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BrújulaEl Vesubio ilumina la gran galería del Louvre

El Vesubio ilumina la gran galería del Louvre

Giovanni Bellini, «La Transfiguración». Hacia 1478-1479

Así titulaba su reseña recientemente en ABC Cultural Marina Valcárcel de la exposición de los tesoros del museo napolitano de Capodimonte, aprovechando su cierre temporal para acometer un plan de reformas. Se trata de un repertorio de 60 obras que se presentan “no como un conjunto aislado, sino entreveradas en la colección del museo francés, en un poderoso y fértil diálogo lleno de correspondencias, ecos y miradas cruzadas”, y recuerda el origen de la colección: “Fue en el ala sudeste de Capodimonte, el palacio de la cumbre del monte, donde Carlos VII de Nápoles, antes de ser Carlos III de España, quiso construir su primera residencia volcada hacia el belvedere que domina la ciudad. Allí, en las salas que dan al mar, desde donde se distinguen la isla de Capri, el cabo de Posillipo y la colina de Vomero hasta el castillo de Sant’Ellmo, fue donde se albergó la prestigiosa colección Farnesio en una veintena de salas que serían visitadas por los amantes del Grand Tour: desde Winckelman y Fragonard al marqués de Sade”. Recuerda Marina Valcárcel que “Capodimonte ofrece un viaje visual a través de los gustos de tres dinastías: los Farnesio, los Borbón y los Bonaparte-Murat. Todas las escuelas de la pintura italiana están representadas, de Venecia a Roma, de Florencia a Nápoles”. Se detiene la observadora especialmente en dos obras que cuelgan ahora en la Gran Galería del Louvre que “nos sacuden por su voltaje distinto”: La Crucifixión, de Masaccio, y la Flagelación, de Caravaggio. La importancia del Masaccio “deriva de ser considerado el primero en aplicar las leyes de la perspectiva científica”, y advierte que “nos equivocamos si pretendemos mirar esta obra de frente”. Escribe Valcárcel que “Massacio había elegido el punto de vista de los que miran de abajo arriba, modificando el cuerpo según la perspectiva del observador”. De María Magdalena señala que a pesar de estará de espaldas al espectador y a quien no vemos la cara, “es una figura llena de fuerza en la tragedia, con una melena que cae en mechones rubios sobre su capa roja como inmensas lágrimas sobre sangre”. Del Caravaggio dice que en este cuadro “Jesús ya coronado de espinas antes de ser flagelado empieza a ser torturado por tres sayones que salen de la penumbra. Dos de ellos, dispuestos especularmente a los lados de Cristo y un tercero a sus pies que, en cuclillas, ata un manojo de ramas para hacer un azote. Toda la escena asciende desde el baile de pies descalzos, sucios e iluminados alrededor de la base de la columna hacia arriba, donde reconocemos la larga línea de unión entre el cuello y el hombro de Cristo, un motivo que venía siendo favorito de Caravaggio desde que lo empleara por primera vez en la Virgen de la huida a Egipto y que, en este cuadro, refuerza la impresión del abandono de Cristo al martirio”.

 

Dónde: Museo del Louvre, París

Cuándo: Hasta el 8 de enero de 2024

 

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