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Sociedad del espectáculoCabaret de las ideasEn el comer y el rascar, todo es empezar

En el comer y el rascar, todo es empezar

Macu: Buenas tardes a todos… Bienvenidos… Empezamos como siempre presentando a los lectores de esta tarde… Ya conocen a algunos. Están con nosotros dos leyendas de la radio española: Araceli González Campa, musicóloga y presentadora durante muchos años del programa Clásicos populares, junto a Fernando Argenta, así como de diversos programas en Radio Clásica… y Julián Salgado, periodista que dirigió y presentó durante años los diarios hablados de Radio Nacional de España en sus diversas franjas horarias. Ellos dos junto a otros forman desde 2011 el Grupo Alejandría… Esta tarde nos acompañan también Carlos Navarro, actual director y presentador del Diario de las 14 horas en RNE; Ángeles Bazán, periodista, Premio Ondas por su trabajo cuando dirigió el Diario de la tarde de RNE, actualmente en los informativos de fin de semana en la radio pública; Edith Rodríguez Cachera, vicepresidenta de la sección española de Reporteros Sin Fronteras, que también nos cuenta en los podcast de RNE historias sobre periodistas perseguidos por su defensa de la libertad de información… y Carlos Álvarez, antiguo minero en las minas de León, lector vicioso y empedernido que a veces colabora en la preparación de guiones del grupo y que hoy presentará conmigo este encuentro… Y bueno, empezamos ya… esperemos que no se empachen con tanta comida como vamos a mencionar.

Carlos: No creo… Sopa de letras, no empacha. Pero una cosa antes de empezar… Lamento decirlo porque el Grupo Alejandría suele ser original… pero… es que no sé si hemos caído en las garras de la televisión…

Macu: Pero qué dices… Ni de coña…

Carlos: Pues yo creo que sí, sólo nos falta haber invitado a algún chef…

Julián: Oye, oye… que yo cocino muy bien.

Araceli: Disculpa… y yo también.

Carlos: Uy, madre… esto puede derivar en un máster chef de lectores en cualquier momento… Y luego ese título que has puesto… En el comer y el rascar todo es empezar… con refranes al estilo de Sancho Panza… son ingredientes de programa televisivo…

Macu: Que no, que no vamos a hablar de cocineros, ni a hacer concursos de cocina… siéntate a la mesa… que la cosa va de lo que nos metemos en el cuerpo a través de la literatura… Porque hay que tener mucho cuidado con lo que se come, con lo que se bebe… y con lo que se lee…

Carlos: Eso sí es verdad… al final somos lo que comemos, lo que bebemos… y lo que leemos… Cierto.

Edith: Además, la literatura está llena de comida por todas partes mucho antes de que se inventara la televisión… hay cientos de páginas mencionando comida… y algunas son muy memorables… Y en internet ¡ni os cuento! Las fotos que más abundan en redes sociales, páginas, chats, buscadores… en todo… ¿sabéis cuáles son?

Todos: ¡Las de comida!

Edith: Exacto, por encima incluso de las fotos de gatitos… No digo más.

Macu: Y es que encima… empieza ya la Navidad y los atracones de este año en las comidas navideñas se presentan muy amenazadores… Supongo que después de la pandemia hay muchas ansias frustradas sin resolver… Así es que creo que nos hace falta ilustrarnos bien sobre comida… con literatura de la buena…

Carlos: Vale, vale… Me habéis convencido. Vamos allá…

Edith: [Las primeras frases las pronuncia ella en francés… (hasta lo de “concha de peregrino”)].

Julián: Un día de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso que tomara, en contra de mi costumbre, una taza de té. Primero dije que no, pero luego sin saber por qué cambié de opinión. Mandó mi madre por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalenas, que parece que tienen por molde una valva de concha de peregrino. Y, muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro tan melancólico por venir, me lleve a los labios una cucharada de té en la que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que le causaba. Y convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos, y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que funciona el amor, llenándose de una esencia preciosa, mejor dicho, una esencia que no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal… ¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y de la magdalena…

Edith: [Última parte en francés (desde “Dejé de sentirme mediocre…”].

Navarro: Nos hemos puesto muy finos… muy gourmets, así, empezando en francés… ¡Qué bien!

Macu: Es que esa magdalena de Proust es un clásico indiscutible en la literatura moderna… ya ves tú, una simple magdalena: harina de trigo, levadura, azúcar, ralladura de limón y poco más… pero es un símbolo… la disculpa, el origen y génesis de los cientos y cientos de páginas de A la busca del tiempo perdido… 

Araceli: Vamos a ser prácticos… Ahí se evocaba una merienda francesa… y entonces os voy a invitar yo a otra… inglesa… porque aún no es hora de cenar… ¿qué os parece ir a una merienda, menos gourmet, pero un poco loca?… bueno, muuuy loca…

Macu: Si tú me dices ven, lo dejo todo… ¿qué merienda es esa merienda loca tuya?

Araceli: Habían colocado una mesa grande bajo un árbol frente a la casa, y allí la Liebre de Marzo y el Sombrerero estaban tomando el té. Había un Lirón sentado entre los dos. Estaba profundamente dormido, y los otros dos lo usaban de almohada, apoyando los codos encima de él y hablando por encima de su cabeza.

Ángeles/Alicia: Debe estar pasándolo muy mal el Lirón –pensó Alicia–, aunque, como está dormido, supongo que ni siente ni padece.

Araceli: La mesa era muy larga, pero los tres comensales estaban amontonados en un rincón.

(Los dos a la vez).

Edith/Liebre de Marzo: ¡No hay sitio! ¡No hay sitio!

Carlos/Lirón: ¡No hay sitio! ¡No hay sitio!

Ángeles/Alicia: ¡Pues claro que hay sitio!…

Araceli: …dijo Alicia indignada, y se sentó en una butaca que había en el extremo de la mesa.

Edith/Liebre de Marzo: ¿Te apetece un poco de vino? –insinuó, meliflua, la Liebre de Marzo.

Araceli: Por más que miraba a su alrededor, Alicia no veía nada más que una mesa preparada con el servicio del té.

Ángeles/Alicia: No veo vino por ningún lado, dijo la niña.

Edith/Liebre: No lo ves porque no lo hay.

Ángeles/Alicia: Es de mala educación ofrecer algo que no se tiene –repuso Alicia, enojada.

Edith/Liebre: Como también sentarse a la mesa sin haber sido invitado –dijo la Liebre de Marzo.

Ángeles/Alicia: ¡No sabía que la mesa fuera suya! –se excusó Alicia–. ¡Al fin y al cabo está preparada para muchas más personas!

