Balance
He viajado, me he cansado y escrito poco
pero pensé mucho en el regreso, cuarenta años.
El hombre en todas las edades es un niño:
la ternura y la brutalidad de la cuna;
a lo demás le pone límite la mar, como a la orilla,
a nuestro abrazo y al eco de nuestra voz.
Giorgos Seferis
Poesía completa
Versión de Pedro Bádenas de la Peña
Ser libre para poder elegir, escapar de la vida que había trazado para mí la ciudad donde nací, de todo lo que se supone que sería mi camino. El viaje es a veces una revolución personal, una forma de cortar con lo dado por otros, una forma de crear tu mundo y tomar tus propias decisiones. Hace 13 años que vivo en Grecia, mis estudios en Filosofía y mi admiración por la historia del Mediterráneo y su geografía me sirvieron de excusa para viajar e instalarme en Atenas en el verano del 2000. Grecia me ha dado la oportunidad de hacer el trabajo que más me gusta, la enseñanza, y en concreto la enseñanza de español como lengua extranjera. Grecia me dio la experiencia, el viaje, la búsqueda.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
Mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
Sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.
Kavafis, ciudad y fechas
Se llega a Grecia con una visión de la Grecia Antigua que no tiene mucho que ver con la Grecia actual. Una primera vista del país nos dice que nos acercamos más a Oriente, es muy diferente de una ciudad de Centroeuropa. Mi periplo por Grecia fue realmente interesante y emocionante y como ocurre con todo extranjero sólo se tiene pleno conocimiento de una cultura cuando se profundiza en una lengua con la que pueda entenderse la mentalidad y cosmovisión propias del país de acogida.
No encontré a Grecia pobre cuando llegué en junio del año 2000. Encontré una Grecia optimista. Todavía se utilizaba la dracma, su moneda nacional.
Se llega a Grecia desde una visión romántica, los mitos, su historia, y sus grandes nombres. La cultura occidental le debe en gran medida su base conceptual e ideológica. Todo debió de comenzar, como dice Kitto en su libro Los griegos, cuando un grupo de hombres llegó a las inmediaciones del Mar Egeo y alguien, mirando al mar, preguntó a los que habitaban en aquel lugar: ¿Qué es eso? “Thalassa”, dijo un autóctono en otra lengua. Todavía utilizan esa palabra para referirse al mar. El mar es en Grecia el origen y el fin. Todos los griegos tienen una casa cerca del mar, ya sea la suya propia o la de su familia. El mar y la naturaleza compensan lo que el Estado no puede ofrecer. Quien vive cerca del mar tiene salud, tranquilidad, felicidad, oxígeno… Pero también hay que decir que es un límite a veces infranqueable.
Viví cinco años en Atenas. Después, mi marido y yo decidimos trasladarnos a Syros, la capital de las islas Cícladas. Fue en Syros donde más he aprendido sobre la comunidad griega. Integrarse en un mundo con una lengua diferente a la tuya no es tan fácil como parece. Aprender bien el idioma sin cometer errores gramaticales es fácil. Entender una visión determinada del mundo, una historia, sus tradiciones y su forma de pensar es más complicado. Hay que entender, interpretar y descifrar constantemente. El punto de referencia desde el que hablas, entiendes o miras es a veces diferente. La historia vivida y también la geografía de un lugar pueden caracterizar a una lengua y por ello crear una mentalidad concreta. A veces es mejor no ser consciente de las diferencias y así te puedes adaptar mejor. No es mi caso. Cuando llegas a un país nuevo te sientes libre de todo lo anterior. Al seguir viviendo sientes que lo que tú eres no es comprensible por los demás y que tu forma de mirar la realidad es diferente. Lo explica muy bien José Luis de Diego, argentino que se exilió en España durante la dictadura de su país: “El exiliado tiene el privilegio del forastero, es decir, la mirada, extraña de quien no comparte una historia ni una lengua común; se trata de una mirada doble o ligeramente estrábica que se acostumbra a no admitir nada como natural”.
