Compañías pesqueras controladas principalmente por armadores gallegos capturan siete de cada diez merluzas que se pescan en Namibia. El rico caladero de ese país austral es el mayor proveedor de merluza del mercado nacional y contribuye a saciar el tradicional apetito de los españoles por la merluza. En 2010, el consumo fue de 4,6 kilos per cápita, según datos oficiales. Sólo el valor de mercado en España de la merluza congelada namibia alcanzó los 300 millones de euros en ese mismo año.
A día de hoy, como afirma Petrus, un pescador namibio que relata con amargura la dominación económica foránea de su país y la precariedad con la que trabajan los pescadores locales, “los extranjeros controlan la pesca en Namibia: los rusos monopolizan la captura del jurel; los españoles el pescado blanco ─merluza y rape fundamentalmente─, mientras que la presencia china está en auge, dedicándose a la pesca de tiburones, langosta y otras especies”.
“La industria pesquera está dominada por España, eso no es un secreto”, cuenta al Consorcio Internacional de Periodistas de (ICIJ) Cornelius Bundje, subdirector del Instituto Marítimo y de Pesca Namibia. Añade el sindicalista Daniel Imbili desde su despacho de Walvis Bay, centro neurálgico del sector pesquero de Namibia, que “miles de millones de dólares namibios se van a España. El dinero no es invertido aquí y la riqueza se marcha de Namibia”.
La presencia empresarial española en África no es especialmente notable si se exceptúa el sector pesquero. En las últimas décadas, gracias a acuerdos de pesca promovidos por la Comisión Europea con Estados africanos o a sociedades mixtas creadas entre empresas españolas y locales, la flota pesquera española de altura ha conquistado los mares desde Marruecos hasta Seychelles, pasando por Mauritania o Mozambique, entre otros países.
Y, efectivamente, también Namibia, un tercio de cuya población vive con menos de un dólar al día y cuya tasa de desempleo está próxima al 50 por ciento. Uno de los tesoros naturales y económicos del país es la pesca. La costa namibia se extiende 1.570 kilómetros desde la frontera norte con Angola hasta llegar a Suráfrica por el sur. En esa parte del océano Atlántico el mar es proceloso y la costa resulta peligrosa para los barcos. Las nieblas y los fuertes vientos la hacen especialmente inhóspita. De hecho, sólo dos ciudades albergan puertos que se puedan describir como tal: Walvis Bay y
Lüderitz.
La Corriente de Benguela, que llena de nutrientes las aguas namibias, ha permitido desde hace medio siglo la pesca masiva de dos especies que se agrupan comercialmente bajo el nombre de merluza de El Cabo y que científicamente se refieren a Merluccius capensis y Merluccius paradoxus.
Al igual que sucede en el resto del mundo, donde el 85 por ciento de las poblaciones de peces han sido sobrepescadas por encima o cerca de sus límites de supervivencia, conforme a estimaciones recientes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la merluza namibia ha sido capturada más allá de los límites que garantizan su sostenibilidad. Según un informe de 2010 del instituto científico oficial namibio, NatMIRC, la población de la merluza en las aguas jurisdiccionales de ese país sólo representa actualmente el 13 por ciento de la biomasa existente en la década de 1960.
Carola Kirchner, hasta hace pocos meses principal asesora científica del Ministerio de Pesca namibio, señala que “no ha sido una buena idea ni por razones biológicas ni económicas” incrementar la cuota anual de capturas desde 140.000 toneladas de la pasada campaña hasta las actuales 180.000, cuando los científicos habían recomendado sólo 145.000. Kirchner añade que “es cuestionable que la integridad de esa pesquería se preserve con tal magnitud de capturas”.
La merluza es el negocio pesquero más lucrativo de Namibia. Está monopolizado por una decena de armadores de origen español que han creado sociedades de capital mixto junto a empresarios locales. Lo ha logrado gracias a tres razones principales. En primer lugar, por su habilidad para establecer buenas relaciones con las personalidades clave del régimen postcolonial, beneficiarias de un sistema arbitrario de asignación de
derechos de pesca, y convertirlas en sus socios. Segundo, por su destreza para aportar los conocimientos técnicos con el fin de desarrollar una industria puntera. Y, finalmente, por el firme y constante apoyo que las instituciones españolas han otorgado a los armadores afincados en Namibia.
Alianza económica con la elite gobernante
Namibia logró su independencia en 1990 gracias al empuje guerrillero y revolucionario de la Organización Popular de África del Sudoeste (SWAPO) en su lucha contra el régimen segregacionista de Suráfrica. Desde entonces, el movimiento encabezado por Sam Nujoma, el Nelson Mandela namibio, buscó alianzas con operadores foráneos para
desarrollar la economía del país y sacudirse el dominio surafricano.
