Se puede decir que la hegemonía que el fútbol latino (español, portugués, italiano, francés) venía ejerciendo en competiciones europeas a partir de la primera edición de la Copa de Europa en 1955 llega a su final en 1967, con el triunfo del Celtic de Glasgow frente a aquel “Grande Inter” de Sandro Mazzola y Helenio Herrera. A partir de entonces, y a la par del triunfo de la selección inglesa en el Mundial del ’66, los británicos reconstruyen el mitogema del “inventor del juego”, volviendo a entonar con una osadía casi irritante la melodía de esa bendita canción de los mejores del mundo.
Es en este contexto en el cual el Manchester United de Matt Busby consigue uno de los triunfos má sentimentales registrados en la historia del fútbol. Se trata de la Copa de Europa de 1967-68, en la cual la segunda generación de futbolístas criados por Matt Busby logró hacerse con los máximos honores del fútbol europeao, justo diez años después del trágico accidente de Munich de 1958, en el que el avión donde viajaba el United, de vuelta de Belgrado tras jugar el partido de ida de las semifinales de la Copa de Europa contra el Estrella Roja, se estrellara, arrancando de raíz toda la promesa y la expectativa que se había forjado alrededor de la cantera que le diera su nombre a los “Busby Babes”.
Diez años más tarde, el United cerraba su ciclo de reconstrucción y cura, sanado las heridas de aquella tragedia con la gloria de levantar la más prestigiosa copa de competiciones de clubes, guíados por la destreza de su capitán, Bobby Charlton, y por la fuerza de un delantero como pocos se han visto, George Best.
En la Intercontinental del ’68, el United se enfrenta a Estudiantes de La Plata a doble partido.
Pero antes, hay que acotar que Estudiantes constituyó una auténtica revolución en el contexto del fútbol sudamericano. A Estudiantes se le llama «el pincha ratas», porque se fundó en la Facultad de Medicina de la Universidad de La Plata (como los estudiantes de medicina practicaban farmacología inyectando ratas blancas, pues se les quedó ese apodo). Su entrenador, Osvaldo Zubeldía, introdujo métodos de entrenamiento que se usaban en Europa, pero no en Argentina. Allí, se estilaba que las barreras miraran hacia la portería; Zubeldía lo cambió; en Argentina, la preparación física casi no importaba, no se trabajaba casi en el gimnasio y la táctica estaba en un segundo plano. Zubeldía convirtió a aquel Estudiantes en una maquinita, agregándole otro ingrediente: las malas artes. Solían pellizcarle los glúteos a los contrarios cuando se iba a sacar un corner; cuando uno de ellos hacía una entrada dura, en seguida llegaba otro a rematar al contrario; presionaban al árbitro colectivamente: si algún compañero reclamaba algo, llegaban cuatro o cinco a apoyarlo, sin importar lo que reclamara. En fin, era, definitivamente, otra cosa. Ese equipo ganó tres copas Libertadores consecutivas, y en 1968 se debía enfrentar al United.
En Buenos Aires ganó Estudiantes 1-0. Los del United pensaron que el resultado era estupendo para jugar en Old Trafford. Pero resultó que no: Verón (el padre del actual Juan Sebastián) marcó el empate en Inglaterra y ganó Estudiantes. Pero, a lo que ibamos: la anécdota cuenta que en el partido de Buenos Aires el volante de marca, Carlos Salvador Bilardo, le hizo una durísima entrada a Nobby Stiles, aprovechando para sacarle los lentes de contacto, con los cuales jugaba el tuercebotas miope; Bilardo pisó los lentes y los rompió, pero Stiles no se dio cuenta y se puso a buscarlos; en ese momento, todos los jugadores de Estudiantes empezaron a pretender que buscaban los lentes de Stiles, cuando en realidad era mentira y lo que hacían era perder tiempo, porque ganaban 1-0.
Son las cosas que tiene el fútbol…