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Empezar de cero

Saber empezar de cero es tan importante como saber resistir. La amargura y la mala hostia pudren la vida propia e incluso la ajena, así que es fundamental identificar el momento en el que toca ponerse manos a la obra. Porque ninguna cosecha sale buena sembrando bilis, y es insoportable vivir haciendo de tripas corazón. Además, empezar de cero puede ser entretenidísimo; de hecho, a veces constituye un lujo.

Recuerdo un trabajo en el que me dedicaba a esperar un motivo para dejarlo. «Es una gran oportunidad; aprovéchala», me decían, e intentaba convencerme de ello. Pero no lo conseguí. Y la gota que colmó el vaso fue un programa informático que controlaba exactamente a qué dedicábamos nuestro tiempo; cuánto empleábamos a cada expediente, al desayuno o a ir al baño. «Muchas gracias por todo, pero mis circunstancias personales me obligan a dejar el trabajo», le dije a mi jefa. «¿Qué te sucede?», me preguntó. «Circunstancias personales», respondí, y se quedó con las ganas de saber si meaba más o menos que mis compañeros.

Entonces pude permitírmelo, así que decidí hacer el Camino de Santiago para pensar cómo empezar de cero. Pero no me fui una semana o dos, sino un mes; caminé desde Irún hasta Santiago de Compostela. Quería empezar de cero como Dios manda; incluso me llevé una libreta para escribir, muy concienciado. Y ni me entraba la risa al reparar en la película que me estaba montando.

La idea de no tener nada más que hacer que seguir unas flechas que indican el camino y disfrutar de las vistas me entusiasmó. Además, aunque iba solo, estuve poco tiempo solo; bebí y comí de maravilla con desconocidos estupendos. Más que a la reflexión, me dediqué a la gastronomía. Y acerté, desde luego.

Lo malo es que, ya en Santiago, reparé en que no había decidido qué hacer con mi vida, y había llegado al final del camino. Precipitadamente, me matriculé en Filología Hispánica, lo cual provocó que la independencia económica constituyese un proyecto todavía más utópico. Es decir, aparentemente, me equivoqué. Sin embargo, ahora comprendo que no hice sino anticiparme: me regalé otro motivo para empezar de cero dos años más tarde. Qué maravilla poder hacerlo.

Lógicamente, no siempre se tiene la posibilidad cambiar de rumbo, y no siempre es fácil. Además, para que no se convierta en veneno, el placer debe ir acompañado de moderación. Pero tan estúpido es romper con todo a lo loco como desaprovechar la oportunidad de hacerlo cuando resulta conveniente. Un volantazo a tiempo es una victoria.

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