La nueva burguesía burocrática postcolonial, de la que hablaba Riszard Kapucinski para toda África, halló en empresas pesqueras españolas, que operaban de forma no regulada en el caladero namibio desde los años sesenta, la oportunidad de satisfacer ese anhelo desarrollista de joven nación. Así fue como a comienzos de los noventa, Ángel Tordesillas, entonces director general de Pescanova para el África austral, entabló amistad con Nujoma, relación que facilitó que esa empresa gallega pudiera establecer una gran factoría en Lüderitz, ciudad situada al sur del país que en 1990 era un lugar depauperado y despoblado y que dos décadas después ha triplicadoel número de habitantes y se ha convertido en uno de los centros económicos más importantes. “Podemos decir que Lüderitz es Pescanova”, dice el ex embajador español en Windhoek, Alfonso Barnuevo. Cerca de dos mil de los 32.000 vecinos de Lüderitz trabajan en sus instalaciones y barcos.
Novanam, la marca namibia de la tercera compañía pesquera europea en ventas y mayor suministradora mundial de merluza, controla al menos un 20 de la cuota anual de esa pesquería. En 1995, cuando la empresa se namibianizó para lograr exenciones fiscales, entre otras razones, Pescanova retuvo el 49 por ciento de los títulos de propiedad, un dos por ciento quedó en manos de los trabajadores, y el 49 restante pertenece a individuos e instituciones anónimos. Durante medio año, el ICIJ solicitó repetidas veces entrevistas a responsables Pescanova, antes de que su jefe de prensa contestara en un escueto mensaje electrónico: “Declinamos su invitación para realizar entrevistas”.
El líder sindicalista Daniel Imbili cuenta que “todo el mundo teme a Pescanova, el campo de juego no es igual para todos”. Imbili no duda en decir que “Tordesillas es muy poderoso en Namibia porque él está presente en el mismo Gobierno”.
Esa alianza entre los armadores españoles y la nomenklatura del SWAPO se ha visto favorecida por el sistema de asignación de derechos de pesca controlado por esa elite que gobierna el país desde su independencia. Los derechos son distribuidos de forma arbitraria y opaca a personas bien relacionadas con el SWAPO que luego los venden al mejor postor a través de sociedades mixtas regidas por empresas españolas. También el
Ministerio de Pesca y Recursos Marinos de Namibia rechazó en numerosas ocasiones responder a las preguntas realizadas por ICIJ.
“La corrupción es un elemento fundamental a la hora de adjudicar las concesiones de pesca a particulares”, señala el economista Charles Courtney-Clarke. Convencido de sus afirmaciones, este experto dice que “el Gobierno namibio ha sido incapaz de sacudirse la dominación de la industria pesquera por parte de las empresas extranjeras porque” los líderes del SWAPO “carecen de una plan real de acción que no sea beneficiarse directamente del control sobre los recursos”.
El director general español de una de esas sociedades, con la condición de preservar su anonimato, explica que los socios namibios “obtienen grandes salarios mensuales, pero apenas trabajan”. Recalca que cuando visitan la fábrica, “no pueden soportar el olor a pescado, pero los necesitan porque son titulares de derechos de pesca. Aquí todos necesitamos a este tipo de gente, por su capacidad de influencia política”.
Un ejemplo paradigmático de esa privilegiada relación es el de José Luis Bastos, empresario de origen español que reside en el país africano desde 1966 y que obtuvo la nacionalidad namibia para poder desarrollar sus negocios en plenitud de derechos. Bastos es propietario de una finca de 50.000 hectáreas, extensión similar a la isla de Ibiza, en la reserva natural de Naukluft, el mayor parque nacional del mundo. Confiesa que hizo mucho dinero gracias a la pesca de la sardina –hoy casi extinguida en aguas namibias- y el rape. No recela en decir abiertamente desde su despacho en Walvis Bay que su empresa está “sobrepescando merluza” y que “no tiene ningún problema en decirle esto al ministro” de pesca: “Necesitamos más cantidad para poder sobrevivir”, explica. Gran amigo del llamado Padre Fundador de la Nación y hasta la fecha la personalidad namibia más influyente, Sam Nujoma, Bastos dice despreocupado: “Si van a multarme, deben hacerlo, ya veré qué hago con las posibles sanciones”. No teme represalias por su estrecha relación con la elite post-revolucionaria.
Respecto al ministro de Pesca, Bernard Esau, al que Bastos parece no temer, denunció el pasado mes de abril que algunas empresas dedicadas a la merluza estaban tratando de chantajearle para que aumentara las capturas. Si esa presión le afectó o no, lo cierto es que la cuota se ha incrementado en un 29 por ciento para la temporada 2011-2012, una decisión al margen del consejo de los científicos.
La Wall Street del pescado
Al igual que ocurre en el sector minero, principal riqueza de la joven nación namibia, la transferencia de tecnología extranjera en el sector pesquero ha sido fundamental para desarrollar una industria en un país carente de conocimientos técnicos propios.
