Aunque Alicia Gómez Montano está, como Ramón Lobo, en un país sin cobertura, estoy seguro de que este Fondo de Formación de Posgrado para Periodistas Exiliados y Perseguidos que lleva su nombre sería para ella como un orgasmo intelectual, a los que también era dada. Le reconfortaría sobremanera una inyección económica y moral para periodistas con problemas más graves que los que tienen que afrontar sus compañeros de Radio Nacional de España y Televisión Española, que han de lidiar con las miserias cotidianas de las cuotas políticas establecidas pordioseramente por políticos que en las coberturas electorales no consagran criterios periodísticos, sino fatigosa y aburridamente partidistas. Pero todo acaba siendo campaña. Así resulta mucho más difícil enlazar con la verdad y sobre todo con el bien común, con el entendimiento del periodismo como un instrumento para conocer y tratar de explicar realidades complejas, que es lo que a Alicia le apasionaba y en lo que puso todo el empeño del mundo. ¿Cuándo va a entender nuestra clase política que mientras siga tratando a los electores como retrasados mentales y menores de edad no se ganarán su respeto y seguirán emponzoñando el prestigio de la democracia (y haciéndole el juego a la Rusia de Putin y sus palmeros)? Para muchos de los que admiramos, vemos y escuchamos lo que emite RTVE, y que celebramos que siga tratando de cubrir la realidad internacional mejor que los demás medios audiovisuales, que pierda tanto tiempo y razón con paparruchas populistas como el Festival de Eurovisión que no elevan ni la calidad de la televisión ni el nivel educativo del país nos apena. A Alicia, como a Albert Camus, no le haría la menor gracia que se redujera un telediario para darle más cancha a un comediante talentoso, o se postergaran programas informativos a horas intempestivas, porque, como el autor de La peste, sabía que “un país vale lo que su prensa”. Y RTVE tiene que volver a ser el espejo en el que ver con más claridad la realidad. Es precisamente en su cobertura del mundo donde la radio y la televisión públicas alcanzan a menudo la excelencia: ahí sí pueden dejar su impronta y elevar el nivel, sobre todo en lo que respecta a América Latina. Alicia G. Montano se rompió los cuernos para y por eso. Sé que ella estaba dispuesta a chamuscarle el pelo y algo más como presidenta de la casa, no en vano sacó un resultado más que notable en el concurso de méritos convocada por la propia corporación.
Me voy a permitir algunas confesiones más o menos íntimas. Le dije en más de una ocasión que iba a sufrir menos si se convertía en presidenta de la sección española de Reporteros Sin Fronteras que del ente, pero no me hizo caso. En realidad, no tuvo tiempo, porque la muerte se la llevó por delante en la flor de su inteligencia y de su humor. Estaba (como Susan Sontag, por cierto) absolutamente en contra. No quería morirse porque tenía mucho que hacer.
Alicia Gómez Montano ha sido fuente de inspiración para el Máster de Reporterismo Internacional que, con el respaldo académico de la Universidad de Alcalá y los medios y la inteligencia emocional del Instituto de RTVE, pusimos en marcha José Antonio Guardiola (por RTVE), Carmelo Pérez (por la Universidad de Alcalá) y este reportero, y cuya primera promoción está ahora mismo haciendo prácticas con tanto entusiasmo como aprovechamiento en Radio Nacional de España y Televisión Española, en el ámbito internacional: en los espacios que se asoman al mundo. Ella aceptó ser profesora de ética aplicada, ética práctica, en el máster de ABC que yo dirigí, y si estuviera viva y coleando sería profesora de ética en este Máster de Reporterismo Internacional: porque serviría para hacer mejor la radio y la televisión públicas que tanto queremos y que merecen ser respetadas por el poder político y por el resto de los poderes a los que el periodismo debe vigilar para que no se propasen. Por eso debemos ser, como quería Alicia, impecables en nuestra deontología profesional, en separar religiosamente las opiniones de los hechos.
Nacida en Madrid en 1955, Alicia Gómez Montano murió en 2020 de un cáncer contra el que luchó como una jabata, con su humor salvaje, probándolo todo porque tenía la inteligencia para sortear todos los obstáculos en defensa de la libertad de prensa y de la dignidad de la profesión. Cuando murió no me quedó más remedio que escribirle un obituario, como si eso fuera una reparación contra lo irreparable de la muerte, y por eso me voy a permitir repetir algo de lo que dije entonces.