Vivir en una isla tiene sus ventajas e inconvenientes. Es cierto que te insertas en una pequeña comunidad donde la gente se conoce, y se crean fuertes lazos de solidaridad. El inconveniente es la imposibilidad de utilizar otro medio de transporte que no sea el barco para ir a Atenas o simplemente ir a cualquier otro lugar. Las islas griegas son micromundos con sus propias tradiciones, su historia y su gente. Al principio me extrañaba ese amor a las tradiciones, la cocina y todo lo relacionado con el mundo doméstico. Me parecía que todas esas ideas atan más a la mujer y la siguen relegando a su papel de protectora y guardiana de la familia. Esa obsesión por la cocina y por la limpieza general todos los sábados por la mañana. Entiendo ahora que esa lucha en contra de que las tradiciones desaparezcan es una forma de que tu identidad perdure en un mundo globalizado y mercantilizado donde no importan las diferencias culturales y en donde incluso se pretende que desaparezcan para favorecer un mundo sin fronteras económicas. Vivir en una isla es una gran experiencia, pero si no estás acostumbrado llegas a sentirte como atrapado, y es peor si no cuentas con muchos medios económicos para poder salir de allí cuando te apetezca. Como contrapartida siempre tienes al alcance de la mano la costa, el mar, la playa y las montañas. Ahora vivo en Ermúpolis, la capital de Syros. Su historia apenas la conocen los turistas que llegan a las islas.
Ermúpolis se creó después de la guerra que independizó a Grecia del Imperio Otomano. La ciudad se ha construido en muy pocos años gracias a los inmigrantes que llegaron sobre todo de otras islas y de Asia Menor, en donde vivían muchos griegos. Ermoúpolis fue una ciudad cosmopolita, con un gran número de fábricas, y una sociedad urbana en donde las clases altas estaban influenciadas por el modo de vida europeo de la época. Fue una de las ciudades que protagonizaron la Revolución Industrial en Grecia, pues a lo largo del siglo XIX, en su época de mayor esplendor, se llegaron a construir once barcos en un mes. Ese apogeo económico puede apreciarse en las calles de mármol, en las casas de corte neoclásico y en el antiguo cementerio, lleno de mausoleos con preciosas estatuas de ángeles. Ermúpolis fue una de las primeras sociedades urbanas griegas del siglo XIX. Esto también tuvo sus inconvenientes. Según me contaron, en la Segunda Guerra Mundial la isla se quedaba a veces incomunicada con el mundo exterior y la gente tenía muy poca comida que llevarse a la boca. Fueron muchos los que murieron de hambre y algunos tuvieron que alimentarse hasta de gatos. En otras islas no ocurría lo mismo porque había más terrenos de cultivo y podían vivir de lo que cosechaban.
La crisis y el autismo de mi hijo
Es cierto que la crisis económica ha supuesto una catástrofe para este país. Yo misma sufro las consecuencias. Mi trabajo se ha reducido a la mitad, el sueldo de mi marido se ha encogido al 40 por ciento y además uno de mis hijos, que sufre un trastorno del espectro autista, se quedó sin el subsidio que recibíamos para poder atender a sus terapias durante un año. Cada año los profesores que vienen a la isla son diferentes y esto no ayuda a niños con trastornos de autismo como los de mi hijo. Fue muy difícil encontrar los medios para ayudarle. Fue rechazado de la guardería con tres años y tuve que pagar a una chica para que lo cuidara dentro de la propia guardería. A los cuatro años conseguimos que tuviera otra profesora en su clase y se ocupara de él, aunque no fuera especialista en autismo. A los cinco años, gracias a una asociación de personas con minusvalías, pudo estrenar un aula infantil de educación especial. Ahora mismo Orestis tiene un compañero más y hay dos profesoras de educación especial en su clase. Ahora estamos bien, pero cada septiembre no se sabe qué va a pasar. Aquí ven normal que los medios que ofrece el Estado sean a menudo ineficientes y encima lleguen con retraso. Los niños con tetraplejías tienen a veces que esperar uno o dos meses a que lleguen los asistentes. Lo peor fueron las historias que escuchaba acerca de niños con minusvalías que permanecían en sus casas sin poder acudir a ningún centro por falta de medios o porque sus propios padres no consideraban que la educación de sus hijos fuera un derecho. Esto es una catástrofe, un desastre para un país que no puede ayudar a sus ciudadanos más vulnerables.
Hablan hipócritamente de integración y ayudas y después no ofrecen los medios necesarios. No solo las personas que poseen diversidad funcional están sufriendo las consecuencias de esta dura crisis económica, también los inmigrantes. En los últimos años la masiva llegada de inmigrantes a Grecia ha hecho que se construyan centros de retención donde acogen a muchos más de los que deberían. Así se ha llegado a una situaciones de hacinamiento: no hay medios suficientes ni a veces una asistencia sanitaria digna.