Araceli: El Sombrerero, que había estado observando a Alicia con mucha curiosidad, abrió la boca para decir:

Navarrro/El Sombrerero: ¡Lo que necesitas es un buen corte de pelo!

Ángeles/Alicia: Debería usted saber –le contestó Alicia mirándole con severidad– que nunca hay que hacer comentarios personales… ¡Es de pésima educación!

Araceli: El Sombrerero puso los ojos como platos al oír el comentario de Alicia, pero lo único que dijo fue:

Navarro/El Sombrerero: ¿En qué se parece un cuervo a una mesa de escritorio?

Ángeles/Alicia: ¡Esto se pone divertido! –pensó Alicia–. ¡Me alegro de que les gusten los acertijos!

Araceli: Y añadió en voz alta:

Ángeles/Alicia: Un momento, creo que puedo adivinarlo.

Edith/Liebre: ¿Quieres decir que sabes la respuesta? –preguntó la Liebre de Marzo.

Ángeles/Alicia: Eso es lo que he dicho exactamente.

Edith/Liebre: Eso no es exactamente lo que has dicho –le dijo la Liebre de Marzo–. Piensa siempre lo que dices.

Ángeles/Alicia: ¡Es lo que hago! –exclamó Alicia–, o, por lo menos, digo lo que pienso, que, al fin y al cabo, viene a ser lo mismo.

Navarro/El Sombrerero: ¡Cómo va a ser lo mismo! –exclamó el Sombrerero–. ¡No es lo mismo decir “veo lo que como” que “como lo que veo”!

Edith/Liebre de Marzo: ¿Cómo va a ser lo mismo? –coreó la Liebre de Marzo–. No es lo mismo decir “me gusta lo que tengo” que “tengo lo que me gusta”.

Araceli: El Lirón intervino… arrastraba un poco las palabras porque todavía estaba dormido… 

Carlos/Lirón: ¡Cómo va a ser lo mismo!… ¡No es lo mismo decir “respiro cuando duermo” que “duermo cuando respiro”!

Navarro/El Sombrerero: ¡Pues, en tu caso, sí lo es! –exclamó El Sombrerero.

Araceli: La conversación languideció durante unos instantes, que Alicia aprovechó para hacer un repaso mental de todo lo que sabía de cuervos y escritorios, que era… bien poco.

Carlos: Esta merienda loca sigue y sigue todo un capítulo… Muy loca, sí…y sorprendente… pero… como yo estaba medio dormido… no sé si llegan a merendar algo… ¿tomasteis té o no?

Araceli: Hummm… veamos… “La mantequilla, de la mejor calidad, se había usado para arreglar el reloj del Sombrerero… Las copas que se habían tomado con el señor Tiempo no bastaron para aplacar su enfado con la Liebre de Marzo y por eso ahora siempre marca las 6… que es la hora del té”… de hecho por eso siempre están tomando té… aunque no sé si se lo beben o no… pero si sé que según manchan un sitio de la mesa se colocan en otro… y así todo el rato…

(A la vez).

Edith: ¡No hay sitio! ¡No hay sitio!

Carlos: ¡No hay sitio! ¡No hay sitio!

Navarro: ¡No hay sitio! ¡No hay sitio!

Macu: Ah… por eso no querían que la niña se sentara… uy uy uy… qué terreno más resbaladizo es el de Alicia en el país de las maravillas… creo que cuando Alicia llega a esa merienda tan loca… ya había tenido un primer contacto con líquidos extraños unas cuantas páginas más atrás… rayando los límites desde el principio…

Araceli: …volvió junto a la mesa esperando encontrar en ella otra llave o, si no, un libro de fórmulas mágicas, que le enseñara a plegarse como un catalejo. Pero no encontró ni una cosa ni la otra, sino una pequeña botella… con un rótulo que decía BÉBEME, escrito en letras grandes.

Ángeles/Alicia: Juraría que no estaba aquí antes, pensó Alicia. ¡Se dice muy pronto eso de BÉBEME! Pero… Antes –se dijo– hay que ver si hay alguna contraindicación, algún letrero que diga veneno, por ejemplo. …/…

Araceli: Pero no había ningún rótulo en la botella que dijera veneno, por lo que Alicia hizo de tripas corazón y se lo llevó a la boca para probarlo. Tenía un gusto muy agradable (sabía un poco a tarta de fresa, y otro poco… a flan, a piña, a pavo relleno, caramelo y tostadas con mantequilla), así que no tardó mucho en beberse el frasco entero.

Carlos: Y ahí empieza todo… mengua y mengua y mengua… después, con un pastel que dice CÓMEME… crece y crece y crece… efectivamente somos lo que comemos… y aquello eran drogas… alucinógenos literarios como mínimo… ¿Quieres probar en otro libro alguna otra droga más inofensiva aprovechando el paréntesis de esa lectura?

Macu: Bueno… no sé si hago bien, pero vuelvo a caer… si tú me dices ven, también lo dejo todo… soy como el del chiste… ¿Por qué te has comido los 6 donuts?… ¡Porque no había más!

Carlos: Muy graciosa… ¿Un poco de vino?

Macu: Me encanta el vino… si lo bebes con moderación y no te emborrachas, es algo exquisito…

Carlos: Creo que los reyes no tienen moderación… ya verás…

Navarro: Al cuarto día dio Holofernes un banquete solo a sus servidores, sin invitar a ninguno de sus oficiales:

Julián/Holofernes: Ve y persuade a esa mujer hebrea que venga a comer y beber con nosotros…

Navarro: Al punto Judit se vistió y se atavió de todo su aderezo femenil …/… Entró Judit y se sentó …/… El corazón de Holofernes quedó prendado de ella, su alma hervía en deseos de unirse a ella. Desde el día que la vio estaba aguardando una ocasión para rendirla.

Julián/Holofernes: Bebe y alégrate con nosotros.

Edith/Judit: Beberé señor, que yo tengo este día por el más grande de toda mi vida. 

Navarro: Holofernes se alegró sobremanera con ella, y bebió tanto vino cuanto jamás lo había bebido desde el día que nació …/… Quedó Judit sola en la tienda y Holofernes tendido sobre su lecho, todo el bañado en vino …/… Puesta entonces en pie junto al lecho dijo en su corazón:

Edith/Judit: Señor, Dios todopoderoso: Mira en esta hora la obra de mis manos para exaltación de Jerusalén… 

Navarro: Y acercándose a la columna del lecho que estaba a la cabeza de Holofernes, descolgó de ella su alfanje; llegándose al lecho le agarró por los cabellos de su cabeza al tiempo que decía:

Edith/Judit: Dame fuerzas Dios de Israel en esta hora.

