El crimen, el misterio, la traición, la intriga, las víctimas, la falsa realidad, la labor de investigación… son algunos de los ingredientes esenciales de la novela negra, un género que parece, desde hace unos años, ocupa buena parte de la literatura que se está escribiendo. Desde sus primeras obras, Luis García Jambrina ha mostrado su predilección por la mezcla de géneros. En concreto, desde las páginas de su nueva obra, El manuscrito de aire, nos invita a viajar entre el pasado y el presente combinando la novela histórica y la novela negra. La cuarta entrega de las aventuras de Fernando de Rojas, autor de La Celestina, es quizá la más ambiciosa de la serie ya que mantiene en vilo al lector con las constantes vitales de las tres anteriores: un misterio en apariencia irresoluble acompañado de una recreación histórica muy bien documentada a la que suma, en esta ocasión, una historia de amor que «hace que los cimientos del alma se tambaleen», y de la que ya hubo un atisbo en El manuscrito de piedra. Si la literatura de crímenes nos ayuda a situarnos en el mundo, El manuscrito de aire es todo un retrato de la sociedad de la época ya que recrea un tiempo y un lugar por todos conocido planteando cuestiones que hoy ocupan lugar destacado en nuestra vida y en nuestros debates diarios: el choque cultural, la violencia política, la destrucción del medio ambiente , la relación entre religión y el poder político… a través de cuestiones emocionales y pasiones humanas universales como la ambición, el ansia de riqueza y poder o el fanatismo acompañado, reitero, por el poder redentor del amor.
Aunque en esta ocasión De Rojas decida tomar aire fuera de nuestras fronteras, continúa la conexión con sus orígenes en una especie de cordón umbilical a través de los primeros dominicos que fueron a La Española, procedentes del convento de San Esteban y formados en la Universidad de Salamanca y que enseguida se convirtieron en los defensores de los indios taínos. Una realidad contemplada no desde la mirada de hoy, sino desde la perspectiva de los protagonistas basada en hechos y cifras. Por un lado, los conquistadores y encomenderos llevando a cabo todas sus acciones sobre los indios y por otro los dominicos ejerciendo toda una defensa firme y valiente sobre éstos: «Es algo de lo que deberíamos enorgullecernos, pues en la labor valiente y esforzada de estos frailes en defensa de estos indios y en sus cartas y sermones está la base de lo que, siglos después, serían los derechos humanos». Si la escritora Fred Vargas definía en L’Express a la novela policiaca como el ansiolítico perfecto «porque uno abre el libro y encuentra un crimen, un detective, el detective investiga y resuelve el problema y una vez que está resuelto uno se puede quedar dormido tranquilo», los lectores están de enhorabuena porque García Jambrina continúa invitándonos de la mano de De Rojas, que ha crecido de bachiller aficionado a investigador, hombre de acción y un auténtico pesquisidor real, a seguir conociendo de forma amena y apasionada a través de su habitual calidad estilística basada en la naturalidad expresiva sin abandonar un aire de época con un lenguaje muy cuidado: «La novela histórica tiene un valor añadido con respecto a otro tipo de novelas y es su función didáctica. Se trata, como decían los clásicos, de instruir deleitando».
A Fernando de Rojas le pedía el cuerpo, ya hacía tiempo, viajar fuera de España. ¿Era ahora el momento adecuado para ceder a sus deseos con esta novela? ¿Era el momento de tomar aire y salir de casa?
En efecto, había llegado el momento de airear al personaje y someterlo a una experiencia verdaderamente radical. Lo había ido dejando para el final de la tetralogía, pues llevarlo a un lugar como La Española, en el Nuevo Mundo, requería un gran trabajo de documentación, que he ido llevando a cabo a lo largo de varios años. También hice un par de viajes a Santo Domingo, pues quería conocer de primera mano, hasta donde fuera posible, esa tierra, esa luz tan transparente, ese mar tan hermoso y esa vegetación tan exuberante, así como la Ciudad Colonial.
Aunque a Salamanca no la abandona del todo. Sigue presente con esa conexión de dominicos y taínos…
Podría hablarse de una especie de cordón umbilical con Salamanca a través de esos primeros dominicos que fueron a La Española, procedentes del convento de San Esteban y formados en la Universidad de Salamanca, y que enseguida se convirtieron en los defensores de los indios taínos. Es algo de lo que deberíamos enorgullecernos, pues en la labor valiente y esforzada de estos frailes y en sus cartas y sermones está la base de lo que, siglos después, serían los derechos humanos.
Quizá sea uno de los pasajes más desconocidos de la Historia, ¿podría ampliar este acontecimiento?
