Antonio Arco (Fotografía: Juan Manuel Díaz Burgos)
«Usted sabe escuchar». Esta afirmación es del hispanista Gonzalo Sobejano dirigidas a Antonio Arco, periodista y crítico teatral. «Reconozco en usted un interlocutor inmejorable que escucha lo que el otro dice y lo interpreta con fidelidad e imaginación compenetrada», continuaba el catedrático de Literatura Española en la universidad de Columbia. Antonio Arco es un laborioso especialista del género periodístico de la entrevista así como la columna de opinión. Podemos leerle en las contras dominicales del diario La Verdad y en sus colaboraciones para XLSemanal –grupo Vocento–.
Nos encontramos en un céntrico hotel. La luz del sol se cuela a ráfagas entre las nubes y sopla una brisa leve. Te saluda cercano. Cariñoso. Su palabra es rápida. De los que no titubea. A Antonio Arco le debemos las entrevistas más destacadas, leídas y peculiares de los últimos años. Su quehacer profesional puede ya encuadrarse entre lo mejor del periodismo literario de los últimos años. A través de sus entrevistas ha desarrollado su sueño de viajar y ha sido testigo de confesiones insospechadas a través de la palabra de pensadores, filósofos y artistas. Arco toma asiento y me sonríe algo retraído. El pudor le sobreviene al verse cambiando los papeles. El entrevistador se ve hoy frente al espejo explicando las claves de su oficio. Y le incomoda concederse una relevancia que siempre ha centrado en sus entrevistados. Me insiste en que prefiere hablar de otros. En efecto, cualquiera que quiera comprobarlo puede acercarse a las selecciones de entrevistas publicadas en los libros Mujeres. Entrevistas con 31 triunfadoras (2000) desde Carmen Alborch, Bibiana Fernández, Charo López o Ana María Matute; Monstruos. Entrevistas con los grandes del flamenco (2004), un recorrido a través de conversaciones en lo más «hondo» de los grandes del flamenco como Juanito Valderrama, Fosforito, Marifé de Triana, José Mercé, La Paquera de Jerez, El Cabrero, El Lebrijano, Enrique Morente, Sara Baras, Cristina Hoyos, Chano Lobato, Miguel Poveda… Y, En qué estábamos pensando. Entrevistas con filósofos, poetas y creadores desde Azúa, Laín Entralgo, Julián Marías, Brines, Caballero Bonald, Genovés, Hierro, Hendricks, Lledó, Pérez-Reverte, Savater o Siza.
La vida en el hotel discurre sin calma entre ruidos de cucharillas y tazas de café y el rumor de ruedas de maletas en el hall mientras otros hacen el check out / on en recepción. El último trabajo de Arco, periodista cultural, impulsor y director del ciclo La nueva Torre de Babel y profesor de Estética y Ficción en la UCAM, es Llámame Teatro. 50 Festival de San Javier, en el que se recogen 31 críticas teatrales de montajes disfrutados en los últimos años en el Festival de Teatro, Música y Danza de San Javier. «Antonio Arco no es un crítico de teatro, es un hombre de teatro que da, por vías de su receptiva sensibilidad, noticias literarias del arte del teatro. No sólo está contribuyendo como periodista y crítico a dejar en las hemerotecas la historia del teatro, la real historia del teatro por encima de esa otra que en retorcidos juicios publican caprichosos especialistas; es que Antonio Arco, con su valiosa aportación, no es que va a ser, sino que es ya, hoy, parte fundamental de esa historia del arte del teatro». En estos términos habló, meses antes de su fallecimiento, el dramaturgo Salvador Távora sobre Arco. Entre sus páginas, encontraremos prólogos de actrices como Verónica Forqué y Esperanza Clares; los actores Ginés García Millán; el director de escena y escenógrafo Paco Azorín o el director de escena y gerente de la Academia de las Artes Escénicas de España, Mariano de Paco.