Navarro: Y con toda su fuerza le hirió dos veces en el cuello, cortándole la cabeza…

Carlos: Seguro que era un vino exquisito… pero… para ser inofensivo este vino resultó mortal… ¿Eh, Macu?… piénsate mejor la próxima vez si debes ir a donde te inviten a vino…

Macu: No me asustas… el alcohol es traicionero… está bien saberlo… yo también te puedo llevar a sitios peligrosos… pero un poco más divertidos… y sin muertos…

Carlos: Yo a botellones no voy…

Macu: Nada de botellón… nosotros somos más de taberna… y fíjate la que se montó en la taberna aquella, La cola del cocodrilo.

Carlos: ¿La cola del cocodrilo? ¿Ese antro dónde está?

Macu: Pues es un antro muy… muy de tu estilo creo yo… está en la vieja Tebas, cerca del Nilo… se bebe cerveza y otras cosas… la copa estrella se llama Cola de Cocodrilo… de ahí el nombre del local…

Araceli: Leí esa novela hace mucho… Sinuhé el egipcio… había un poco de lío entonces en Tebas… como ahora con las terrazas en Madrid… que si se montan escándalos, que hay que quitarlas, que si los vecinos protestan…

Carlos: ¿Había lío por las terrazas en Tebas?

Macu: No exactamente, pero lío había… el lío lo habían montado los sacerdotes que mandaban mucho. Un sacerdote defendía al dios de siempre, Amón, en lugar de al nuevo dios que había impuesto el faraón, Atón… y estaba en La cola del Cocodrilo montando bronca… llevaba muchas colas encima, y se puso a amenazar a todos a cuenta de un dios y de otro… y entonces el dueño, Kaptah, que había sido esclavo antes de ser tabernero, tuvo que darle un porrazo para poner orden… escucha cómo defiende su oficio de tabernero… ¿Quieres ser el tabernero?

Carlos: ¡Toda la vida he querido ser tabernero! ¡Por fin!

Carlos/Kaptah: A mi juicio, el oficio de tabernero es también el más seguro de todos, porque la sed del hombre permanece inalterable pase lo que pase, y aunque se tambalease el poderío de los faraones, y los dioses se cayesen de sus tronos, las tabernas y las hosterías no estarían más vacías que antes. Porque el hombre bebe vino en su alegría y lo bebe en su tristeza; en el éxito alegra su corazón con el vino y en el fracaso lo consuela de igual modo; bebe cuando está enamorado y bebe cuando su mujer lo apalea. Acude al vino cuando los asuntos van mal; riega sus beneficios con el vino. Ni siquiera la pobreza impide al hombre beber vino. Y lo mismo ocurre con la cerveza, si bien he hablado del vino porque es más poético y suscita la elocuencia, puesto que, cosa curiosa, los poetas no han compuesto todavía poemas en honor de la cerveza, lo cual no es justo, porque la cerveza puede también, en caso de necesidad, procurar una embriaguez y un dolor de cabeza todavía mejor. Pero no quiero importunarte con el elogio de la cerveza y vuelvo a mi asunto, y por esto he invertido en esta taberna mis economías de oro y plata. Verdaderamente, no imagino oficio más agradable …/… Pero perdóneme que me extravíe de nuevo, es que no he podido acostumbrarme todavía a esta cola de cocodrilo que me suelta la lengua…

Macu: Yo no soy tabernera, pero es cosa sabida… beber sin comer es peligroso… y discutir de religión o de política mientras se bebe, más todavía… recuérdalo, Carlos.

Carlos: Bueno, bueno… hay ciertas cenas que son peligrosas en sí mismas… se discuta o no, de cualquier cosa… se beba o no, se coma o no…

Macú: ¿Sííí? A qué cena te refieres…

Julián: Pues por ejemplo a la que acude un cierto don Juan invitado por el Comendador en un cementerio… pero no quiero hablar de esa cena, que ya estuvimos allí en noviembre… y además es puro teatro y hoy estamos a comer y beber…

Carlos: Dejemos entonces esa cena peligrosa para otro noviembre, de otro año… yo solo digo que cuidado con ciertas cenas… y todavía más cuidado con lo que te ofrece comer, en cualquier circunstancia, según qué personaje…

Macu: Qué intriga… acláranos algo…

Carlos: Tú, escucha… en este momento vamos a ver a ¡un conde!

(Se pone de pie Navarro).

Macu: ¡Anda ya! ¿Qué conde? ¿El Conde Drácula? Ese sólo come sangre…

Carlos: ¡Claro que no!… este es el único, el inimitable y personalísimo… conde de Montecristo… cenando con una dama y… ¡urdiendo su venganza!

(Se pone de pie Ángeles).

Navarro/Montecristo: ¿Creéis que el verdadero sabio ataca descaradamente al individuo mismo? No: la ciencia gusta de los rodeos, de las invenciones ingeniosas, de la imaginación, si así se puede decir. Por ejemplo, el excelente abate Adelmonte, de que ha poco os hablaba, había hecho experiencias maravillosas bajo este punto de vista.

Ángeles: ¿De veras? 

Navarro/Montecristo:  Sí: una sola os citaré. Podéis sentaros… Tenía un jardín hermosísimo lleno de legumbres, de flores y de árboles frutales. Entre las legumbres elegía la más humilde de todas, una col, por ejemplo, y por espacio de tres días la regaba con una disolución de arsénico. Al tercer día la col enfermaba poniéndose amarilla: era la ocasión de cortarla. Para todo el mundo estaba madura, solo para el abate Adelmonte estaba envenenada. Entonces la llevaba a su cuarto, cogía un conejo –pues el abate Adelmonte tenía una colección de conejos, de gatitos y de conejillos de Indias tan buena como su colección de flores y de legumbres–, cogía un conejo, repito, y le daba de comer una hoja de la col… con que… se moría. ¿Qué juez se atrevería a encontrar en esto nada malo? …/… Tenemos pues al conejo muerto, sin que la justicia se alarme. El abate Adelmonte hace que su cocinera le saque las tripas, que arroja en un basurero… al basurero acude una gallina que picotea los intestinos… la cual enferma y muere la siguiente mañana. Cuando está agonizando convulsiva, pasa un milano, se lanza al cadáver, se lo lleva, y sobre una roca se lo come. Tres días después, el pobre milano, que desde aquel banquete no goza de salud perfecta, en lo más raudo de su vuelo se siente mareado, cae, y ¿dónde viene a caer?… al estanque de vuestra casa… las anguilas, los esturiones y las morenas, que son golosas como sabréis, se lo comen…. Pues bien: supongamos que al día siguiente os sirven en la mesa la anguila o el esturión envenenado en cuarta generación… vuestro convidado se envenenará a la quinta, y morirá a los ocho o diez días de dolor de entrañas, de mal de corazón o de ataques al píloro. Hecha la autopsia, los médicos dirán:

—Este caballero ha muerto del tifus o de un tumor en el hígado.

