Hablar de música en España y no hablar de la copla es imperdonable, así que voy a ello.
Considerada por algunos como uno de los palos del flamenco, tuvo su auge en los años 40 y Franco la enarboló como símbolo de la identidad nacional, hasta que el fenómeno colonizador de la música anglosajona en los años 60 la desplazó a un segundo plano.
¿Vosotros qué pensáis de la copla? Porque yo tengo una relación de amor y odio con ella.
De una manera irracional, el apoyo que le dio el dictador ha creado un sentimiento de rechazo hacia el género. Habitualmente, se identifica con la parte más casposa de nuestro pasado y de nuestro presente. Tampoco ayudan los triunfitos ni ese público fiel que espera a su idolatrada Pantoja a la salida de los juzgados. Pero haciendo un análisis estrictamente musical y distanciado de las cargas políticas e históricas, ese es un sentimiento erróneo.
Talentos musicales como Joan Manuel Serrat y Carlos Cano no se dejaron embaucar por los cantos de sirena de sus sentimientos y se encargaron de rescatar a la copla para un público diferente y sacudirle ese manto de moho rancio con el que lo cubría la vieja guardia patriotera.
Al rebufo de Serrat y Cano, intérpretes como Martirio o, más recientemente, Concha Buika, han transitado por caminos que fusionan el jazz y la copla, pero todavía despierta cierto recelo en los círculos musicales del pop. Por eso, hace unas semanas, me emocionó especialmente escuchar hablar a Jorge Marazu de La bien pagá como una de las mejores canciones que se han compuesto jamás. Pero lo que más me gustó es que me enseñó otra manera de arreglar una copla. Espero que a vosotros también os guste y que sirva para reivindicar, decubrir, constatar, comprobar (que cada uno elija el verbo que más le convenga) la grandeza musical de este género.
@Estivigon