En una de sus entrevistas, José Luis Sampedro le apuntaba que lo esencial era ser buena persona, «mire, ser buena persona, no hacer daño a nadie, es lo más importante que uno puede hacer en esta vida», que nos lleva al mítico de Ryszard Kapuscinski: «Para ser buen periodista hay que ser buena persona»…
Siempre quise hacer entrevistas desde que empecé porque era un vehículo para aprender. El primero que aprende soy yo a la hora de entrevistar, es decir, yo estaba interesado en muchas cosas: en los viajes, en la arqueología, la literatura… quería saber. Imagínate, acercarte a las personas que más saben de cada campo de una manera directa, sin trampa ni cartón, y poder preguntarle lo que tú quisieras. A mí me parecía una aventura que merecía la pena intentar.
«Una forma de hacerse a sí mismo. La pena es que se nos va el tiempo y no nos enteramos de nada, de nada importante, claro», continuaba Sampedro…
Se nos va la vida, efectivamente… Me interesaba hablar con estos personajes porque yo, obviamente, tenía padre y madre y algún día los perdería y me iban a pasar las mismas cosas que a todos los seres humanos: me voy a enamorar y me van a dejar y me voy a hundir y voy a fracasar… Yo quería saber cómo lo sobrellevan, cómo ha salido de ese pozo toda esta gente que yo admiro. Posteriormente, descubrí que lo que a mí me interesaba saber y esas mismas preguntas se las habrían hecho muchísimos lectores. Me llegaba que muchos lectores habían encontrado en esas respuestas ánimo y consuelo. Estas cuestiones son universales.
Lo mejor y lo peor de la vida es ese factor íntimo, lo que te moldea como persona, tu intimidad, un golpe anímico casi sísmico que te rompe, el zarpazo doloroso de cualquier día, sin esperarlo…
Sobre el dolor hay mucho pudor porque tampoco quieres contribuir a más, al malestar del otro, pero es verdad que hace tanto bien evidenciarlo, sacarlo a la luz, poder hablarlo hace tanto bien…. No estamos solos en el dolor, no estamos solos en la enfermedad, no somos los únicos a los que nos dejan….
Rosa Montero dijo en una ocasión, «pensar en la muerte es, en realidad, conversar sobre la vida».
Siempre hablo de la vida y de la muerte con mis entrevistados. Es un tema que me interesa. Y, como a tantos, me ha ayudado comentarlo. Fíjate, han sido muchos más los entrevistados que me han contado que sienten a sus seres queridos cerca que aquellos que no. Incluso gente que no cree en nada del más allá te añaden siempre lo de ‘yo no sé qué pasara, no tengo las claves, la certeza, la evidencia científica, pero yo, que soy un incrédulo total, lo he sentido acompañándome a mi lado, físicamente’. Y me lo aseguran como una sensación física, no un deseo proyectado…
Unos descubrimientos vitales que no pueden separarse de la palabra. Miguel Ángel Hernández, finalista del premio Herralde de novela con El instante de peligro, decía de usted precisamente eso, que «uno percibe en sus entrevistas una pulsión literaria, no sólo en la belleza y estilo de la prosa, sino también en el modo en el que son descritos los personajes, las atmósferas o incluso el ritmo de las conversaciones. Arco convierte al entrevistado en un personaje de novela sin restarle realidad».
Por lo que me cuentan, mis entrevistas están vivas. Que hay pálpito. Que el entusiasmo no se extingue, queda impregnado de alguna manera. Y a mí esa idea, seré idiota o yo que sé, cuando escribo algo así me ha pasado también. Yo no pienso, a la hora de entrevistar y plasmarlo al papel, en que le guste al entrevistado ni que le guste a mi director. No. Siempre me imagino a una persona anónima, que no conozco de nada, en un lugar al que probablemente yo no voy a ir nunca ni sé que existe, está leyendo ese texto y está disfrutando. Esa es la imagen que recurrentemente me viene.
¿Qué hace grande una entrevista?
Depende a qué te refieras. Si es una entrevista de información, que te sacien esa información. Si ese actor va a estrenar y habláis sobre ese estreno, el éxito está en que consigas que los lectores vayan a ver ese estreno. Si son de personalidad en general, de la vida, para mí lo importante es que al lector le suceda algo durante la lectura de la entrevista, algo no previsto, algo con lo que no contaba, es decir, que se emocione, que se divierta mucho, que se inquiete, que se desasosiegue porque le has recordado no sé qué cosa. Que, de pronto, la lectura de ese texto no le deje igual, en el mismo estado en que estaba cuando empezó a leerla. Lo peor de todo es la indiferencia, cuando no pasa nada. Cuando no se te ha movido ni un pelo, mal.