 

Carlos: ¡Et voilà!

Macu: ¿Cómo que voilà? ¿A quién estaba enseñando el conde a envenenar a través de la comida en quinta generación?… no me gustas nada cuando te pones en plan brujo y aristócrata envenenador…

Carlos: La señora a la que ilustraba Montecristo es madame de Villefort, la esposa del procurador de quien Montecristo se quiere vengar… y esta Madame de Villefort sabe lo suyo de venenos, por su propia cuenta… pero Montecristo no quiere dejar cabos sueltos, así es que la instruye con precisión… le amplía conocimientos… muy rebuscado todo… pero no me negarás que muy eficaz…

Araceli: Esa novela es de lo más eficaz que hay en novela… no sé si hay herederos de Dumas aún con derechos, pero no paran de hacerse versiones y versiones del Conde de Montecristo, películas y series una y otra vez…lLos herederos deben ser millonarios…

Macu: A mí el hilo de contaminación continua que se recoge en esa cena me ha dejado impresionada, así es que no pienso comer en una temporada ni coles, ni gallinas, ni pollos, ni repollos, ni caza, ni pescado de los estanques privados… por lo menos en un trimestre…

Araceli: Habrá que pasarse al marisco y al jamón ibérico.

Julián: Por favor… podríamos comer algo más natural, más… no sé… más sencillo, más ecológico… algo que no entrañe peligro… que no esconda ponzoñas… quizá un poco de fruta fresca como esas granadas que ha puesto Pámela en el cartel de este Encuentro…

Carlos: ¿Os gustan los higos?

Macu: A mí me encantan, son mi fruta favorita…

Carlos: Julián, ¿quieres ser el emperador Augusto?

Julián: ¡Claro!

Carlos: ¡Te vas a enterar!… y tú, Araceli, ¿su esposa Livia?

Araceli: Livia le dijo a su hijo Tiberio que se mantuviera en constante comunicación con ella durante su viaje a los Balcanes y que viajase con toda la lentitud que le fuera posible, porque podía llamarlo en cualquier momento.

Julián: Augusto, que lo había acompañado hasta Nápoles, navegando cerca de la costa, enfermó de repente del estómago.

Araceli: Livia se dispuso a cuidarlo…

Julián: …pero él se lo agradeció y le dijo que no era nada; podía cuidarse por sí mismo. Fue a su propio botiquín y tomó una enérgica purga, después de lo cual hizo un día de ayuno. Le prohibió que se preocupase por su salud; ya tenía bastantes problemas. Se negó, riendo, a comer nada que no fuese pan de la mesa común y agua de la jarra que ella usaba, e higos verdes que él mismo cogía del árbol.

Araceli: Nada parecía haber cambiado en sus modales para con Livia, ni los de ella para con él, pero cada uno de los dos leía los pensamientos del otro.

Julián: A pesar de todas sus precauciones, su estómago volvió a empeorar. Tuvo que interrumpir su viaje en Nola.

Araceli: Desde allí Livia envió un mensaje llamando a Tiberio. 

Julián: Cuando éste llegó …/… Augusto se moría y quería verlo …/…

Carlos: Tiberio se acercó a su lecho, donde permaneció unas tres horas, y luego salió para anunciar, con tono acongojado, que el Padre de la Patria acababa de morir en brazos de Livia, con un cariñoso saludo final a él, al Senado y al pueblo de Roma. Agradeció a los dioses por haber regresado a tiempo para cerrar los ojos de su padre y benefactor.

Araceli: En rigor, Augusto estaba muerto ya hacía un día, pero Livia lo ocultó y emitía boletines alentadores o desesperanzados cada equis horas. 

Macu: No sé por qué amenazabas porque me gusten los higos… seguro que ahí había mucha intriga política… pero… El emperador Augusto comía pan de la mesa, agua de la misma jarra que usaba su mujer y los higos que él mismo cogía de la higuera… y se murió… bueno, como se muere todo el mundo, los emperadores y los pobres de solemnidad… le habría llegado su hora… no era joven ya…

Carlos: La hora se la puso Livia querida amiga… la más grande gobernanta que en el mundo ha habido… más de cien páginas después nos enteramos de la verdad de aquellos higos verdes a través de una conversación muy privada que Livia mantiene con su nieto Clau Clau Claudio, futuro emperador… y que es la voz que nos va narrando esta historia a lo largo de esta magnífica novela histórica de Robert Graves, Yo, Claudio. Escucha la verdad dicha por el emperador Claudio…

Navarro/Claudio: … Le formulé las preguntas más penetrantes. Y contestó a cada una de ellas sin evasivas, con tanta serenidad como si hubiese sido un administrador de fincas rústicas explicando al dueño visitante las bajas habidas entre los animales. Sí, envenenó a mi abuelo; no, no envenenó a mi padre, a pesar de las sospechas de Tiberio: mi padre murió de gangrena natural. Pero sí envenenó a Augusto ¡untando de veneno los higos cuando estaban aun en el árbol!… y si, también había envenenado a Agripa, y a Lucio, así como a Marcelo y a Gayo, y…

(Se sienta).

Navarro: … y a un montón de gente más. ¡Mi abuela Livia!

Carlos: Queridos emperadores, Augusto y Claudio… ¡Livia los envenenó a todos!… para asegurarse que el siguiente emperador sería su propio hijo Tiberio… lo hizo con venenos lentos, mucho más efectivos y menos sospechosos… y envenenó aquellos higos uno a uno… en el árbol… seguro que eran higos de esos que llaman de cuello de dama…

Macu: Me has puesto de los nervios… estás haciendo terrorismo gastronómico conmigo… ahora me va a dar aprehensión comer higos, con lo que me gustan… me gustaban…

Carlos: Venga, tranquila, no te dejes amedrentar por estas gentes malvadas de la antigüedad… el mundo está lleno de buena gente también… y de manjares exquisitos que se pueden comer tranquilamente…

Macu: Entonces centrémonos… volvamos al horario burgués y democrático… a los comedores y las cocinas honradas… a los restaurantes… para comer bien…

Carlos: Bueno, eso no garantiza nada…

Macu: ¿Preparamos entonces una cena aquí, en casa? Una cena normal… elijamos una…

Araceli (poniéndose un delantal): Si nos vamos a poner a cocinar yo quiero garantía de calidad… y mucho estilo… no vamos a hacer cualquier cosa…

Macu: Por supuesto… ¿Qué te parecería cocinar nada menos que con Sor Juana Inés de la Cruz?… Cocina del Siglo de Oro y encima con el toque del Virreinato… México, la Nueva España…

Araceli: Pues me parece magnífico… venga, dime, qué cocinamos… ¿Me ayudas? (dirigiéndose a Ángeles. Ángeles se levanta y se pone el delantal).

