Acá en Malabo ocurrió que a los oídos del rey que nos gobierna desde hace más de 25 años llegó la noticia de que en otras partes del mundo ciertos soberanos se someten periódicamente a la voluntad de los súbditos, permitiéndoles decidir si quieren cambiar o no de rey, pues puede ocurrir que se cansen de él, sobre todo si ha tomado ciertas decisiones que no les han favorecido. Saben que acá es Guinea Ecuatorial y el ínclito soberano se llama Obiang Nguema Mbasogo.
Ah, cuando era muy importante ser cristiano ese mismo rey anteponía Teodoro a sus bantúes nombres y patronómicos. Hoy la democracia es universal, se extinguieron los fuegos con que pensaban quemar a los herejes los de la Santa Inquisición, y se puede ser soberano y a la vez bantú, lo uno no quita lo otro, de la misma manera que lo cortés no quita lo valiente.
Entonces a los oídos del jefe de acá llegaron los aires renovadores y dijo que sí, que acá se puede hacer lo mismo que en otras partes, pero mejorado. Reflexionó rodeado de sus bufones y luego puso una prosa sin tambalear diciendo que una cosa era que el soberano se sometiera a la elección y otra que pudiera ser elegido otra persona. Qué es eso de ser soberano y no morir con el cetro puesto, exclamó. Obiang. Nguema Mbasogo, quien antes se hacía llamar Teodoro, nombre griego, para hacernos saber que una vez se bautizó. O que es cristiano.
Esta forma de escribir un artículo, con una prosa de andar por casa, no gustará a los puristas, gente con epítetos en ristre para afilar la lengua y acomodarla a los supuestos de limpia, fija y da esplendor. Pero no nos desviemos del tema, pues, hablando de esplendor, queremos sacar brillo a otros temas. Acá suenan campanas de elecciones presidenciales, pero los observadores más serios saben lo que pasará cuando el último ciudadano de este país haya depositado su voto en las urnas. O cuando haga como si lo haya hecho, que también hay que tenerlo en cuenta.
En este artículo escrito en Malabo, una ciudad donde todos somos reyes, hecho del que dimos ya larga cuenta en la anterior entrega, debemos hablar de lo que vimos estos días, pocos antes de la representación de la farsa que permitirá que Teodoro siga con el cetro ceñido. Lean con atención: En este asunto de elegir al rey hay una cosa que trajeron los blancos que se llama campaña. Es la fiesta en la que participan todos los que quieren ser rey, llevar el cetro, tener los sacos de dinero bajo la real cama y acostarse con la mejor doncella sin que nadie del reino pueda levantar la voz en público. Lectores, no sean como son, en cualquier lugar del mundo actual cualquier ciudadano se frotaría las manos si el rey de su lugar quisiera llevarse a su hija, aunque a la fuerza.
Se frotaría las manos y los dedos para dejarlos hábiles para contar el montón de dinero que ganaría ejerciendo de suegro real. Lamentablemente, es así en el mundo entero, aunque en algunos sitios haya más hipocresía que en otros. En todo caso, decimos lamentablemente porque por el camino que hemos recorrido a lomos de la Historia esto no debería ser así. Estamos viviendo una etapa de regresión en toda la Humanidad. O si no regresión imparable, estancamiento inevitable. Pero no nos desviemos del tema. Hablamos del rey de Malabo y de la campaña.
El rey quiere seguir siéndolo, pero quiere testigos que digan que intentó hacerlo bien, que se sometió al mejor criterio de los súbditos, etcétera etcétera. Y empezó la campaña en Malabo. Con la primera piedra de la campaña el rey Teodoro llamó a los fámulos que siempre se precian de los servicios prestados y les dijo que colocaran la mesa, pues quería hablar con unos lacayos. Estos lacayos son estos jefes de los partidos de la oposición que saben que nunca podrán ser el rey de la gente que tiene su principal ciudad en Malabo, pero que quieren tener algunos sacos de dinero bajo su cama. Infinitamente menos que los sacos del rey, pero sacos al fin y al cabo.
Fueron oídos por el rey, se dieron besos y abrazos y dijeron que formaban un partido que defendía los intereses del rey, pues se conforman con seguir siendo lacayos. Y no era la primera vez. Con la astucia que los lacayos siempre hacen gala hicieron ver a su señor que había unos compañeros que había que mimar porque serían más útiles si se les hacía creer que eran libres para decidir que desearan el puesto por su cuenta. Al fin y al cabo, para ponerse el mejor traje y comprarse el limón para aclararse la garganta para soltar las soflamas por creerse elegible iban a necesitar el dinero que reposaba en los sacos acumulados bajo la cama del rey. Y ahí pondría sus condiciones, y haría gala de su liberalidad.