Descubrimos que más allá de la pura contingencia o actualidad que requiere ese entrevistado, el arte de Antonio Arco reside en que consigue que personajes tan peculiares, tan analizados en tantas otras conversaciones como Arturo Pérez-Reverte, José María Álvarez, Antonio López, García Alix o Félix de Azúa le descubran sus más profundos sentimientos, como si le conocieran de toda la vida y hubieran quedado a tomar café…
No me gusta que el entrevistado me diga, en general, cosas que ya han dicho anteriormente. Intento huir de eso. Cuando ya me suena lo que me están diciendo, que ya lo he leído tres o cuatro veces antes, lo voy descartando mentalmente.
Al leer a Arco lo distinguimos como un artesano de la literatura expresando lo que le preocupa…
Defiendo un periodismo profesional. Es decir, un periodismo cuyo principal interés sean los lectores. No hacer un tipo de periodismo que nos beneficie a nosotros porque nos acerque al poder o nos acerque a determinados intereses económicos. Debemos ponernos en el lugar de los lectores, que no querríamos ser engañados ni ser manipulados. Que pediríamos que se nos den informaciones honestas en las que el profesional se haya volcado por contrastar los datos. Que no se haya dejado llevar por intereses partidistas. Que se haya interesado por trasladar de la manera más objetiva posible la información. Y creo en un periodismo que se hace con pasión, si no tienes pasión no tienes cabida en esta profesión porque es una labor que necesita, además, corazón. No sólo talento, inteligencia y rigor. Necesita corazón porque el material con el que trabajamos y al que nos dirigimos es muy sensible: seres humanos. Y, en tercer lugar, creo también en un periodismo que valora la estética en todas sus manifestaciones. Que busque la belleza en el lenguaje, en la presentación de los contenidos, en las imágenes, en los dibujos, en las caricaturas, en todos los detalles que contribuyen a la arquitectura del periodismo. Que se busque también la belleza y la excelencia. Un gozo estético y un gozo intelectual.
Inevitablemente, hablamos de la crisis del periodismo pero me señala rápidamente que el drama no es tanto que desaparezca la prensa, sino que desapareciera el periodismo…
Yo sigo comprando periódicos, papel, pero también consumo digital. Cuando está bien presentado es muy agradable y contribuye a su lectura la calidad de la imagen, de la fotografía, la posibilidad en cualquier momento de acceder a esa información, no estoy en contra… El drama para mí sería que desapareciera el periodismo con mayúsculas. Y que esos tantos canales de información fueran más de entretenimiento o, como casi ya pasa hoy, que entre tres noticias interesantes haya ocho o nueve que, en fin, son estúpidas y son las más leídas. Hombre, ahí sí tenemos un problema.
Somos nosotros, los propios medios, los que no estamos muy definidos…
Somos nosotros los que colocamos esas noticias absolutamente estúpidas constantemente porque pensamos que eso va a generar eso que se llama tráfico. Pero yo me pregunto ¿y todo eso a dónde llega?, ¿cómo favorece al negocio?, ¿cómo favorece a nuestra credibilidad?, ¿cómo favorece a la recuperación de una masa lectora crítica en un momento en que nos estamos jugando la supervivencia?