Macu: Tomad la receta…

Araceli: Ante de piña. Hecha pedacitos la piña en conserva, una capa de marquesote y otra de piña, vino, almendras, piñones, canela y la última capa de claras de huevo batidas, y ponle fuego arriba. A ver… esos ingredientes.

Ángeles: Dos tazas de almíbar clarificado a punto de bola floja (reservar ½ taza), tres tazas de piña picada en trozos pequeños, dos tazas de azúcar, dos tazas de natilla (opcionales), una cucharadita de canela finamente molida, un mamón de almidón (hecho un día antes), ¾ de taza de Jerez dulce, ¼ de taza de pasas, ¼ de almendras, tres rebanadas de piña en almíbar para adornar, un clavo de olor molido.

Araceli: El modo de preparar: Ponga al fuego la piña con el azúcar, la canela y el clavo molido. Cocine durante veinte minutos hasta que quede una pasta espesa. Enfríe y reserve. Rebane el mamón en tres capas y humedézcalas con el jerez. Unte la tapa superior con la pasta de piña; si desea unte las otras dos capas con la natilla y reparta la piña uniformemente. Monte las tres capas adornando la última con las pasas y las almendras. Decore los costados con las rebanadas de piña en almíbar partidas a la mitad. Puede servirse también cubierto con turrón de claras o merengue dorado en el asador.

(Se sientan).

Araceli: Uyyy… yo esto lo voy a hacer… en cuanto alguien me diga que es eso del mamón…

Macu: He leído que es un pan esponjoso, migoso y esponjoso.

Araceli: Pues lo voy a hacer.

Macu: Este libro de recetas de Sor Juana Inés de la Cruz es un prodigio… son 39 recetas, solo diez de ellas saladas, el resto son dulces, que no habrían podido inventarse sin la presencia española en México… ni sin los productos mexicanos en España…  Hernán Cortés llevó allí la caña de azúcar y luego otros colonizadores, extremeños o de donde fuera de España, llevaron las uvas, el vino de Jerez, los almendros, los olivos, los naranjos y el agua de azahar y todas las especies que las expediciones españolas y portuguesas habían traído a su vez del Extremo Oriente, la canela y todo eso… en cambio, nosotros, no sabíamos qué era una piña, ni un aguacate, ni una chirimoya, ni un tomate, ni un jitomate, ni un chile, ni el maíz con el que se hace la maicena… ni tantas otras cosas…

Carlos: Así es que estas recetas son pura fusión… para que veas que cuando ahora los chefs cinco estrellas y tal hablan de cocina fusión no están innovando nada… es pura herencia… pura tradición.

Macu: Por supuesto. Pero es que, además, Sor Juana, es un ser especialísimo… monja Jerónima, no tanto por vocación religiosa sino porque en el XVII hacerse religioso era más bien una salida profesional… y es que a ella, Juana de Asbaje, no le interesaba el matrimonio en absoluto… había nacido en Nepantla, en 1650, criada con su abuelo, lectora desde niña, llega a Ciudad de México, con sus tíos, cuando ya había ganado un premio de poesía por una Loa al Santísimo Sacramento… allí conoce a los virreyes con 17 años y se prenda de ella la virreina, Leonor Carreto… a ella, ya digo, no se interesaba el matrimonio en absoluto… era guapísima, listísima, muy leída, y lesbiana… y tuvo la suerte de que la virreina no solo se enamoró perdidamente de ella, es que la admiraba y propició con gran éxito que sus poemas se publicaran en España… y que fuera celebrada hasta por los reyes.

Ángeles: Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis…

…/…

Pues ¿para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

O hacedlas cual las buscáis. Estaría bien saber algo más de su obra además de esos famosos versos y estas recetas de convento tan especiales…

Macu: Pues si… mira lo que le escribe a Sor Filotea de la Cruz (bueno, que en realidad era el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, alias Sor Filotea… Sor Juana le explicó al obispo en una carta-respuesta por qué había criticado un sermón)… y en esa carta cuenta muchas cosas de sí misma… escuchad a Sor Juana Inés:

Araceli/Sor Juana Inés: Entreme religiosa, porque, aunque conocía que tenía el estado de cosas (de las accesorias hablo, no de las formales) muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía del matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba de mi salvación; a cuyo primer respeto (como al fin más importante) cedieron y sujetaron la cerviz todas las impertinencillas de mi genio, que eran de querer vivir sola; no de querer tener ocupación obligatoria que embarazase la libertad de mi estudio, ni rumor de comunidad que impidiese el sosegado silencio de mis libros.

Carlos: Estudio, libros, escritura, relaciones interesantes… vamos, que no creo yo que Sor Juana Inés se entregara a cocinar en el convento de las Jerónimas donde vivió tantos años…

Macu: Yo tampoco… tenía una celda amplia, una esclava, una sirvienta, recibía la visita de la virreina a menudo… escribía, estudiaba… pero seguro que le encantaba la buena comida y desde luego apuntó, con mucho salero, todas las recetas que se inventaron en el convento… casi todas con unos versos de dedicatoria previos… y la mayoría de las dedicatorias para la virreina… también escribió villancicos, y hablaba de comida en ellos:

Araceli: Villancico VIII. Ensaladilla

Como es día de vigilia

la víspera de San Pedro,

solo con una ensalada

hacer colación podemos.

No estará muy sazonada

porque por venirme presto

a los Maitines, no pude

echarle mucho aderezo.

Carlos: Pues ¿qué tal otra receta de estas monjas tan inventoras de exquisiteces?

Edith (poniéndose un delantal): Vamos allá… danos otra receta, que la hacemos ahora mismo…

Ángeles: Ante de cabecitas de negro.Un real de cabecitas, uno idem de leche, una libra de azúcar, medio de agua de azahar, todo junto se pone a hervir hasta que tome punto. Se ponen capas de mamón y esta pasta. Se guarnece como todos estos antes.

Edith: Ingredientes: ¾ de kilo de pulpa de guanábana o chirimoya, dos tazas de leche, dos tazas de azúcar, ¼ de taza de agua de azahar o unas gotas de esencia de azahar, un mamón o pastel esponjoso de 900 gramos y ½ taza de pasas para decorar.

