. Le hubiese dado cualquier cosa. De Rotherhithe al Puente de Putney le declaré mi amor y desde Kew hasta Isleworth ella juraba amarme.

Ni por un momento fui consciente de que la marea estaba cambiando, pero heme aquí que la marea se retira y mi amor huye con ella.

Desciende la niebla sobre el río, corre, dulce Támesis, corre. Y con él se van los barcos y cuanto me pertenecía. Dulce Támesis, fluye.

 

Los ríos, que nos llevan a otros ríos, para dar la ilusión de que el mar igual no llega. Festival de Cine Europeo de Sevilla. Tierra firme. En gabarra.

 

EL GUADALQUIVIR DESDE LA TORRE DEL ORO


 

Una novela de Maigret, son las gabarras, ésta de Tierra firme, L’Atalante: el canal se hizo para el trabajo. Para comunicar las mercancías. Los caminos de sirga. El caballo de tiro que cae en el canal, se ahoga y hay que sacarlo. El hombre y el caballo, al salir de la cuadra, ignoran qué es lo que les espera.

 

Barcazas del canal.  En el mar, en los ríos, las naves. Y las naves de tierra. En el Festival de Cine Europeo de Sevilla 2017, donde se canta tanto, muchas de las películas trabajan. Es más: se pasan trabajando todo el rato. Igual eso es Europa, donde una de las cosas que no hay, o que hay de otra manera, son los bares: el invento social más portentoso que nos ha dado el tiempo. Reunidos en un bar, el ostracismo se nos antoja mucho menos cercano que a voces en la plaza, haciendo el caldo gordo al demagogo. Y que ostras hay menos que cáscaras de gambas. Se trabaja en Europa. A fabrica de nada, Barbara (¡lo que se esfuerza Barbará!), Corazón puro (la aventura, el amor, en los aparcamientos de los supermercados), Les gardiennes (el trabajo doméstico: no gustó a según quiénes. A otros nos encantó. Entre Arriba y abajo, Dickens y las hermanas Brönte), Bajo la piel del lobo (sin parar, arreglando las trampas, poniéndolas, cobrándose las piezas), El taller de escritura, Western

 

A FABRICA DE NADA Pedro Pinho. 2017

 

 

Giraldillo de oro. Vamos a decirlo de entrada. El tiempo y la distancia permiten estas cosas, igual que la oscuridad preserva los designios de Penélope. Tejiendo y destejiendo. La sensación que, al trabajar, se tiene. Que trabajar no nos avanza un paso. Penélope hace trampa y, al hacerla, construye una metáfora, aunque no sea ésa su intención.

 

Sales de casa. A trabajar. Como el caballo sale de su cuadra sin saber que va a ahogarse en el canal. Y trabajo no hay, porque nos lo han vendido. Y le han sacado más de lo que se sacaba vendiendo a los trabajadores. El populismo, con harta frecuencia, consiste en decir lo que no quiere oírse. Mejor dicho: en decir lo que no quieren que se diga. “Si en la Constitución están garantizados una vivienda y un trabajo dignos, ¿por qué, si no los hay, no lo quitan ustedes de la Constitución?” Esta pregunta trajo mucha cola. De caballo. (“¿Y para qué te crees tú que sirve, botarate?” hubiese sido una respuesta honesta). Y arrimó muchas burlas, que reírse, señalar con el dedo, es la manera.

 

Una película sorprendente. Teoría política. Panfleto. Discusiones. Impotencia (¿cómo se sale de esto?). Desengaño. Baile. Tesón. Locura. Y esperanza. Pese a lo desmesurado de A fabrica de nada, inspirada, eso suele sacarme de los cines, en hechos reales: autogestión contra la dictadura de los tiempos. Los ascensores Otis, cuyos dueños huyeron con la Revolución de los Claveles y quedó en manos de los trabajadores desde el 74 hasta el 90. Trabajar para uno deja de ser, de pronto, trabajar para nada.

 

LA CANCIÓN DEL TRABAJO. Raphael

 

 

Hay, como entre los Festivales de cine, que eso lo iremos viendo, corrientes subterráneas que conectan las cosas. Una conecta a Raphael con Salvatore Adamo. España con Europa. Y otra conecta el mundo del trabajo, A fabrica de nada, con el rito de salir por la noche los obreros. Cierto: apareció este ‘clip’ por aquí cuando Gijón, en 2015 (el tiempo pasa mucho, que se dijo también) y ya entonces Adamo se parecía a Albert Rivera. De extracciones distintas. Pero comparten sastre.

 

MI GRAN NOCHE Adamo.

 

 

¿Sería, hoy, de recibo la metáfora del palomar y las palomas? Pues depende de dónde. ¿No es la paloma símbolo de pureza?

 

CORAZÓN PURO. Roberto de Paolis. 2017

 

 

Vida en castidad. Religión y familia y los romances acercan la película a Thelma, que fue en Sitges.