Es difícil ser comunicador y, a la vez, tener que convertirte en hombre de negocios, un autónomo, hoy en esto del periodismo…
Y a esa crisis, a esa deriva, estamos contribuyendo nosotros, los profesionales. No puedo entender como nosotros mismos hemos consentido perder nuestra propia dignidad. Diariamente leo en todos los digitales así como en prensa generalista dos cosas que a mí me resultan inadmisibles y que solamente las puedes vincular con nuestra profesión y no con ninguna otra. Una es que a nuestros entrevistados, que han aceptado someterse a nuestras preguntas voluntariamente, resulta que luego, -repito, siendo los invitados a nuestras casas que son los medios de comunicación-, consentimos que se les insulte de una manera absolutamente disparatada en los comentarios de los lectores. Eso me parece gravísimo. Atenta contra nuestra propia dignidad como profesionales. Y la segunda cara de la moneda: consentimos, en los mismos términos, que los insultados seamos nosotros, que los menospreciados seamos nosotros, pero con una tranquilidad pasmosa. Y algunos entre nosotros se escudan en que es la libertad de expresión. ¿Pero esto que es? Tú no puedes evitar que un lector piense lo que quiera, que por supuesto está en su derecho; ahora, insisto, ¿en tu propia casa, que es tu periódico, que se te insulte y se te menosprecie…?
Arco ha conseguido sobrevivir sin estar presente en las redes sociales. Por voluntad propia ha decidido poner freno a esta vorágine de vidas digitales y no tiene perfil en ninguna red social sobre el que abalanzarse, como hacen muchos, nada más despertar por la mañana…
Es que yo no creo que mis opiniones tengan un valor tan extraordinario para estar opinando continuamente y pensando que a los demás les puede interesar. Yo escribo opinión desde hace años. Escribo la contra de los domingos en La Verdad porque Aguirre de Cárcer –director de La Verdad de Murcia– me lo pidió. Si confían en mí, me lanzo. Y soy consciente de que es un escaparate tremendo y una responsabilidad bárbara. Pero esa violencia, la agresividad en Twitter… Yo soy periodista y soy al que más le interesa lo de la libertad de expresión, pero confundimos qué es la libertad de expresión. Un insulto no es libertad de expresión. Claro que hay un límite, hablamos de libertad de expresión como si se pudiera poner al margen de una sociedad civilizada, pero ¿qué sentido tiene defender la libertad de expresión en una sociedad incívica?, pero qué contrasentido y qué absurdo…
Es profesor de Estética y Ficción en la UCAM y no puedo evitar preguntarle cómo es como profesor. Y espero que no se parezca a aquellos que tuve yo cuando, el primer día ya, nos preguntaban qué hacíamos allí si el periodismo no tenía futuro y lo de encontrar trabajo ni te cuento…
Yo les digo, porque eso sí me gusta que quede claro desde el primer día, que el periodismo es tener una visión lúcida sobre el mundo. Empezamos mal si no la tenemos. Uno puede ser lúcido desde la cuna, vale; pero, incluso así, la lucidez la tienes que alimentar, la tienes que construir y la tienes que agrandar… Entonces, si no partimos de que creemos en nosotros mismos y estamos dispuestos a acrecentar y a trabajarnos que sea útil lo que hacemos aquí, para empezar… Por lo tanto, aceptamos la mirada lúcida como animal de compañía, ¿sí? Vale. Y, luego, transmitir con la mayor honestidad y con la mayor belleza posible eso que estamos viendo a través de esa mirada. Eso es el periodismo y eso nunca va a desaparecer. Siempre va a ser necesario. Siempre va a haber gente que agradezca que le cuentes historias bien contadas. Que le adviertas. Que le diviertas. Que le emociones. Que le abras puertas. Caminos. Que le presentes a gente interesante. Que le acerques a lugares. Y, luego les hablo de la pasión. Esto es duro, es verdad que no tiene horas. Son las cuestiones innatas que van con el trabajo periodístico. Le dedicas horas o días porque tú quieres que quede de una determinada manera, lo mejor posible. Se nos olvida que esta profesión te envuelve y te enamora a base de muchísimas horas, muchísimas horas para cultivarte, para prepararte, leer constantemente…
El problema es que hoy, como sabemos y eso es una gran verdad, no lee nadie nada…
Un titular muy gracioso y acertado que me dio el catedrático de literatura de la universidad de Murcia, Francisco Javier Díez de Revenga, y que no se me olvidará nunca porque parece un chiste pero no lo es, es que en España nadie lee nada de nada. Pero es verdad, es una gran tragedia que se nos viene encima, las nuevas generaciones no leen nada. Y cuyas consecuencias iremos viendo. ¿Qué pasa con una generación que no lee y sabiendo los demás que de esas generaciones van a salir los profesores de las siguientes generaciones…? pues suma y sigue.
