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En defensa del Estado

 

Hace una semana nos quejábamos de que las izquierdas no sacaran pecho para afirmar que esta crisis se ha producido por una acumulación de deuda privada, no pública. Las casualidades (o la generosidad del autor) han hecho posible que hace unos días cayera en nuestras manos el libro del economista José Carlos Díez Hay vida después de la crisis. De momento, sólo lo hemos ojeado. Pero eso ha sido suficiente para toparnos con una frase que nos ha encantado: «La tormenta perfecta nos pilló con todo el velamen del endeudamiento desplegado. La deuda externa era (y sigue siendo) mayoritariamente privada, pero igual que en el resto de los países, la sociedad exigió al Estado que resolviese los problemas de coordinación privados». Díez expresa muy bien con este fragmento que hemos entresacado de su libro el reparto de responsabilidades. Y estamos convencidos de que también desempeñará un buen papel el politólogo Antón Losada, que hace unos días, creo que esta misma semana, anunciaba por twitter que acaba de firmar un contrato con una editorial para escribir un libro cuyo objetivo es “defender lo público sin complejos”. También ha revelado en esa red social que se titulará Piratas de lo público.

 

Y, pese a todo… ¡qué poquito de moda está defender al Estado ahora! La culpa la tiene la prima de riesgo. ¡Maldita prima! Mide el diferencial de rentabilidad que los inversores piden para comprar deuda pública española frente a la alemana. ¡A cuántos analistas habremos escuchado decir que a las empresas españolas les es muy caro financiarse porque sufren el estigma de ser españolas, de tener su domicilio social en un Estado derrochador! ¡Con lo bien que han hecho ellas las cosas!

 

Tan bien, tan bien, no las han debido de hacer. La crisis económica tiene como causa, se lo acabamos de leer a José Carlos Díez, el sobreendeudamiento privado. ¿Qué, si no, eran las hipotecas subprime?, ¿cómo se explica que prácticamente todas las inmobiliarias españolas estén quebradas o a punto de estarlo?, ¿por qué muchas empresas del Ibex-35 están inmersas en procesos de desinversiones para pagar lo que deben? ¡Pero si hasta El Corte Inglés ha anunciado una reestructuración de su deuda!

 

 

En la deuda pública cotiza también el riesgo de la privada


La prima, la dichosa prima de riesgo de la deuda pública española, recoge también en su evolución el peligro de que parte de la deuda privada pueda socializarse y acabe engrosando la soberana. ¿O no ha sido esto lo que ha ocurrido con la deuda bancaria? ¿O no se ha asumido como déficit público el rescate europeo a las entidades financieras españolas?

 

No me vengan con eso de que las cajas de ahorro (especialmente Bancaja y Caja Madrid, fusionadas en el engendro Bankia) tienen la culpa de todo y que eran públicas y todo eso. Tratamos de contribuir al desmontaje de mitos y no, las cajas de ahorros no eran entidades públicas, por la simple circunstancia de que no consolidaban sus resultados con los del Estado. Ni siquiera creemos que el hecho de que fueran dirigidas por políticos fuera el mayor pecado de estas instituciones. Como ocurre en el sector privado, en el que hay gestores buenos y gestores malos, piratas y gente honrada, entre los políticos y la gente a la que contratan ocurre lo mismo. Asi, las cajas vascas son un ejemplo de buena banca, o Ibercaja, por mencionar sólo unos pocos casos.

 

La gestión pseudo-pública (por el solo factor de tener políticos al frente) no es peor que la privada. De hecho, consideramos que el gran pecado de las cajas de ahorros fue, merced a normativas y eventos históricos sucedidos entre finales de los setenta y principios de los ochenta, meterse directamente a competir en el mercado, asumiendo sus reglas. Fue su mercantilización la que las arruinó. Porque se las animó a comportarse como bancos en cuanto a la comercializacion de productos, pero se cometió un grave error: no se les permitió ampliar capital, no podían fortalecer sus recursos propios, su músculo para, en definitiva, soportar esa mayor asunción de riesgos, esa mayor concesión de créditos. Miguel Blesa se marcó como primer objetivo al llegar la presidencia de Caja Madrid duplicar el balance de la entidad, lo que en román paladino significa duplicar el volumen de préstamos concedidos. Ese tipo de decisiones fue lo que convirtió a las cajas de ahorro en bombas de relojería.

 

Independientemente de lo que piensen de las cajas, porque puedo no haberles convencido, ahí están entidades tan privadas como Northern Rock, como Lehman Brothers, como Royal Bank of Scotland, como Citi… A todas ellas las tuvo que rescatar el Estado.

 

 

Reducir el tamaño del Estado para poder ahogarlo en la bañera

 

Pero no estamos aquí para hablar de cajas ni de bancos, sino para defender al Estado. A él se le ha pedido pagar la factura de los errores particulares y ahora, casi esos mismos agentes privados rescatados son los que están peleando por su desaparición. Les estorba. No vaya a ser que haya escarmentado y regule mucho más y mucho mejor las actividades mercantiles para evitar que vuelva a pasar otra vez lo mismo: que se forren mientras se hincha la burbuja y tengamos que pagarles entre todos la factura de su pinchazo.

