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Entre los lagos Bofin y Agraffard

 

Es la dificultad de situarse en el espacio y en el tiempo cuando finalmente ponemos los pies en aquel sitio leído, soñado, quizá deseado. Es el choque con aquello que tan solo existía en la imaginación, en las palabras, un lugar que apenas existió, de realidad precaria. No es el puente donde John Ford rodó una de las escenas de El hombre tranquilo. Es otro puente, histórico, aquel en el que Sean Thornton se detuvo junto a su fiel guía Michaleen Oge Flynn. Es el lugar donde tan solo existieron palabras y fotogramas, es lo que podemos llamar los hechos.

 

Es la opción del fotógrafo que desea documentar el mundo: Es necesario llegar tarde al lugar –fue ya hace mucho tiempo cuando Thornton estuvo allí–, porque si fotografiamos cuando las cosas están ocurriendo no hay distancia para el deseo, para la mirada que comenta, que interpreta, que comprende, que piensa el lugar y su situación en el mundo. El cerebro –el mío– es lento en darle significado a lo que ve, necesita separarse, mirar pausadamente desde una cierta perspectiva.

 

Lo cierto es que no hay Sean Thornton sin un espacio que lo cobije, que lo haga posible, que le dé un suelo por el que poder caminar. La ventaja de las palabras es que son eternas (mientras no las borre el olvido), y nos permiten fotografiar en lugares de eterna presencia, de eterna memoria, sin ausencias. El puente no existiría si Sean Thornton no estuviese siempre en él, incluso es como si él lo hubiese construido. En otros ámbitos, sin duda, se hubiese llamado Thornton Bridge.

 

Es también la decisión de desde dónde colocar la cámara: Es la tentación de apuntar hacia donde ocurrieron los hechos. Otras opciones, otra mirada me llevaría a recordar el título de esa extraordinaria obra de John Constable, La catedral de Salisbury, vista desde el jardín del palacio arzobispal. Mi interés por la imagen escondida del palacio arzobispal. Fotografiar desde donde ocurrieron los hechos, lo que desde allí se ve, una vista excelente, un bello paisaje escrito, permanece intacto, parecería –su aspecto– como cuando aún no estaba hablado, con el amable detalle añadido de un monumento al recuerdo de Sean Thornton por si el olvido hiciese su aparición.

 

 

 

 

Eduardo Momeñe es fotógrafo y editor de fotografía de FronteraD, donde ha publicado, entre otros artículos, Las fotografías de Burton NortonLa línea de Palíndromo Mészáros: documentar una catástrofeBrian Griffin y ‘The Black Country’.

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