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Mientras tantoEnseñando cacha

Enseñando cacha


 

Uno ha visto siempre el Pleno como sinónimo de latazo, algo así como el trabajo de un oficinista transmitido por radio y televisión, mientras a su alrededor los compañeros toman café y hablan de fútbol y de mujeres, o de hombres y de ropa. Un tópico. Un Pleno es un tópico aburrido, hoy dividido entre casta y fetichistas. La casta (desde ahora uno va a referirse a ella como “los parroquianos”, igual que los habituales de un bar), dice siempre las mismas cosas y se viste igual y se peina igual. Los fetichistas, de los que hablaba Marañón, en cambio, llegan transgrediendo en todos los sentidos hasta que se convierten en parroquianos y se hacen un traje y una raya en el pelo y hasta una casa en la playa. Llamazares está a medio camino entre el parroquiano y el fetichista, combinando las corbatas con las camisetas y otras manifestaciones de la reivindicación como carteles, pegatinas o chapas. Llamazares es un híbrido después de tanto tiempo en esta isla del Dr. Moreau. Pero es un caso único. Hoy durante la tramitación de la ley de abdicación el fetichismo ha sacado, por supuesto, los carteles. No les basta con la palabra igual que a Miley Cyrus no le basta con cantar y bailar. De este modo, enseñar el culo es una forma de hacer política y, pensando en ello, uno se temía lo peor en ocasión tan señalada. Cayo Lara, uno de los más exhibicionistas del hemiciclo, se ha destapado, de nuevo, con un número de desnudismo ad hoc con expresiones como “monarquía decrépita”, lo cual uno lo ve un poco como terrorismo verbal en medio de su democracia, que es la de no ver la paja, incluso teniéndola en la mente. La política es una cosa sicalíptica. Cuántas veces cabría llamarles a sus ejercientes sicalípticos en lugar de políticos. Pero la casta o los parroquianos se muestran más recatados, como los artistas consagrados. El Congreso tiene de estos y también de novísimos: Ladys Gagas, Rihannas, Kates Perrys… provocadores algunos tan talludos como Madonna o Cher, que en la madurez siguen enseñando cacha. A pesar de las apariencias, Alfred Bosch es un hombre preparado y culto, que sin embargo ha decidido tomar el camino del titiritero “…allez hop, de feria en feria. Siempre risueño, canta sus sueños y sus miserias…”, una tendencia en Cataluña, donde algunas de las mejores mentes se tiran a los escenarios parlamentarios y catódicos en una suerte de anarquismo intelectual que nada tiene que ver con sus posiciones políticas, aunque sí sicalípticas. Aquí está el reverso tenebroso de la historia. Esta coquetería ha creado escuela y han surgido jóvenes (ya viejos) valores que avisan (que vienen avisando) de sus propósitos como si esto fuera Jauja en vez de España, lo cual no parece quedar muy lejos. No se vio nunca antes al terrorismo con voz tan alta en las instituciones, y para los anales quedará que allí estuvo actuando en la sucesión del Rey (al que quiso matar): la pornografía en el fetichismo, vestido en la figura de Sabino Cuadra con la misma impudicia de sus referentes ideológicos. Luego viene el señor Cayo a decir que esto no es una democracia, y por hoy se cree que tiene razón si se mira desde otra perspectiva.

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