Ángeles: Modo de preparar: Ponga a hervir la leche con el azúcar y que reduzca a la mitad; añada la chirimoya y siga cocinando hasta que tome punto de cajeta: agregue el agua de azahar necesaria para que quede tersa. Deje enfriar y proceda como con todos los antes. Decore con el resto de la pasta y las pasas.

Araceli: ¡Pues esto también lo voy a hacer!

Julián: Genial, a mí, me invitas.

Navarro: Y a mí.

Macu: Una curiosidad especial para vecinos de Valdemorillo… en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que tiene mucho que ver con Valdemorillo, hay una galería de hombres ilustres del XVI y el XVII… todo son retratos de caballeros, escritores y señores… y solo está allí el retrato de una mujer… Sor Juana Inés de la Cruz… lo mandó poner Felipe IV… el mismo que tenía contratado a Velázquez.

Carlos: Qué bien… yo ya me estaba hartando de venenos y truculencias en cocinas y comedores… esto me gusta… a ver qué os parece este otro plato más del siglo XX… una cosa sencilla y sofisticada a la vez… ¡Tarta de cebolla! A ver esos ingredientes…

(Carlos también se pone el delantal). 

Edith: Tarta de cebolla para seis personas… 

Carlos: Calma, clama… Primero los ingredientes de la masa quebrada.
Edith: Doscientos gramos de harina (algo más para espolvorear la mesa), una yema de huevo, ochenta gramos de mantequilla que esté blanda, una cucharada sopera de aceite, un vaso de los de vino, más o menos, de agua, un pellizco de sal, mantequilla para juntar el molde y na clara de huevo.
Carlos: Hacemos la masa quebrada y la dejamos descansar por lo menos dos horas. Luego, estiramos la masa con el rodillo pastelero empolvando la mesa con harina…

Edith: Colocamos en el molde previamente untado con la mantequilla para que agarre bien la masa en el borde y para que no se escurra y tenga la tarta una bonita forma…

Macu: No puedo creerlo… ¿Estáis cocinando mientras nos contáis una receta vuestra?

Carlos: No es nuestra… Me vas a decir que los libros de recetas no son clásicos de la literatura…

Edith: ¡Doña Emilia Pardo Bazán escribió uno que debería reeditarse! Y este, mucho más moderno, también es un clásico…

Macu: Me aturulláis… ¿Cuántas cebollas decís?

Carlos: No habíamos llegado a las cebollas, nos hemos quedado en la masa quebrada… pero el plato lleva un kilo de cebollas medianas… unas cuatro o cinco piezas…

Macu: Pero ¿qué libro es ese?

Carlos: El de Simone Ortega, 1080 recetas de cocina… se hicieron ediciones y ediciones a lo largo de 25 años y se vendieron miles y miles de ejemplares…

Macu: ¡Qué me vas a decir, si mi hija Elena tiene uno que le regalé yo y lo usa…!

Carlos: Quizá se siga vendiendo a pesar del exceso de publicaciones gastronómicas de ahora mismo…

Macu: Lo que queráis, pero yo prefiero las recetas clásicas-clásicas, un poco más literarias, y que permanecen en el misterio, como, por ejemplo, ésta, vamos Julián, volvamos a los clásicos-clásicos:

Julián: En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que cordero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda… 

Carlos: ¿Y dónde está el misterio? Esto se ha repetido millones y millones de veces…

Macu: El misterio está en que no hay nadie que sepa a ciencia cierta qué son duelos y quebrantos, ni que pueda explicar con detalles certeros e inequívocos el asunto del salpicón… así es que cada cocinero valiente se puede imaginar e inventar lo que quiera…

Araceli: Tenemos inflación, o exceso, no sé muy bien, de cocineros valientes… y demasiada inventiva en las cocinas de por ahí… Así es que quedémonos en lo clásico… Y ya que estamos en La Mancha… os voy a llevar yo no a una cena, sino a ¡un banquete!… un banquetazo clásico, inigualable y sumamente original… y sin que nos den sablazo… porque os llevo gratis… estáis todos invitados…

Macu: ¡Pues allá que vamos!

Carlos/Sancho: De la parte desta enramada, si no me engaño, sale un tufo y olor harto más de torreznos asados que de juncos y tomillos: bodas que por tales olores comienzan, para mi santiguada que deben de ser abundantes y generosas.

Julián/Don Quijote: Acaba, glotón –dijo don Quijote– ven, iremos a ver estos desposorios, por ver lo que hace el desdeñado Basilio.

Macu: Ya se dónde nos llevas… ¡A las bodas de Camacho! Son muy salerosos mis paisanos manchegos…

Araceli: Las mismas… que ya sabes que al final no fueron las bodas de Camacho y Quiteria como estaba previsto, sino la boda de Quiteria y Basilio, que consiguió a la chica que había perdido gracias a su ¡industria, industria!… que no milagro… un suicidio simulado… pero esto era lo de menos para nuestro Sancho, siempre con ganas de comer y con buen saque, porque entonces las bodas duraban mucho y había exhibición gastronómica desde el día anterior…

Julián: Lo primero que se le ofreció a la vista de Sancho fue, espetado en un asador de un olmo entero, un entero novillo; y en el fuego donde se había de asar ardía un mediano monte de leña, y seis ollas que alrededor de la hoguera estaban no se habían hecho en la común turquesa de las demás ollas, porque eran seis medias tinajas, que cada una cabía un rastro de carne: así embebían y encerraban en sí carneros enteros, sin echarse de ver, como si fueran palominos…

Navarro: … las liebres ya sin pellejo y las gallinas sin pluma que estaban colgadas por los árboles para sepultarlas en las ollas no tenían número; los pájaros y caza de diversos géneros eran infinitos, colgados de los árboles para que el aire los enfriase.

Carlos: Contó Sancho más de sesenta zaques de más de a dos arrobas cada uno, y todos llenos, según después pareció, de generosos vinos; así había rimeros de pan blanquísimo como los suele haber de montones de trigo en las eras…

Julián: … los quesos, puestos como ladrillos enrelejados, formaban una muralla, y dos calderas de aceite mayores que las de un tinte servían de freír cosas de masa, que dos valientes palas las sacaban fritas y las zambullían en otra caldera de preparada miel que allí junto estaba.

Navarro: Los cocineros y cocineras pasaban de cincuenta, todos limpios, todos diligentes y todos contentos.