 

Inundándolo con deudas (e impidiendo que pueda recaudar de los bolsillos más llenos), tienen la excusa perfecta para acabar con él. Para, como decía algún republicano estadounidense, reducirlo al tamaño ideal que permita ahogarlo en la bañera. O, mejor, hasta la dimensión idónea para que pueda volver a pagar otra vez sus platos rotos. Y, ojo, no estamos en contra de los rescates bancarios. Lo que pasa es que no nos gusta cómo se han hecho.

 

Pese a lo que nos quieran hacer creer los liberales, o los neoliberales, la historia del Estado es gloriosa. Nos quejamos de su ineficiencia, de la burocracia, de lo vagos que son los funcionarios… Frente a estos problemas de funcionamiento de lo público, los liberales han enarbolado la bandera de la privatización a ultranza. Lo mejor para ellos es que todo funcione bajo la lógica del lucro. Por favor, reflexionen, hagan una lista con las veces en que han sufrido alguna ineficiencia o chapuza por parte de empresas u operarios privados…

 

Nos gustaría ir más allá del análisis de la eficiencia de lo público y de lo privado. El Estado ha tenido un papel de garante de los derechos políticos y de la seguridad jurídica de los ciudadanos. Sólo el Estado nos ha convertido en ciudadanos. También ha sido él el que ha hecho posible las políticas sociales para establecer condiciones de mayor igualdad entre las personas. Pero si no entendemos el papel que ha tenido este invento moderno en las sociedades tampoco llegaremos a comprender hasta qué punto su debilitamiento progresivo está en el origen de la creciente desigualdad social.

 

Antes del Estado sólo había Edad Media, señores y siervos. ¿Queremos volver a ella?

 

¿Si no hay Estado, dónde se va a materializar la democracia?, ¿si no hay Estado, quién se va a ocupar de corregir los desequilibrios sociales? ¡Claro! ¡No había caído! ¡El mercado! Pero la utopía neoliberal, más que utopía, es un camelo.

 

 

Ejemplo práctico: Bankia y los extraños acontecimientos de esta semana

 

Esta semana hemos asistido a un acontecimiento que nos muestra cómo sería el mundo gobernado por la mano invisible del mercado. Bankia vuelve a ser protagonista. El 28 de mayo comienzan a cotizar 11.700 millones de acciones fruto de la ampliación de capital que se efectúa para hacer posible la inyección del Estado a través del FROB y con dinero europeo, por un lado; por la conversión de preferentes, por otro; y por la emisión de dinero nuevo, en tercer lugar. Antes de llegar el 28 de mayo, concretamente, el jueves pasado, el 23 de mayo, dos grandísimos inversores, Crédit Suisse y UBS, que presuntamente acudieron a la ampliación de capital (compraron acciones nuevas), vendieron un montón de esos nuevos títulos, pese a no tenerlos en la mano. No sabemos todavía si es legal, o no, porque la Comisión Nacional del Mercado de Valores aún lo está investigando. ¿Cómo nos dimos cuenta? Porque Jesús de Blas, analista de Crédit Agricole-Mercagentes, nos dio el chivatazo. Nos alertó de que esas dos entidades suizas estaban vendiendo más acciones de las que en ese momento tenía Bankia en circulación en el mercado, más de las que estaban cotizando.

 

Aunque sea legal, hay que tener en cuenta que los inversores particulares, sobre todo los forzosos, a quienes Bankia vendió preferentes, instrumentos financieros que ahora se transforman en acciones, no tienen ni la información ni la capacidad real de vender a corto (así se llama la operativa de Crédit Suisse y UBS que consiste en vender lo que uno no tiene -normalmente, para operar de ese modo, se toman prestados los títulos a un inversor que sí los tenga-). Si las dos entidades suizas tuvieron la oportunidad de vender a 1,40 euros las acciones de Bankia, hundiendo la cotización por tan salvaje suelta de papel, los pequeños inversores sólo tendrán la capacidad de venderlas a, como mucho, 0,65 euros por acción, que es el precio de cierre del viernes. ¡Qué desequilibrio!

 

Así es una sociedad sin Estado, sin control, en la que la democracia se subcontrata en la mano invisible del mercado: se impone la ley del más fuerte sin que exista la posibilidad de que se equilibren los poderes con la intervención de una mano racional. Pero es que, dicen, el Estado, ese terrible Leviatán, reprime nuestras libertades, mientras que en el mercado todos somos libres e iguales, sólo ahí es posible ver una democracia real.

 

“Ve al mercado sin un duro y verás la libertad de la que gozas”, decía el maestro José Luis Sampedro.

 

Pero lo que ha ocurrido estos días en Bankia no ha sucedido en la utópica sociedad sin Estado de los neoliberales, sino en un Estado democrático con entes reguladores como la CNMV que, en teoría, se dedican a combatir casos de información asimétrica. Lo que decimos: los Estados continúan en retirada.

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