Me lo preguntaron hace siete días: ¿en qué pensás mientras bordás? La persona que lo hizo, una amiga de la familia, lo decía en plan «qué aburrido pasar horas haciendo puntaditas» o «por qué no ves tele mientras estás bordando para no aburrirte». Se le hacía difícil concebir el pasar tiempos prolongados con una aguja en la mano, pinchando la tela.
Debo admitir que la pregunta me impactó; de lo contrario no estaría escribiendo sobre eso en mi blog. Cuando la recibí, intenté responder que bordar requería de concentración, por lo que no veía tele mientras lo hacía; y que podía convertirse en una labor «meditativa» (entre comillas porque en la meditación no se «hace» nada, solamente se «está»). Pero la conversación fue interrumpida y allí quedó. Así que la retomo aquí.
Atención al momento presente
Bordar es una actividad que requiere de paciencia: así lo ve la mayoría de la gente. Yo lo pienso de otro modo: bordar me tranquiliza, me relaja, me mantiene en el momento presente, y además me reporta felicidad el ir viendo las fibras de hilo formando figuras sobre la tela. Cuando me siento intranquila, ansiosa o incluso malhumorada, lo que me apetece es ponerme a bordar.
No sé exactamente en qué pienso mientras bordo. A ratos logro –probablemente– acallar la cascada interior de palabras que me hace vivir distraída o preocupada, y enfocarme en la labor que estoy haciendo. En otros momentos, bordo en piloto automático y pienso en cualquier cosa (en tareas pendientes, en el color del hilo que usaré a continuación, en la celebración del cumpleaños de mi madre, en la clase de redacción que daré el sábado, etc.).
Cualquiera que sea el estado de mi mente verbal, no siento el paso del tiempo cuando estoy bordando. A veces es la muñeca izquierda –con un dolorcito insistente– la que me avisa que es hora de tomar una pausa o incluso de interrumpir la labor.
Ana Paula de la Torre dice: «en mi experiencia no pasa que ‘dejes de pensar’, más bien sucede que los pensamientos son como una voz desapegada y lejana; como un juego, como cuando éramos niños». También cita estudios que se han hecho sobre la labor de tejer –semejante a la del bordado– que hablan de sus efectos antidepresivos y relajantes debido a la generación de endorfinas, dopamina y serotonina, todas sustancias que segrega nuestro cuerpo y que provocan bienestar. La neurocientífica Sara McKay agrega que hacer manualidades provoca en el cerebro efectos similares al mindfulness y la meditación, y que los beneficios se multiplican cuando se realizan esas labores en grupo.
En grupo
Debo decir que me gusta tanto bordar sola como en grupo. El primer escenario es idóneo cuando estoy iniciando un proyecto en el que tengo que tomar muchas decisiones. El segundo, cuando ya tengo definido qué haré (tengo un dibujo sobre la tela así como la paleta de colores que emplearé).
Las mujeres reunidas –y me encantaría que hubiese hombres– conversamos, intercambiamos saberes, nos reímos, pedimos opinión sobre lo que hacemos, etc. Estrechamos lazos mientras pasamos un buen rato bordando juntas.
En Cuenca (Ecuador), por ejemplo, varias iniciativas reúnen a grupos de mujeres para que tejan y borden sus historias una vez por semana, lo cual ha servido como terapia para sanar distintos tipos de heridas, además de dar la posibilidad de vender los trabajos allí producidos. Del otro lado del océano Atlántico, en Sevilla (España), también hay un grupo de mujeres de distintas edades que se reúne los lunes. Y si siguiera explorando en la web, seguro encontraría mucha información semejante sobre esta forma de socializar.
Lentitud
De acuerdo, sí, bordar requiere de paciencia. Como muchas labores que no se terminan en un día: escribir una novela, por ejemplo. Bordar requiere de un compromiso con la lentitud, con ir despacio, con dejar de correr, con permanecer con calma en el momento presente.
Marna Lunt, de Thread Therapy, dice que «con el bordado a mano no te podés acelerar, tenés que tomarte el tiempo de halar cuidadosamente la afilada aguja a través de la tela. El arte de hacer pequeñas puntadas te obliga a enfocarte; a medida que te vas haciendo experta en las puntadas podés permitirte caer en una especie de estado de trance» (mi traducción). Ella ofrece cursos de hilo-terapia así como también retiros de bordado en el Reino Unido. Y presenta el bordado como una alternativa a la meditación mindfulness.
En suma, ¡bordar es lo máximo! Ahora bien, como con cualquier actividad, hay que tomar pausas para evitar dolores en el cuello, en la espalda o en las muñecas. Todo con medida.