«No sé si logré dar a conocer lo que he visto en los Estados Unidos de América, pero estoy seguro de haber tenido un sincero deseo de hacerlo, y de no haber cedido más que sin darme cuenta de adaptar los hechos a las ideas, en lugar de someter las ideas a los hechos», narraba Alexis de Toqueville en su introducción a La democracia en América. Se torna difícil no intentar conjugar la emoción y la razón cuando se viaja, no dejarse arrastrar por los sentidos, por la intensidad que uno mismo experimenta en primera persona, en definitiva, por las vivencias que no son más que fichas de un puzzle sin acabar. Si hay quien dice que escribir es elevar la conciencia, escribir, del mismo modo, supone buscar un punto de encuentro entre los impulsos del corazón y las nomenclaturas de la cabeza, especialmente cuando uno se lanza a la aventura de lo desconocido.
La madurez del viaje a Norteamérica se ha hecho realidad. Pasado el período de fascinación de los primeros 20 días, en el que se descubren los highlights del estado de Texas, superados los meses de contradicciones, donde todo parece ser completamente diferente a los usos y costumbres del país de origen, pasan los meses y se consigue. ¡Bendita adaptación! El proceso de americanización termina por atraparte en las Américas si es que se logra intuir todo lo que esconde tras de sí. Entonces, uno ya no quiere volver a casa, ni desea salir del continente americano porque anhela conocer más y más, hasta el punto de dejarlo todo. Como sucede con las parejas donde existe una fuerte atracción, todo va por fases: fascinación, enamoramiento, observación de las virtudes y defectos, y, finalmente, ganas de seguir compartiendo. Los más valientes correrán a lomos del toro, de Europa, con el afán de seguir la estela de lo soñado, América.
Desde muy pequeñitos comenzarán a exigirte el conocimiento del verbo to be, tenía que ser inglés, ¿no podría haber sido portugués o francés, países vecinos a España? Más tarde, uno descubre las pizzas al estilo norteamericano y se hace a los McMenús del McDonald porque se hace adicto a los regalitos que ofrece. Es muy curioso que en un país donde no exista una cultura gastronómica, como sucede en el resto del mundo, se hayan instaurado los fast food, más bien junk food, con tanta intensidad. Finalmente, ya creciditos, uno consume cafés del Starbucks, que no son más que sucedáneos del auténtico café, se viste con camisas de cuadros, se anima a cantar rap o hip-hop, se hace fan del cine y de las series americanas, hasta que por fin, uno se crea una cuenta en Facebook, donde dar parte de tu biografía y demostrar que se tiene más de un amigo.
Norteamérica es la gran exportadora de ideas de negocio porque sabe cómo venderse, tiene el marketing incorporado en las arterias. Making money everywhere. Norteamérica es una fábrica de petrodólares, donde los Picapiedras trabajan a destajo, compiten y entrenan cada día por ser los mejores. Podrá ser odiada, despectivamente considerada «yankee«, o amada bajo el himno del país God bless America. Pero, Occidente no puede vivir sin ella. Tal vez nos quede mucho por aprender de ella, más allá de la cultura de malls o centros comerciales, más allá del individualismo imperante entre los americanos, más allá del capitalismo y del materialismo y de todos sus ismos.
Norteamérica sabe venderse porque se cree powerful (poderosa). Se lo cree y parece serlo, con todos sus pros y sus contras. Terminar por aceptarla es terminar por amarla. USA tiene en sí mismo el branding de la USP, del Unique Selling Proposition, ese concepto de marketing creado a principios de los años 40 por Rosser Reeves. «Aquí estoy yo porque yo lo valgo», como promocionara L’Oreal hace unos años. No se complican con filosofías, son prácticos. Más que pensar, actúan. Parece que en Estados Unidos no se tiene miedo a emprender. Los americanos son independientes y autónomos porque siguen creyendo en sus posibilidades, son muchos los que viajan como mochileros por Latinoamérica y otros los que cruzan el Atlántico para adentrarse en Europa, hay quienes optan por atravesar el Pacífico para estar una temporada en China. Muchos jóvenes norteamericanos gozan de la misma ventaja, pueden dar clases de inglés en cualquier lugar del mundo y así se ganarán la vida.
En USA no sirven las lamentaciones, trabajan para conseguir sus objetivos. Se ambiciona el éxito, se asume el liderazgo y se procura luchar para mantenerlo. Y aunque la motivación tenga forma de dólar, sigue manteniéndose férrea. Si estás en Norteamérica, no te lo pienses más. Just do it! Go ahead!