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En voz alta

 

 

El blog comenzó en Moncho –aunque entonces no dije su nombre– con una pregunta en la mesa de un bar, junto a una ventana: «¿A qué sabe el café con vinagre?». Ese primer post terminaba con otro interrogante: «¿Habrá respuestas para todo?». De eso ha pasado casi un año. Era 9 de mayo de 2013. Ahora, de nuevo mayo. Me ausenté (Pablo no) sólo dos semanas. Me gustan los ritos cíclicos que se perpetúan. Post número cincuenta. Aún restan muchos para la meta. Un día la situamos en ciento ochenta y tres. Ni siquiera hemos alcanzado un tercio. Pero la fotografía estalla en colorido como si fuera una manera de agradecimiento. Esta tarde, antes de sentarme a escribir, he releído en voz alta –con una pausa para tender la ropa y echar una cabezadita– cada uno de los cuarenta y nueve comentarios anteriores. Supongo que buscaba un nexo, algún elemento que me sirviera para recopilar y darle a todo sentido. Cómo si hiciera falta. Anoté libros gozados, periodistas admirados, amigos queridos, familiares besados, nostalgias desvestidas, ciudades transitadas, trenes gimoteados, paisajes tecleados, juegos sugeridos. 

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