Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoEl vals de la ultraderecha

El vals de la ultraderecha


 

Leo en un titular:  La Unesco rechaza los bailes de Viena como patrimonio por ser ultraderechistas  

 

Es una información que se basa en un hecho real pero combina un poco mal los datos, por lo cual la noticia resulta errónea. El hecho es que la Unesco eliminó de su lista de patrimonio cultural inmaterial esos bailes típicos de Viena porque entre todos éstos había uno celebrado por cofradías ultraderechistas. Uno entre muchos. No es que todos los bailes de Viena sean de esa línea política. Pero basta una fruta mohosa para pudrir todas las del cesto. O sea, que ahora han quedado estigmatizados también los bailes de salón convocados por gremios tan honorables como el de los pasteleros o el de los filarmónicos. Son fiestas que tienen lugar en los grandes palacios y donde las damas van de largo y los caballeros de smoking o frac, como si quisieran imitar los cuentos de príncipes y princesas del siglo XIX. Una ingenua tradición a punto de perder su buena fama. Y todo por culpa de la indiferencia vienesa.

 

No digo que la mayoría de austriacos profese simpatías hacia la extrema derecha. No. Pero lo que llama la atención es que esa mayoría tampoco sienta especial rechazo contra los que claramente simpatizan con el nazismo. Este país está muy escaso de anticuerpos, su sistema inmunitario es un desastre. De ahí esa actitud indiferente. 

 

Son muy pocos los que protestan cuando las autoridades permiten en el centro de Viena que los ultraderechistas hagan su fiesta en una fecha que en todo el mundo se conmemora como día de luto. El baile de las cofradías ultraderechistas se celebró en un lugar emblemático en un día muy significativo: en el palacio imperial Hofburg, nada menos que el 27 de enero, día de la Memoria del Holocausto.  

 

Estuvieron invitados también personajes de la derecha radical europea, como Marine Le Pen de Francia, el sueco Kent Ekeroth y el belga Philip Claeys. Como siempre, no autorizaron la entrada a periodistas, pero algunos se colaron comprando simplemente una entrada, que se vendían a 70 euros en los clubes de esos estudiantes ultraderechistas. Vestidos de smoking y con una copa de champán en la mano, los reporteros pasaban inadvertidos. Así camuflados pudieron escuchar las barbaridades que se dijeron en los salones del palacio imperial. Las palabras de Heinz Christian Strache, el líder del partido ultraderechista austriaco, trascendieron a la prensa y han provocado un escándalo más. Los debates en torno a sus declaraciones no cesan.  

 

Es aquí donde nos encontramos como periodistas en una clásica difícil encrucijada: por un lado tenemos que informar para dar a conocer tendencias. Y es cierto que la extrema derecha sigue en alza en Europa. Para las próximas elecciones en Austria se prevén sorpresas desagradables.

 

Pero por otro lado, cada vez que escribimos sobre estos sujetos no podemos evitar brindarles foro. Contribuimos a darles visibilidad, somos nosotros a veces quienes más los hinchamos. No quiero por lo tanto mencionar las estupideces que dijo Strache. Me sentiría yo misma convertida en su altavoz, en portavoz de sus ideas atroces.

 

Que en Austria se permita llegar tan lejos a quienes hacen apología de ideologías criminales tiene que ver con esa “indiferencia” absurda e incomprensible, que ha acabado con la buena fama de los elegantes bailes vieneses. 

 

 

Estudiantes en el baile de fraternidades WKR, en el Palacio Imperial de Viena, organizado por la ultraderecha austriaca el 27 de enero, día en que se conmemora el Holocausto. EFE | Foto publicada por El País el 30 de enero de 2012.

 

 

 

Foto: Julieta Rudich

 

Foto: Julieta Rudich

 

Foto: Julieta Rudich

 

 

Más del autor

-publicidad-spot_img