Macu: Óle… ¡Cincuenta cocineros! Todos limpios y friendo “cosas de masa”…  ¡Ay, madre! Me ha encantado este acercamiento a este banquete… había de sobra para todo el mundo… ya quisieran, me temo, los máster chef de la tele, poder contar con un plató como ese… de esa manera dispuesto…

Carlos: Pues mira, no lo digas muy alto que capaces son las gentes de las productoras de televisión de sacar un fleco más a los programas de chefs y cocina y ponerse a producir un concurso nuevo con banquetes del Siglo de Oro…

Macu: Hablemos bajito entonces para que no se enteren…

Edith: De eso nada… que hagan lo que quieran… yo, ya que habéis evocado un banquetazo, quiero que nos asomemos a alguno más primigenio… los que bautizan bien un banquete que se precie de serlo lo llaman siempre de una manera concreta: ¡Pantagruélico! Por algo será…

Macu: Describe, describe…

Edith (la primera frase, primero en francés)… Dicho esto prepararon la comida, para la que, por añadidura, fueron asados dieciséis bueyes, tres terneras, 32 terneros, 63 cabritos domésticos, 398 cochinillos de leche, 220 perdices (…), 6 mil pollos y otros tantos pichones, 600 gallinetas, mil 400 liebres (…) además tuvieron once jabalíes que les envió el abad de Turpenay, diecisiete ciervos que les regaló el señor Grandmont, 140 faisanes del señor Essart y algunas decenas de palomas, cercetas, alondras (…), patos de la India, y otros pájaros, abundantes guisados, y la mar de verduras”.

Macu: ¡Madre mía! Ni un ejército podría comerse todo eso…

Edith: Ese menú es la descripción de una cena en el castillo Grandgousier… Este señor Grandgousier, algo así como “garganta grande”, es el padre de Gargantúa… su hijo, que nada más nacer salió gritando del vientre de su madre: “¡A beber!”.

Macu: Estamos en Gargantúa y Pantagruel, el libro de Francois Rabelais, donde la comida y la bebida son los verdaderos protagonistas…

Edith: Desde luego, empezando por los nombres… porque Pantagruel viene a significar “sediento de todo” o “el más sediento” o algo así… todo es alegre y desmedido en este clásico del XVI francés… y tiene muchos toques digamos gourmet… Por ejemplo, se apuntan recetas culinarias como el que no quiere la cosa… escucha: “Cuanto más temprano se levantaban los monjes, más tiempo estaba la vaca junto al fuego: estando mas tiempo estaría más cocida, estaría más tierna, gastaría menos los dientes, deleitaría más el paladar, molestaría menos al estómago y nutriría mejor a los buenos religiosos”.

Carlos: Qué conveniente y qué bien traído… así debe asarse una ternera… un cachondo el Rabelais este, ¿no?

Edith: Supongo… u culto, y humanista… la novela está llena de cenas abundantes… lo que se dice pantagruélicas… y siempre hay alegría… y sabiduría… y bondad… y la comida no es nada obsceno, no son banquetes de gente pasada, ni ricacha, no… son banquetes de gente que trabaja y luego come… en abundancia, por supuesto, pero que merece comer bien y el escritor se regodea en contárnoslo…

Macu: Qué bien… comer y beber bien siempre pone de buen humor… igual que leer buena literatura… vamos ahora si os parece a una cena un poco más… o un poco menos… no, más… no. Uy, no sé qué palabra decir…

Carlos: Adelante… adelante… me dejo llevar… espero que no te vengues de lo de los higos y acabes dándonos gato por liebre.

Macu: No seas desconfiado. Estamos en Betania…

Carlos: Uyyy… eso es por Oriente Próximo… ¿cerca de Gaza? Ahí se come fatal, seguro…

Macu: Ten calma… a ver… en Navidad, que la tenemos cerca, la verdad es que la familia sagrada lo tuvo crudo para comer… la Virgen pariendo en una cueva, Herodes matando niños inocentes… un desastre… pero en cambio en Semana Santa las cosas fueron muy distintas… Jesús de Nazaret acaba de llegar para el Séder, es decir la cena de la pascua judía. Es tiempo de matanzas de corderos pascuales, de celebración… y no era la primera vez que Jesús de Nazaret celebraba la Pascua con sus doce amigos, pero esta cena va a ser especial…

Carlos: ¿Amigos? ¿Doce amigos?… nanay, se van a quedar en menos, amiga, que a lo largo de esta cena se descubre al traidor con las manos en la masa… o en el plato… una cosa que se ve en todos los retratos que se han hecho de este momento… ¡Y tanto que es una cena especial!… como que es la madre de todas las últimas cenas que en el mundo han sido…

Macu: La última cena, sí… quizá por esta cena es por lo que se les ofrece una cena especial a los condenados a muerte cuando les van a ejecutar…

Carlos: Pues a lo mejor… no lo había pensado.

Macu: Esta es una cena divina donde las haya porque esas bendiciones del pan y del vino siguen siendo 21 siglos después un tredin topic… sin Twiter ni nada… vamos, un ritual millones de veces repetido a lo largo y ancho del mundo entero… cada día… escucha…

Ángeles: El primer día de los panes ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: “¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua?”. Él les dijo: “Id a la ciudad, a buscar a un conocido mío, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’”. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: “Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará”. Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?”. Él respondió: “El que ha metido conmigo la mano en el plato, ése me entregará”.

Carlos: Y luego bendice el pan y el vino y dice lo de que es su cuerpo y su sangre… y luego, efectivamente, llega la traición de Judas con las 30 monedas de plata… el momento es todo lo popular y divino que quieras, pero ¿te has fijado? No sale a relucir ni una palabra sobre el menú de la dichosa cena… salvo el detalle del pan y el vino… ya me contarás…

Macu: Bueno, con pan y vino se anda el camino… supongo que se debió cenar lo usual en estos casos para la época… sopa, por supuesto, cordero, queso…

Araceli: Pero este menú desconocido, salvo lo del pan y el vino, ha variado muchísimo en estos veintiún siglos que llevamos de tradición… y según el gusto del pintor, de la época y del país, los manjares que aparecen en la mesa son muy diferentes…

Carlos: En La última cena de Leonardo da Vinci que estamos viendo y se supone que es la más divina de todas las pintadas sólo se distinguen algunos panes algo roídos y un par de pollos a medio comer… a lo mejor los pintó cuando estaban en la sobremesa…

Macu: Bueno los pintores trabajan mucho con la imaginación… uo he visto una Última cena en Oaxaca con la mesa repleta de chiles de todos los colores, y tomates y frutas exóticas coloridas y maravillosas de las que ni siquiera sé el nombre, y que jamás se habían visto en Jerusalén…

Carlos: Pues a mí, entre unas cosas y otras, se me ha abierto el apetito definitivamente y como lo de los menús divinos me parece un poco milagroso… y un tanto incierto, propongo que nos vayamos de cena a alguna parte donde haya cosas suculentas…

Macu: Recuerda por tu bien una cosa…

Carlos: ¿Qué cosa?