De tal forma que los armadores españoles no sólo se han lucrado de su habilidad para establecer estrechos vínculos con la clase gobernante namibia, sino que han transferido su larga experiencia técnica creando una industria que da trabajo a 9.000 namibios. No en vano, España es el principal inversor extranjero desde la independencia.
En la parte norte del puerto de Walvis Bay se extiende la avenida Ben Amathila, llamada popularmente la Wall Street del pescado. Una serie de factorías propiedad en su mayoría de sociedades regidas por españoles jalonan esa larga vía. Los barcos descargan sus mercancías en los muelles privados y son procesados a pocos metros de distancia en instalaciones que cuentan con tecnología punta. Fuentes de la industria aseguran que en ningún otro lugar del mundo se encuentran unas instalaciones de procesamiento de pescado tan bien organizadas logísticamente.
Las relaciones diplomáticas hispano-namibias siempre han sido muy fluidas. Nujoma rindió cinco veces visita a España entre 1983 y 1996. En sus primeros contactos con las autoridades españolas buscó como líder del SWAPO la colaboración española para conseguir el apoyo en Naciones Unidas de los líderes iberoamericanos. Además, España brindó siempre su ayuda política para que Namibia obtuviera la independencia.
Los reyes de España visitaron el país africano en 1999. Mientras que el anterior ministro de Pesca namibio, Abraham Iyambo, realizó cuatro visitas oficiales a España entre 2002 y 2009, y hasta tres diferentes ministros españoles del ramo viajaron a Namibia entre 1996 y 2006.
En gran medida, estas buenas relaciones políticas están vinculadas al hecho de que varias compañías pesqueras españolas hallaron un lugar donde fueron bien recibidas para desarrollar sus actividades. Al menos 27 barcos fueron exportados a Namibia con ayudas públicas, allí se crearon sociedades mixtas, y España presionó para que el país africano no alcanzara acuerdos de pesca con la Unión Europea que pusieran en peligro el acceso privilegiado de los pesqueros españoles al caladero namibio.
Además, las ayudas en cooperación y desarrollo de España hacia Namibia han sido generosas en la última década. De acuerdo con los últimos datos oficiales disponibles en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), sólo entre 2006 y 2009, España ha destinado a proyectos de cooperación más de 52 millones de euros. Algunos de los proyectos subvencionados, desde la década de los noventa, están vinculados al sector pesquero. Así, la Xunta de Galicia y el Gobierno central han financiado proyectos de investigación en el NatMIRC, entre los que se encuentran la evaluación de la población de la merluza.
Carmen Sendino, coordinadora de la AECID en Windhoek, no quiso comentar in extenso la razón de la cuantiosa ayuda española a un país sin lazos culturales históricos, pero en una palabra sintetizó el motivo principal: “Pesca”.
“España ayuda al gobierno namibio, y éste recompensa esa colaboración mediante la industria de la merluza”, señala el sindicalista Imbili.
Peter Pahl, director de la compañía pesquera namibia Seaworks, asegura que esa ayuda pública tiene el objetivo de practicar lobby a favor de las compañías pesqueras españolas que operan en Namibia. En ese sentido, Pahl subraya que “el Gobierno de Madrid están siendo proactivo”.
Fuentes de la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional respondieron a ICIJ que el hecho de que el fin de “la ayuda a Namibia haya centrado sus esfuerzos en el ámbito de la pesca, no es para contemplar los intereses de la industria pesquera española”, sino que “por petición expresa namibia, tiene como objetivo fortalecer el sector pesquero namibio, uno de los principales sectores económicos del país al representar el 6,2% del PIB de Namibia y más del 25 % de los ingresos por exportaciones”.
Bastos también niega que sus amistades políticas redunden en favores en los negocios. Este empresario y filántropo, que financia escuelas para no ver más niños namibios asistiendo sentados a clase bajo un árbol, muestra orgulloso un cuadro colgado en su despacho donde posa Sam Nujoma tras haber abatido un gran antílope en su finca.
Al final de la entrevista, Bastos, alias rey gallego de África y mayor proveedor de merluza fresca namibia a España, revela que está financiando la construcción de una casa para Nujoma en la milla de oro de Walvis Bay.
Marcos García Rey y John Grobler son periodistas y pertenecen al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ por sus siglas en inglés) @ICIJorg (en Twitter). El enlace a la cuenta de Facebook aqui. Una versión reducida de este artículo se publicó en octubre en el diario español El Mundo. Su versión original en inglés en: http://www.iwatchnews.org/2011/10/04/6769/. El reportaje es una nueva entrega de la serie Looting the Seas (“Saqueando los mares”), una investigación internacional sobre las fuerzas que están devastando los ecosistemas marinos de todo el mundo.