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Mientras tantoEn Estados Unidos se preguntan cuándo se perdió Turquía

En Estados Unidos se preguntan cuándo se perdió Turquía


 

 

Turquía es un viejo miembro de la OTAN y hace tiempo que viene llamando a las puertas de la UniÓn Europea. Su deseo de integrarse en Europa es común a las fuerzas políticas de la nación y representa un principio fundamental de la política del partido en el poder. Aliado tradicional de los Estados Unidos, su posición geográfica, limítrofe con la temida Unión Soviética en el pasado y lindando ahora con países árabes o islámicos problemáticos, le concedían y conceden una especial importancia. De ahí que Estados Unidos haya sido con frecuencia el abogado de Ankara ante los gobiernos europeos que un día sí y otro también encuentran algún pretexto para dilatar el ingreso de Turquía en la Unión

         Sin embargo, recientemente las cosas han cambiado. Las acciones del gobierno de Ankara, salido de un partido islámico moderado y modernista, empiezan a inquietar en más de una cancillería y sobre todo en Estados Unidos, cuya prensa, en la que hay una no despreciable presencia judía, empieza a cuestionarse si Turquía sigue jugando el papel de balanza entre Occidente y el mundo islámico o si se ha inclinado peligrosamente hacia sectores no modélicos de éste.

       Los ejemplos que se citan en los numerosos artículos en Estados Unidos son abundantes. Ankara no permitió la utilización de su territorio para el apoyo logístico de las fuerzas estadounidenses cuando el conflicto de Irak. Recientemente ha montado una operación de” rescate” de Iran que no ha gustado en Washington. Ideó con Brasil un esquema para que Irán pudiera enriquecer uranio con ciertas garantías que tampoco  ha entusiasmado en Occidente porque dejaba bastantes agujeros con los que Teherán podía seguir buscando la bomba. Ha votado y criticado, junto con Brasil, la decisión del Consejo de Seguridad en la que con 12 votos sobre 15 se imponían sanciones al régimen iraní (Líbano se abstuvo). Por último, los medios de información yanquis no ven claro su papel en el envío de la flotilla humanitarian a Gaza. Razonan que es raro que Ankara ignorase que los organizadores de la flotilla iban claramente a provocar a Israel, que no trataran de hacerles desistir cuando el gobierno judío ofreció que descargara las mercancías en otro puerto  Estos mismo medios se rasgan las vestiduras con el tono agrio y reiteradamente virulento con que el popular primer ministro turco Erdogan viene tratando a Israel y a su gobierno.

               Thomas Friedman, quizás el comentaristas más leído de Estados Unidos, dice que las causas del alejamiento de Turquía pueden ser tres: hartazgo con la parsimonia de Europa en abrirle las puertas, lo que ha creado una enorme frustracción; convencimiento en los dirigentes turcos de que hay un vacío de poder en el Medio Oriente (no hay ninguna potencia destacada), y que ellos pueden ocuparlo rememorando un pasado glorioso de hace siglos. Finalmente, la propia situación interna del país, la denuncia de Israel vende dentro y fuera y las crecientes corrientes islámicas, sofocadas durante décadas, aplauden esa política. Enunciadas las posibles causas, Friedman, muy citado en Estados Unidos y que pasa por un moderado, tiene calificativos muy duros hacia los dirigentes turcos, encuentra atroz la respetabilidad que otorgan a ciertas facciones palestinas  y sus conclusiones sobre su condición de aliado son sombrías. La impresión del comentarista se extiende como mancha de aceite en Estados Unidos. El giro turco, por otra parte, real o aparente, no ayuda a los abogados de Ankara ante Europa.

 

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