La crisis ha hecho que aumentara el respaldo a la extrema derecha en Grecia, representada principalmente por el partido de Aurora Dorada. Afortunadamente fue expulsada del Parlamento después de que uno de sus miembros matara al cantante de rap Giorgos Fissas. Han asesinado también a un inmigrante paquistaní y han perpetrado numerosos ataques racistas.
En estos últimos años ha aumentado la xenofobia en Grecia, los centros de retención de inmigrantes y la detención de personas sin papeles por parte de la policía. Que se haya redoblado la persecución de los que llegan no es solo una respuesta popular a la crisis, tiene que ver con la mentalidad y la idiosincrasia de la historia griega. Creo que en Grecia hay un cierto etnocentrismo: se ensalza tanto la civilización griega antigua que ha tenido como consecuencia ha echado raíces la idea de una raza griega superior. La civilización griega antigua ha sido destruida por los bárbaros. Primero los persas, después los godos y más tarde los otomanos. Según la historia que se estudia en el colegio, da la sensación que las diferentes culturas no ofrecen ni aportan nada nuevo: han destruido solo la gran civilización griega, aquella que los europeos no dejamos de ensalzar. Estas ideas son peligrosas. Crean un sentimiento victimista en la población. Eso hace que a menudo muchos se sienten amenazados por lo y el extranjero. Por todo esto creo que es tan importante ahondar, trabajar en una educación intercultural con respeto a las diferentes culturas, aceptando sus diferencias y dejar de ver al otro, al extranjero, como a un invasor. Para ello es necesaria invertir en educación, para no propiciar el surgimiento de los terribles monstruos que crean las grandes y bien construidas mentiras nacionalistas. Inversión en educación es algo que ahora sería difícil de contemplar en Grecia debido a la crisis. Paradójicamente habría que añadir que ha sido uno de los países del mundo que más armas ha comprado en estos últimos años.
Sentirse extranjero es difícil. Aunque lo pretendas con la mejor voluntad no es sencillo integrarte totalmente en otro mundo. Es como si tu cerebro lo procesara todo desde otro punto de vista, como si percibieras y sintieras cosas de forma diferente a como las sienten otros. Todo esto no lo sabía antes de desembarcar en Grecia. Estudié filosofía del lenguaje en la universidad, pero creo que realmente no la entendí hasta verme en otro país y hablar otra lengua. Tengo la sensación de que me muevo entre dos mundos constantemente y además es difícil relajarse: siempre hay que estar interpretando palabras, tonalidades y expresiones faciales. Como una persona que sufre autismo y trata de entender lo que los demás le dicen. Mi hija habla ya dos lenguas de forma natural y entenderá también de forma natural tanto un mundo como el otro. No es extranjera en ninguno, pertenece a los dos. Mi hijo seguirá siendo siempre extranjero vaya donde vaya, aunque su lenguaje de imágenes le ayudará a entenderse de forma básica. Yo me siento extranjera en Grecia y me resulta muy difícil adaptarme. También me duele la nostalgia. A veces me vienen a la memoria los días de la infancia y la primera juventud. Hay días en que duelen las imágenes, aquella recortada silueta en el horizonte, el olor de una fábrica en el río Nalón que pasaba por Trubia. Aquel barrio obrero al este de Oviedo.
Quizás sufra las consecuencias de esa unión europea que no es tan real. Una cosa es la unión monetaria y otra son los aranceles culturales que siguen separándonos. Las lenguas no son solo diferentes traducciones de la misma idea. Una lengua contiene una cosmovisión propia que es necesario entender. Es lo que desde hace unos años trata de estudiar la pragmática, o de cómo el contexto influye en la interpretación del significado. Ya lo dijo Wittgenstein: “Allí dónde están las fronteras de mi lengua están los límites de mi mundo”.
Soy una forastera con raíces en el viento.
Construyo una identidad volátil en la nada.
Entre dos mares, entre dos esquinas.
Grito en mi lengua, apenas me entienden.
Mi lengua sólo tiene una belleza estética e ininteligible.
Todos los matices, los perfiles, los aspectos, los anversos, las perspectivas de un universo imposible de compartir.
Nómada desterrado una y mil veces que
desgarra la tierra para unirse desesperadamente a ella.
Sigo en el aire, no puedo arrancarme las alas.
María Durán Barbero es profesora de español en Grecia