Macu: Que de grandes cenas están las tumbas llenas.

Araceli: Entonces, ¡terminemos de comer ya!

Carlos: Tú estás hoy muy Sancha Panza… con tus refranes.

Macu: Muy manchega, sí… ¿Qué tal un postre de mazapán de mi tierra y ya? En Navidad es imprescindible.

Julián: Yo creo que no… es demasiado… mejor acabemos de forma más tradicional… y de noche, lo mejor es una sopa.

Carlos: Una sopa boba… o una sopa lista… las sopas lo arreglan todo… las hay que levantan a un muerto…

Ángeles: ¡Ay, sopa sopita!

¡Ay, sopa humeante!

¡La que resucita

a un muerto al instante!

¡Ay, sopa sopita!

¡Ay, sopa, sopera!

Tu sabor me excita

la sangre me altera.

¡Ay, sopa sopita,

sopa de puchero!

¡La más calentita,

la que yo más quiero!

¡Ay, so-o-o-pa, sopita!

¡Ay, sopa de amor!

¡Qué menú, chiquita,

qué menú, señor!

Macu: ¿Y esto? ¡Qué rico!

Araceli: Esto viene en Alicia en el país de las maravillas… tal cual…

Macu: Uy, la sopa… la sopa da ella sola para un Encuentro… 

Araceli: Pero entonces tiene que salir Mafalda, para lanzar onomatopeyas gigantescas: ¡Puajjjjjjj!… Cómo odiaba a los suizos esa niña argentina por el invento de la sopa en cubitos…

Carlos: ¡Mafalda es un clásico!… ¿quién lo duda? En breve, creo, cumple los 60 años… pero Suiza y la sopa tienen mucha más historia que el odio de Mafalda… en Davos, bien arriba, en los Alpes… hay un sanatorio donde preparan unas sopas prácticamente inmortales… y todo tipo de platos… precisamente para enfermos.

Macu: Ya lo se. En ese sitio, donde van siempre Soros y todos los millonarios cada año es donde transcurre La montaña mágica y Thomas Mann describe en esa novela con todo lujo de detalles los desayunos imponentes, las comilonas pantagruélicas y las cenas excesivas que se comía el protagonista, Castorp, y todos los ingresados…

Carlos: … y eso que hablamos de un hospital para tuberculosos… vamos, que Castorp no acaba como un cachalote en esta novela supongo que porque eso quedaría feísimo y poco apropiado en una novela de protagonista tísico, que si no….

Julián: Lo que le sirven durante la eternidad perpetua del almuerzo no es una simple «sopa de mediodía”, sino la clásica comida de seis platos de Berghof en todo su esplendor, una comida suculenta todos los días de la semana; el domingo una comida de gala, pantagruélica y espectacular, preparada por un cocinero de formación europea en la cocina de hotel de lujo con que contaba el sanatorio. La camarera encargada de atender a los enfermos que no podían salir de sus habitaciones se la servía en apetitosas bandejas con brillantes campanas cromadas… y Hans Castorp comía como un marajá. Había crema de espárragos, tomates rellenos, asado con toda suerte de guarniciones, un postre de dulce particularmente bien preparado, tabla de quesos y fruta.

Navarro: Hans Castorp cenó mucho, aunque su apetito resultó ser menor de lo que esperaba. Pero tenía la costumbre de comer en abundancia, incluso cuando no tenía hambre, por consideración a sí mismo.

Macu: Fatal… iba a ser solo una sopa… pero mira, creo que ya nos hemos pasado del todo…

Carlos: Yo creo que los escritores cuando escriben sus novelas, como están tan embebidos se olvidan de todo, hasta de comer… y lo que hacen para no desfallecer es meter en sus relatos mucha comida de modo que les alimente de alguna manera…

Macu: Es una teoría… el caso es que un montón de escritores hacen eso… salpican la historia que sea, de detectives, de intrigas palaciegas, de aventuras… de lo que sea, con una descripción pormenorizada de platos… de recetas… y de compras en el mercado, como hacía Vázquez Montalbán…

Araceli: Bueno, pues ya seguiremos leyendo de cocinamientos y de comida en otros Encuentros… este de hoy, tomada la sopa, y los demás excesos de Hans Castorp, deberíamos acabarlo ya…

Julián: Enseguida nos vamos a tomar algo si queréis… pero acabemos con elegancia… ¿no?

Macu: Sí, por supuesto… ¿Propuestas?

Araceli: Yo digo que un poema…

Ángeles: ¡Una nana! A mí me encanta el poema más famoso que tenemos a la reina de la cocina española… La nana de la cebolla, de Miguel Hernández.

Macu: A mí también. Parece que está escrita con la misma prodigiosa ingeniería botánica de la propia cebolla… capas de palabras… envolturas de belleza y transparencia a la vez…

(Nos ponemos todos de pie).

Ángeles: La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda. 

Araceli: En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar
cebolla y hambre.

Julián: Una mujer morena
resuelta en lunas
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete niño
que te traigo la luna
cuando es preciso.

Navarro: Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Edith: Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

Carlos: Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma. 

Araceli: Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Julián: Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Ángeles:  Vuela niño en la doble
luna del pecho:

él, triste de cebolla,
tú satisfecho.

No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

 

Macu: Cocinen y coman lo que cocinen y coman en las fiestas de Navidad… ¡Seguro que llevará cebolla!… ¡Ojalá que también lleve salud y felicidad!

Todos: ¡Felices fiestas!

 

Encuentros de Alejandría – Otoño de 2021

Casa de Cultura de Valdemorillo (Madrid) / Salón de Encuentros

Jueves, 2 de diciembre de 2021, 20 horas.

 

Libros utilizados 

Por el camino de Swan, Marcel Proust
Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll
Libro de Judith y Evangelio según San Mateo
Sinuhé el egipcio,
Mika Waltari
El conde de Montecristo, Alejandro Dumas
Yo, Claudio, Robert Graves
El recetario de Sor Juana, Sor Juana Inés de la Cruz
1080 recetas de cocina, Simone Ortega
Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes
Gargantúa y Pantagruel, François Rabelais
La montaña mágica, Thomas Mann
Nana de la cebolla, Miguel Hernández

Lectores de este encuentro (Grupo Alejandría)

Carlos Álvarez, Araceli González Campa, Julián Salgado, Ángeles Bazán, Edith Rodríguez Cachera y Carlos Navarro.

 

Guion y dirección: Macu de la Cruz.

 

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