El hecho más relevante en este sentido fue el sermón de Adviento en favor de los indios taínos y en contra de los encomenderos españoles, pronunciado por fray Antón de Montesinos el 21 de diciembre de 1511. Escrito de común acuerdo por los dominicos del convento de Santo Domingo, este sermón tuvo una gran trascendencia, pues generó leyes y debates sobre la situación de los indios en el Nuevo Mundo, inspiró a autores como el dominico Francisco de Vitoria y, a la larga, sentó las bases de lo que, siglos después, sería el reconocimiento de los derechos humanos. De ahí que no me resista a citar un fragmento, compuesto por una serie de preguntas retóricas, según la transcripción que de él hizo Bartolomé de las Casas: «Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras, mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotras mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís?».
Las ganas de salir al Nuevo Mundo ya lo había dejado caer en anteriores novelas. Fray Antonio de Zamora marchó a las Indias en busca de otros horizontes…
Al final del Epílogo de El manuscrito de piedra ya se anticipaba que fray Antonio iría a La Española en el tercer viaje de Colón. Así que era cuestión de tiempo que este dominico reclamara a su amigo Rojas para que hiciera las pesquisas de algún crimen o hecho violento, como así fue.
James Ellroy dice algo así como que la geografía es destino…
La geografía y la topografía determinan nuestras vidas. Por eso los lugares son tan importantes en mis novelas. Más que escenarios, son verdaderos protagonistas y condicionan el comportamiento de los personajes y la estructura social. A ello se alude ya desde el comienzo de El manuscrito de aire.
Por Salamanca ya camina como con los ojos cerrados. ¿Aún tiene mucho que dar y más tramas que enganchen al lector o no tiene ya nada que descubrirnos la histórica ciudad? ¿Estamos ante un final de ciclo y tramando nuevos horizontes?
Todavía hay muchas historias en la Salamanca de esa época y en los alrededores esperando ser contadas. Tengo alguna ya pensada con un personaje fundamental de ese momento. Pero no puedo adelantar nada. Soy de los que piensan que cuando se habla mucho de un proyecto al final no sale adelante. Pero está claro que Rojas volverá a Salamanca, de donde en realidad nunca salió.
El viaje nos hace comprender la unidad y la diversidad. Nos da un premio: aprender a conocer a los demás, decía Rodríguez Adrados. ¿Está de acuerdo con ello?
Totalmente. Los prejuicios se curan viajando. Viajar es salir al encuentro del otro, de lo otro, y más en la época de Rojas. No podemos hacernos idea de lo que entonces podía suponer llegar a un mundo tan alejado y tan distinto. Yo he intentado mostrarlo a través de los ojos de Rojas.
En realidad, el pasado es lo que somos, lo que nos ha construido ¿qué elementos tendría que tener la actualidad para que se lanzase a un proyecto con ese fondo?
No sé por qué, el presente lo veo muy caricaturizado, por lo que me resulta muy difícil meterle mano literariamente. Me interesa y me preocupa mucho más el futuro. Aún no somos conscientes, pero nos aguardan tiempos muy complicados por culpa, entre otras cosas, del cambio climático y las nuevas tecnologías. Sobre eso me gustaría escribir algún día una novela.
¿Qué es lo que más disfruta escribiendo libros como El manuscrito de aire?
Disfruto mucho con el proceso de escritura y construcción de la novela; el hecho de ir diseñándola y metiéndome poco a poco en ella. También con la fase de documentación y búsqueda, en la que aprendo mucho. Lo que más detesto es la revisión y corrección final. Ahí todo son dudas e incertidumbres; es algo que resulta extenuante. Y uno ya se conoce la trama de cabo a rabo. Ya no hay ninguna sorpresa.
Por primera vez aparece el amor en su novela. Dicen que el amor es elemento indispensable como alimento para el alma. Desde luego cuando toca a alguien deja ver a la persona, te muestra cómo eres, te hace más vulnerable…
Sí, en esta novela el amor es una experiencia radical, que hace que los cimientos del alma se tambaleen. Había habido ya un atisbo de esto en El manuscrito de piedra, pero muy contenido y en una época juvenil de Rojas. Ahora he tratado de mostrar cómo el amor puede ser lugar de encuentro con el otro, con lo otro; el amor como vía de conocimiento, como puerta de acceso a lo desconocido, como reconocimiento de lo distinto.
De Rojas se abre y se enfrenta del todo a una nueva aventura: a un nuevo mundo, cultura y al amor. Él, que se suponía tan conocedor del ser humano, comprueba que tiene sus debilidades, ¿así debe uno enfrentarse a la vida y usted como escritor, como un aventurero?