Tenía una pasión incombustible por el periodismo, con una ética a prueba de bombas, es decir, de injerencias políticas. Respetaba a sus compañeros y se lo hacía saber, generosa, combativa, incansable, no improvisaba. Era única a la hora de emplear el humor como arma de educación masiva. Todos los que la conocieron rieron a mandíbula batiente y aprendieron con ella. Amante del cine y de todos los placeres del alma y de la carne, lo que más indignó a Alicia en las últimas semanas es que la lucha contra la enfermedad no estaba dando resultado. En eso coincidió con Ryszard Kapuscinski en una de sus últimas entrevistas, cuando confesó entristecido que “los medios han difundido la noticia de que la lucha no da resultados”. Se refería al poder de la información para cambiar las cosas, para preservar la democracia. Un derrotismo que Alicia nunca estuvo dispuesta a aceptar, y por eso daba tanto gusto trabajar a su lado en Reporteros Sin Fronteras. Porque había muchos periodistas que se la jugaban. Me la imagino poniendo el grito y la razón en el cielo con lo que está ocurriendo ahora mismo en Gaza, con el exterminio sistemático de periodistas en particular y civiles en general a manos del ejército israelí, que además impide que entremos a contar con todo detalle lo que están haciendo en los territorios ocupados.
Defensora de la igualdad en RTVE, se desempeñó cuatro fructíferas décadas en RTVE, fue directora de Informe Semanal de 2004 a 2012, y reportera de En portada. Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y profesora de periodismo televisivo en diversos másteres, en octubre de 2018 fue nombrada editora de Igualdad de Televisión Española, un cargo de nueva creación que asumió con el objetivo de garantizar la igualdad entre hombres y mujeres, tanto en contenidos como en presencia activa en el servicio público de radiotelevisión. En 2018 obtuvo la más alta puntuación de los 20 finalistas elegidos entre 95 en el concurso público para presidir la Corporación RTVE. Alicia no dejaba de repetir que todos los gobiernos de la democracia dejaron y aun tienen esa asignatura pendiente: la defensa y puesta al día del papel esencial de los medios públicos. Alicia Gómez Montano siempre mostró preocupación por la independencia informativa y escribió varias tesis sobre el tema. Publicó los libros La manipulación en televisión y Por una mirada ética. Conversaciones con Alicia Gómez Montano.
Me gustaría terminar con un recuerdo que incluí en mi despedida en la revista fronterad: “Anoche, tras asistir al estreno de Prostitutas, una obra de teatro que nos daría para hablar y debatir largo y tendido sobre el fondo y la forma, como tantas veces hicimos, decidí ir al hospital a despedirme de ella. Sabía que la habían sedado hacía varias horas, pero también que no tendría otra oportunidad de decirle adiós. Tres días antes, mosqueada ante los avances de la enfermedad, aprovechaba cada frase para meter un chascarrillo, para, como siempre, bromear sobre las fatigas y alegrías de la existencia. El viaje en metro desde Sol hasta Sanchinarro era largo. Me crucé con los que seguían el curso de su vida, como todos los viernes del mundo. El hospital parecía un hotel en medio de la montaña, con sus luces de posición, y en silencio. Pero un hotel del que no siempre se sale. El portero de noche no me hizo ni caso. Los pasillos desiertos parecían localizaciones para una película negra y melancólica. En su habitación, la 351, había un cartelito como el de los hoteles, para que nadie entrara a perturbar el sueño… O el amor. Llamé quedamente con los nudillos. Me salieron a recibir quienes la cuidaban: “Alicia está dormida”. Le di recuerdos llenos de cariño de parte de todo el equipo de Reporteros Sin Fronteras, de todos los que la queríamos. Entreabrió los ojos, una ranura para ver quién era el impresentable que venía a importunarla esa última noche. Y quiero pensar que se sonrió. Y volvió a cerrarlos. Quiero pensar que mi voz llegó hasta algún rincón recóndito del maravilloso y feraz cerebro de Alicia, que, aunque se apagó esta mañana de enero en Madrid, seguirá acompañándonos en la noche de las ciudades, en la noche del periodismo, de las palabras y las imágenes que nos iluminan en tiempos de penumbra”. Este Fondo de Formación de Posgrado Alicia García Montano para Periodistas Exiliados y Perseguidos es no solo un hermoso acto de justicia, es la mejor manera de mantener su inteligencia y su pasión vivas, a fuego lento.
Presentación del Fondo de Formación de Posgrado Alicia Gómez Montano para Periodistas Exiliados y Perseguidos el pasado 20 de mayo en la sede de la Asociación de la Prensa de Madrid. Fotografía de Macu de la Cruz.