Además de estos dos tipos de lacayos, existían unos que dijeron que no se sentían súbditos del actual rey, o que ya no querían seguir siéndolo y que, además, no quieren ser lacayos de nadie, por más sacos tuviera bajo la cama. Preguntan, además, por la procedencia del dinero si saben que es de la venta de petróleo, un ejemplo, y, que se sepa, no es el oro negro un producto que se puede sacar de la manga de los pomposos trajes del rey, incluso al contrario, es del petróleo donde salen estos pomposos trajes. Entonces dijeron que no, que piensan sentirse elegibles por su cuenta, aunque con el riesgo de ser muy mal mirados en público por los lacayos de toda laya y por la descendencia de estos lacayos que no pueden dejar de serlo.
Obviamente, también por el actual rey, o más, y todos los amigos suyos, venidos de países aparentemente tan democráticos como el Imperio Pensilvano (léase Estados Unidos), France, España, Marruecos y Colonias. Pues estos son los bandos que se ayudan y se enfrentan en las próximas elecciones de Guinea Ecuatorial, tan próximas que se celebran el día 29 de noviembre de 2009. Cuando se esté leyendo esto ya tendremos nuevo rey, el mismo de hace exactamente 30 años y unos meses (nadie es perfecto)
¿Quiere saber alguien cómo se desenvuelven los aspirantes al puesto ya aludido? Es lo que recibe ahora el nombre de campaña electoral. Pues así: los del partido del rey van a la sede de su partido, el que vaya a repartir las tareas invoca su nombre en tres ocasiones «el mejor presidente, el mejor presidente, el mejor presidente», y todos los lacayitos dicen como un solo hombre «Obiang Nguema Mbasogo, Obiang Nguema Mbasogo, Obiang Nguema Mbasogo» y luego cuando se enteran de lo que pueden decir para convencer a la gente sobre la necesidad de que hagan trampas para que el cetro no se mueva de sitio, que viva el rey para siempre, salen de la oficina con el material de propaganda.
Cierto que no son despedidos vacíos, como hacía Cristo con sus discípulos, a quienes incluso mandaba pedir para subsistir en aquellos parajes inhóspitos. El rey de aquí abre uno de los sacos que tiene bajo la cama y les da lo necesario para que no haya dudas. Van surtidos, pero todo con la efigie del partido. Cuando salen en camiones y camionetas para predicar el evangelio de la duración en el poder, van con un cargamento de sacos de arroz, cajas de pescado congelado, jabones, camisetas de todos los tamaños, gorras, faldas, pantalones, cajas de cerveza, bragas de mujer, cubos, cuadernos, bolígrafos, camisas de vestir, pin de todos los tipos, pero con las señas del partido, bebidas alcohólicas, rollos de tela, paraguas, botellas de aceite, esto es una factoría rodante.
Podemos añadir más productos a la lista: paraguas (¿pero no se ha citado ya este producto?, globos, platos, cuchillos y animales vivos, que los jefes de estas campañas ruidosas, porque van con toda provisión de música y de aparatos para imitar la voz de Estentor, dan órdenes de sacrificar para que los jefes de las comunidades de vecinos repartan su carne, sangre, huesos y pelos entre los habitantes de probada militancia en el partido del jefe. Esto es lo que se puede ver sin salir de la capital del reino republicanizado de Teodoro. Cuando los mismos lacayos salen de la capital, llevan todo esto, pero en cantidades para montar una factoría, mucho dinero en metálico. Total, ya llevan metal…
Sí, dinero que dicen que entregan a las comunidades para… Yo cuando citan para qué no me entero porque yo no sabía que así sería una campaña en otros países que no son tan democráticos como el nuestro. Entregan directamente fajos de dinero a la gente que los recibe en los poblados avisados previamente, no es que lleguen de improviso. Bajan de sus coches y ahí mismo encuentran una comitiva con los jerarcas locales, y todas las mujeres ataviadas con vestidos hechos de las telas del partido bailando acompañadas de orquestas que ensayan durante meses para estos eventos.
Son los famosos Coros de Animación. Lo conforman unos cuantos hombres, que son los que se encargan de la parte sonora del grupo, y las mujeres, que cantan guiadas por la solista. Lo de culos que mueven, lo que mueven las cinturas no se puede contar en una sola tarde. Y todo para que el rey Teodoro no deje de serlo. O sea, no deje de ser rey ni deje de proclamarse cristiano que adora a Dios. De hecho, el mismo día de la toma de posesión habrá una misa solemne, oficiada por el obispo mayor de la capital; eso si no se excusa antes con una enfermedad creíble. Ese día estaremos atentos para escuchar lo que diga. El rey, no el obispo.
Y hablaremos de cómo consiguen el dinero los otros partidos y de cómo hacen las campañas, y de lo que cree la población. Y pediremos a Dios mejor ciencia gaya para escribir con un mejor estilo que convenza a los que nos lean. Ah, y diremos lo que dio de sí la super colorida campaña para elegir a nuestro eterno presidente.
Malabo, 1 de diciembre de 2009