Para Antonio Arco, la cultura sólo se concibe como resistencia, como disconformidad al establishment que domina…
Tenemos una producción cultural muy elevada, más elevada que el consumo cultural. Falta consumo cultural de calidad en este país que es el de Cervantes, de El Greco, Velázquez, la Caballé, de Plácido Domingo, de Victoria de los Ángeles, de Rafael Moneo… Ese consumo cultural, sociedad del entretenimiento vacuo que se llama, es verdad que se está imponiendo. Y también influye que a menor cultura más capacidad de manipulación, eso no tengo ninguna duda.
El periodismo cultural siempre ha sido el más minoritario en los medios de comunicación pero, por otra parte, los medios han entendido que era el punto de prestigio necesario…
De hecho tenemos muy buenas secciones y suplementos de cultura. Echando la vista atrás, por ejemplo, ABC. Sabemos que es un periódico conservador etc y fue, sin embargo, el diario que publicó, por primera vez, además con un entusiasmo bestial y una gran belleza en su presentación, los sonetos oscuros de Federico García Lorca. El periódico ABC acoge una de las mejores secciones culturales, independientemente de su ideología. Con la cultura ha existido siempre un respeto, trato exquisito y un entender que es vital para el progreso. Yo no me puedo imaginar la vida si prescindimos de la poesía, del cine, de la filosofía, de la arquitectura o si prescindimos de la moda, que es otro arte, o de los cómics… No me lo puedo imaginar.
Y comprobamos mirando alrededor que, al mismo tiempo que leen un artículo en el teléfono móvil o una Tablet, están haciendo una foto o contestando una llamada…
Fíjate que me han llegado a decir «¿por qué no escribes de manera que no suponga que tienes que hacer un esfuerzo?». Que lo sabría hacer, perfectamente, toma claro, pero ¿para qué? Yo siempre he puesto mucho empeño en qué menos que un mínimo de atención. Es que estamos empeñados, volvemos a lo mismo, en atentar contra nuestra propia dignidad. Todos los profesionales requieren una actitud por parte del personal que demanda sus servicios. Todos. Si tú vas a un podólogo es evidente que te tienes que quitar los zapatos, te guste o no te guste. Con una higiene previa, etc. Una serie de cosas para que pueda hacer bien su trabajo. Pues, se supone que todo debería ser así. Si tú vas al teatro a ver una buena obra, con unos buenos actores que se van a dejar la piel, tú tienes que estar en silencio, con actitud de escucha, qué menos. ¿Por qué nuestro trabajo, entonces, se puede consumir de cualquier manera? haciendo mil cosas a la vez, no prestándole atención… No, no debe ser así. Es algo que deberíamos ir todos a una. Pero también te digo que somos una de las profesiones más insolidarias que existe. Emprendemos la guerra cada uno por su cuenta. ¿Entonces, así qué queremos? Entre que nos dejamos insultar, entre que dejamos que insulten a nuestros entrevistados, entre que no tenemos la más mínima unión entre nosotros, entre que nos alegramos, a veces, cuando le va mal a la competencia… Mire, yo no estoy aquí para eso…
Confía en que siempre habrá gente interesada en leer…
Sí, confío en que siempre habrá gente interesada en estar bien informadas. Estar bien informado es fundamental para vivir mejor. Sobre todo en un momento en que las posibilidades de estar manipulados son infinitas y que la posibilidad de convertirte en un cretino son muchísimas.
¿Todas estas conversaciones le han inmunizado contra algo, le han ayudado a sobrellevar?
