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Mientras tantoEn busca de Juan Goytisolo por Tánger

En busca de Juan Goytisolo por Tánger


Medineando, bajando por la calle Siaghin (زنقة الصياغين) en la ciudad de Tánger (ⵜⵉⵏ ⵉⴳⴳⵉ), se nos acerca un hombre con chilabita bisbiseando, musitando algo, repite una palabra: goiti, goiti, goiti… Sin parar le miramos extrañados, algo sorprendidos. ¿Goiti, qué goiti…? Continúa hacia abajo a nuestro lado, murmurando entre dientes: goyti, goyti, goyti… (ahora con i griega). Nos detenemos, sospechando, debido al cambio. Nos mira directamente y dice, más claramente y estirándose la punta de la capucha con el meñique: goiti, goyti… goytisolo… solo, solo… ¿Estáis buscando a Goytisolo?

Sí, le decimos. Venimos de España, Madrid.

Pues venid, cerca, que yo busco a unos de España, pero que tengan el libro adecuado en sus manos, y que conozcan su obra. Y que hayan llegado hasta aquí, de medineo, medio perdidos por el mundo, por él, Juan, el sin Tierra, el Lanas. Que sepan la relación tan estrecha que tenía con este país, el reino de Marruecos ( المملكة المغربية ), donde murió en 2017. E incluso… esperad… que incluso… no sé… que hayan estado en París (rue Poissonnière, 33), pero en los barrios de inmigrantes de ahora, obviando los Campos Elíseos esos, donde los presidentes, buscando sus huellas, del escritor, tras sus palabras y lenguaje mural de las paredes, las pintadas que quedan del Monstruo del Sentier transcritas en Paisajes después de la batalla y El exiliado de aquí y de allá, libros. También tengo algunos de él traducidos al árabe, para… Mirad, aquí llevo apuntado su nombre en árabe, para que veáis que no os engaño y os quiero.

A ver, a ver…

خوان غويتيسولو

La evidencia es absoluta.

Entonces os llevo mañana hasta Larache, hasta su tumbita, y junto a él y Genet me leéis en su lengua, español de España, tal como lo pensó y escribió.

Claro, sin duda, le decimos.

Bien. A las once en la Place du 9 avril 1947.

Trato hecho.

Y nos damos la mano.

Al día siguiente, entre la muchedumbre y la venta, frente al Cinema Rif, distinguimos a Omar junto a su coche viejo. Bebe té, nos invita a ir a una terraza junto a la mezquita de colores. Con tres tés verdes cargados con menta planeamos el breve viaje hacia el sur.

Escuchad, dice. Tres, dos, uno.

Empieza la llamada del muecín (مُؤَذِّن).

الله اكبر الله اكبر

اشهد ان لا اله الا الل

Pero este no es muy bueno, no me gusta cómo entona, cómo hila. El de la alcazaba es mejor, arriba. De vuelta, si queréis, os llevo a escuchar a mi favorito, por la zona del café Hafa. Viendo el mar, las gaviotas, la otra orilla, España, y escuchando al mejor almuédano de todo el norte de Marruecos, un buen amigo mío.

¡Vale!

Acaba y salimos hacia Larache.

En busca de nuestro querido Juan Goytisolo, el que poco sonríe en las solapas, el que sabe el nombre de todas las cigüeñas de Marrakech (ⴰⵎⵓⵔⴰⴽⵓⵛ), el que será leído en español ante Omar, el que todavía sigue entre nosotros, el que nos empuja a través de sus palabras escritas, impresas y publicadas a exiliarnos todos los días.

Volvemos.

Nos asomamos al puerto.

Volvemos a medinear.

Y medineando, subiendo por la calle Siaghin (زنقة الصياغين) en la ciudad de Tánger (ⵜⵉⵏ ⵉⴳⴳⵉ), se nos acerca un hombre sin chilaba bisbiseando, musitando algo, repite una palabra: has… Y medineando, bajando por la calle Siaghin (زنقة الصياغين) en la ciudad de Tánger (ⵜⵉⵏ ⵉⴳⴳⵉ), se nos acerca otro hombre sin chilaba bisbiseando, musitando algo, repite una palabra: has… hass… Y medineando, subiendo por la calle Siaghin (زنقة الصياغين) en la ciudad de Tánger (ⵜⵉⵏ ⵉⴳⴳⵉ), se nos acerca otro hombre repetido sin chilaba bisbiseando, musitando algo, repite una palabra: has… hass… hasss…

Hachís (حشيش).

No, no queremos hachís. Pero escucha, ¿no sabrás…?



(añadido el 22 de enero de 2020)

vendedor de hachís, susurra misteriosas palabras al oído de un turista inglés pelirrojo, virginal, escandalizado: sugestivas propuestas que fingirá no escuchar, apresurando el paso cada vez que se empareja a él, se desabotona la chaqueta y le muestra, el tiempo de un guiño, los pequeños cilindros tentadores: a cincuenta, cien, doscientas la pieza

Juan sin Tierra, J. G.

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