 

THELMA. Joachim Trier. 2017

 

 

El ser humano está a merced de quien lo quiere, como si al  preocuparse se adquiriese un derecho, que es el de intervenir en nuestra vida y hacernos a la imagen de quien nos ha engendrado, Dios es grande. A punto de ocurrir en Tierra firme y sucediendo en Cuori Puri como en Thelma, ésta con un final magnífico. Los lagos, los canales y cruzar la piscina: el agua a nuestro alcance, El nadador de Frank Perry (y Sidney Pollack) en 1968, el río y la familia, que nos llevan de regreso a Sevilla. Y en Corazón puro, además, el trabajo. Lo proletario de él y lo más acomodado de la chica: un clásico. El contacto que se inició en unos grandes almacenes y eclosionó en un aparcamiento.

 

CORAZÓN PURO. Roberto de Paolis. 2017

 

 

Las historias de amor llegan así, cuando no estábamos atentos.

 

BUS STOP. The Hollies.

 

 

Todo pasa en la parada, mientras esperamos. Llueve a mares y le digo: “Comparte mi paraguas”. Cuando el autobús se marcha, ella no ha subido. La gente nos mira, como si hubiéramos perdido la cabeza.  Pero de esta manera tan tonta, día a día, se fue fraguando una historia de amor.

 

Y veníamos, Festival de Cine Europeo, de Mi gran noche. Pasa mucho en Sevilla.

 

Si Mi gran noche la canta Raphael, ya no es Adamo, claro. Ya no es europeo. Ya no hay trazas de rebelión juvenil, si es rebelarse una noche de juerga: en la España de entonces nadie estaba cansado de aguantar a papá. No hay alusiones sexuales (“bailé con chicas que estaban muy bien, que a uno le ponen mal”: igual nos hemos saltado el clip y ahora es buen momento para volver a él). Y no se menciona, desde luego, la extracción proletaria del muchacho: “Puedo pagar. Un obrero yo soy. Otra copa y me marcho”. Que Raphael fuese obrero a sus fans, blusa roja y falda negra, muchas de ellas con seguridad asalariadas, no les hubiese gustado en absoluto. Golfo, lo que usted quiera. Pero, trabajador, ¡venga! ¡Ni que le hiciera falta!

 

MI GRAN NOCHE. Raphael. De la película Digan lo que digan. Mario Camus. 1968.

 

 

Pícaro Raphael, fue siempre un niño bueno. Eso era, por entonces, la juventud española. Aunque otra cosa traslucía, sin embargo, por ejemplo, la película Bochorno, de Juan de Orduña, en 1963, sobre la que se pueden hacer lecturas muy interesantes. Como desmonta Frank Zappa sobre los chicos guay, hablando de los productores musicales de su tiempo en unas imágenes que corren por las redes, ciertos directores del cine español en esa época, Juan de Orduña: Bochorno, Ella, él y sus millones, que eran muy de derechas, eran también unos magníficos profesionales. Pasó el tiempo y aquello, una industria del cine, que venía de antes de la guerra, no tuvo continuidad.

 

Imágenes de Bochorno, no hay. Pero sí hay del mundo laboral previo al conflicto. Incluso en clave de comedia. El bailarín y el trabajador, de Luis Marquina, sobre una obra de Jacinto Benavente: Nadie sabe lo que quiere. Estrenada en Madrid, El bailarín y el trabajador, cine Capitol, el 1 de enero de 1936.

 

EL BAILARÍN Y EL TRABAJADOR. Luis Marquina 1936

 

 

Otro clip bien cortado. De las ganas de bailar que da el trabajo, ya lo vimos en La fábrica de nada. Y de Roberto Rey, protagonista en El bailarín y el trabajador y con destacado papel en Ella, él y sus millones, hablaremos.

 

Trabajar, A fabrica de nada, Corazón puro, próximamente Western, Les gardiennes, El taller de escritura, Bajo la piel del lobo, en la música no se trabaja menos. Una barbaridad.

 

BARBARA. Mathieu Amalric. 2017

 

 

Un guión bien medido, la destreza al combinar imágenes de la verdadera Barbara, imágenes de entonces (¿qué es el tiempo?, si en él no nos quedamos ni un segundo, no hay forma de pararlo), e imágenes rodadas con Jeanne Balivar y sus músicos clonados del pasado, el pulso, las canciones. Barbara bastaría para justificar un Festival.  Pero los argumentos, día a día, van a sucederse. Y, cada día, el gozo de estar aquí y vivirlo. Lo único que nos pasa es lo que pasa y luego ya no estamos. Corrupciones, mordazas, apaño de las leyes, impuestos a la luz, al aire, a los olores. Mientras tanto, esta noche, en Sevilla, ventana abierta al cine, es asomarse y ver que a lo mejor, con un poco de suerte, todo pasa y, antes de que la propia Europa se destruya (están en ello), seremos gente seria. Europa y Cataluña lo demandan.

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