Mira, yo tengo una gran tendencia a juzgar y creo que me ha vacunado un poco contra eso, sí. Porque, efectivamente, descubres que nos movemos en un territorio que nosotros mismos construimos, que está plagado de prejuicios, de visiones ya hechas, de supuestos. Nos pasamos la vida dando las cosas por supuesto… Y, te das cuenta que no. Y parece un tópico, pero es verdad que detrás de cualquier fachada hay normalmente una persona que se parece tantísimo a ti… Sobrevivir no es fácil. Vivir no es fácil. Y cada uno lo hace como puede…
Me recuerda, entonces, a André Gide. Cuando hablaba de lo que le interesaba de sus lectores…
A mí me gustaría advertirles, a través de las obras que recibiesen, sobre el peligro que entraña cerrarse de una manera irracional a cualquier creencia, ideología o escala de valores. Peligro que entraña caer con muchísima facilidad en el fanatismo, en la intransigencia o también en considerar las creencias, las ideas y las costumbres del otro inferiores a las tuyas o menos dignas de respeto. No me aferro de una manera irracional a una creencia o ideología. Siempre, incluso hasta tus máximas seguridades, conviene ponerlas en el punto de mira de un nuevo análisis. (sigue)
Antonio Arco con Gonzalo Torrente Ballester (1993)
¿Y te queda capacidad de sorpresa?
Sí, mucha, afortunadamente. El ser humano me sigue sorprendiendo muchísimo y el talento me sigue deslumbrando. Y luego la bondad. Esa bondad que no tiene nada que ver con lo cursi ni ñoño ni ser tonto. Mira, para mí un caso de bondad y que, al mismo tiempo, sirve para reflexionar sobre la maldad fue el caso de Ignacio Echeverría, el chico que se enfrentó a los terroristas con su monopatín en los atentados de Londres. Ese acto te provoca que empieces a plantearte cosas. Un acto así, de una persona como él, me vuelve a levantar el ánimo, me vuelve a provocar que la fe, de pronto, empiece a manar. Me parece tan admirable que un chico joven, que de repente observa una situación de violencia en la que hay un débil y alguien se está aprovechando, salga embalado e intentar resolverlo, me parece tan admirable que me sobrecoge. Y respecto a la maldad, cuando tuvo lugar la noticia, leí comentarios en las noticias que dejaban caer la duda sobre qué había pasado, que estaba exagerando la familia, que exageraban los amigos porque convenía convertirlo en un héroe… ¡terrible sembrar esas dudas! Más tarde comprobamos que había un video en el que se ve su actuación y la descripción era tal cual se explicó desde el inicio. Él frena en seco su trayectoria y se abalanza contra la situación de injusticia y de terror que estaba teniendo lugar. Cuando descubro rasgos de heroicidad sin esperar nada a cambio, ahí está todo…
Y concluimos con la importancia de la palabra. Las palabras que al final terminan rescatándonos. Y me asegura que no tiene una fórmula para entrar y remover el alma de sus entrevistados.
No hay secreto alguno. Creo, más bien, que percibes de una manera instintiva. Que le interesas de verdad a la persona que tienes enfrente. Que no está ahí cumpliendo un trabajo. Que no está ahí para rellenar unas páginas o cumpliendo un mandato. Más allá de tus logros profesionales, le importas tú con tus sentimientos, con tus emociones. No tengo una fórmula y llevaré 5.000, 6.000 entrevistas o más. A día de hoy yo voy a hacer una entrevista y me sigo poniendo nerviosísimo. Si tuviera esa fórmula estaría más que engrasada. Lo único que he conseguido es que no se me note. Cuando termino, respiro. Parece que he salido de una operación a corazón abierto. Y me gusta. No conozco la rutina, no he caído en ella. Y, el respeto cien por cien. Evidentemente te impone cada personaje, pero me enfrento a todas las entrevistas con respeto, igual a un premio príncipe de Asturias de Ciencias Sociales que al poeta que acaba de publicar su primer poemario…
Y le recuerdo otra respuesta de José Hierro en la que exhortaba al lector a: «Apelar a la poesía como alimento».
La poesía, efectivamente, es un arma cargada de futuro, es el lenguaje en su expresión más emocionante, más estética, más verdadera, más desnuda y, por tanto, es el lenguaje que con más facilidad llega a lo más profundo de ti mismo, sin ninguna duda. Pero también hay que ser valiente para leer poesía como para todo en la vida.
Sartre hablaba sobre la responsabilidad de ser libres, que a veces conlleva que nos vamos a sentir más solos que si decidimos ser gregarios y sumarnos a la mayoría…