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Mientras tantoEmpatía e imaginación moral

Empatía e imaginación moral

La historia no tiene libreto    el blog de Joseba Louzao

Un estudio publicado recientemente parece
demostrar que los jóvenes norteamericanos son menos empáticos que antes.
Lo contaba David Brooks, uno de esos escasos columnistas que
hay que leer estemos o no de acuerdo con sus postulados, en su tribuna del New
York Times
. Al finalizar su
texto, Brooks se hacía eco de la interpretación del psicólogo Jamil Zaki en Scientific
American
: este descenso estadístico podría
deberse a que los jóvenes actualmente apenas leen.

 

No sé hasta qué punto son fiables estas investigaciones y explicaciones. En
todo caso, resulta evidente que la lectura desata la necesaria imaginación
moral. Por lo que es necesario que los jóvenes lean por placer, en busca de la empatía y libertad. Detrás de una novela, por mala que ésta sea, siempre existen varias preguntas a las que intentar responder. Lo que no es poco.
Lo intenté explicar en uno de los primeros textos que publiqué en
fronteraD
, donde hacía referencia a la enseñanza de la historia en España:

 

“el historiador Carlo Ginzburg sorprendió hace años a un
entrevistador cuando a la pregunta de qué debería hacer un aspirante a
historiador, respondió que leer novelas. La razón era sencilla: proporcionaba y
entrenaba la imaginación moral. Es decir, el extrañamiento. No olvidemos que la
lectura ofrece toda una serie de impagables habilidades cognitivas. Y, por si
fuera poco el motivo anterior, porque la imaginación moral puede arruinar el
otro gran peligro educativo, la enseñanza de una literatura cargada de tópicos
nacionalistas. En definitiva, llegar a ese extraño país que es el pasado
agudiza nuestra forma de empatizar con los demás, e incluso de ser extranjeros
de nosotros mismos por momentos”.

 

Con todo, y al hilo de esta noticia, uno podría comenzar un alegato a
favor de la lectura, crítico y sensible ante el incomprensible desdén social de
lo libresco, pero no lo haré. Porque aún confío en la vigorosa tradición
lectora. El apocalipsis cultural aún no ha llegado, y tardará en hacerlo. Puede que la situación no sea halagüeña, pero sólo basta viajar en cualquier transporte público para observar que aún se lee. Y, no se lo digan a nadie, en las librerías siempre me encuentro
con otras personas comprando un libro. No somos conspiradores ocultos, sólo hacemos uso del libre albedrío, uno de los temas principales de la historia de la literatura.

 


“Hay en la experiencia de leer una felicidad y libertad que
resultan adictivas. Esto explica el vigor de la tradición. La lectura libera.
Se extiende a leer el mundo, la vida, quiénes somos y en dónde estamos. Anima
las conversaciones de lector a lector. Se contagia por los lectores en acción:
padres, maestros, amigos, escritores, traductores, críticos, editores, tipógrafos,
libreros, bibliotecarios y otros animadores del gusto de leer”.

GABRIEL ZAID.

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