Desde luego, esa sería la actitud ideal; la mejor manera de enfrentarse a la vida y a la literatura. La vida como aventura. Pero, por lo general, somos demasiado miedosos, cautelosos y calculadores. Yo vivo en mis novelas, a través de Rojas, lo que no me atrevo a vivir en la realidad.
¿Hay que dejarse guiar por el corazón?
Lo que hay que saber es cuándo guiarse por el corazón y cuándo guiarse por la razón. No siempre es bueno darle la iniciativa al corazón, hay ocasiones en las que hay que tener la cabeza fría. Hay una inteligencia racional y otra emocional. En política, por desgracia, predomina lo emocional, que en buena medida es irracional.
¿Cuál es su reino particular?
Mi único reino particular es la escritura. Fuera de ahí no soy nada. Pero cuando me meto en la novela que estoy escribiendo soy el rey de un territorio imaginario e infinito.
Por otra parte, De Rojas es la imagen del pundonor y el afán de superación. Es un modelo de cómo lograr sobreponerse al fracaso y seguir adelante…
Me gusta mucho eso. En efecto, así lo concibo e imagino. Es algo que me preocupa mucho. La superación del fracaso; saber alimentarse de él y convertirlo en energía positiva. Eso es algo muy valioso para la vida. Otro gran modelo de superación del fracaso fue Cervantes, como intenté mostrar en mi novela La sombra de otro. Aunque lo más difícil es saber digerir y superar el éxito, que puede ser más peligroso y nocivo que el fracaso. En eso Rojas fue también un buen ejemplo.
Rojas es la imagen y semejanza del ser humano. Tiene que batallar en una nueva trama con las emociones, las pasiones, la envidia, el triunfo, el fracaso, la admiración, el odio y el amor, la amistad… Está claro, no hemos cambiado, seguimos enfrentándonos. El paralelismo de épocas es evidente. Somos los mismos en sentimientos, problemas, obsesiones…
Bueno, soy de los que creen que sólo cambian los ropajes y las tecnologías; el ser humano es siempre el mismo. En el fondo, nos mueven los mismos miedos, deseos y pasiones que hace miles de años. Rojas es una persona muy inteligente y, al mismo tiempo, muy humana, llena de debilidades, que a veces no sabe controlar sus emociones.
Pero siempre desde la ironía. Siempre hace hincapié en que a la hora de plasmar estas aventuras desea divertirse. Confiesa que se planta ante el papel sin plan previo, se lanza un poco a escribir a la aventura…
Eso es verdad; sobre todo en los ‘manuscritos’. Tengo un personaje, una situación, una atmósfera y a partir de ahí me pongo a tirar del hilo, a ver qué pasa, y con ello voy construyendo una trama y metiendo algunas cosas que me salen al paso en el proceso de documentación. Yo no sé quién es el asesino hasta que no llego al final. Así es más intrigante y divertido. Y yo creo que eso lo nota y lo comparte el lector. Por otra parte, nunca hay que tomarse las cosas demasiado en serio. Hace falta una cierta distancia y eso lo da la ironía.
Ironía y humor mezclados con referencias a la tragicomedia de Calisto y Melibea por ejemplo, ¿usted es más cómico o más trágico?
Me gustaría pensar que soy más cómico que trágico. Reírse y hacer reír es algo maravilloso; la risa es lo que en verdad nos hace humanos. La vida, en todo caso, es una mezcla de tragedia y comedia, una tragicomedia, como La Celestina. Y así me gustaría que fueran mis novelas.
Volviendo a la obra y el tema de América es inevitable que le cite aquella polémica declaración de López Obrador cuando se descolgaba exigiendo al rey Felipe VI que pidiera disculpas por la conquista de América. ¿Qué es lo que pasa hoy en día, falta de rigor, de información, de estudios…?
Lo que más falta hoy en día es un poco de vergüenza. Yo creo que hay mucho cinismo en nuestra época, y más entre los políticos, claro. En realidad, no creen en nada; tan sólo en ellos y en sus intereses y en los de su partido. Así que son capaces de decir cualquier cosa, con tal de que eso les reporte un beneficio y ayude a mantenerlos en el poder.
¿Cómo reacciona cuando, además, escucha y lee que incluyen la palabra genocidio?
La palabra genocidio no tiene ningún sentido en la conquista y colonización del Nuevo Mundo. Los españoles no tenían intención de acabar con los indios por el hecho de ser indios; de hecho, acabar con ellos iba en contra de sus intereses, ya que eran la única riqueza que les brindaba La Española, pues el oro había que extraerlo y las haciendas trabajarlas y para eso utilizaban a los taínos. Los taínos murieron a causa de la explotación, el desarraigo y el maltrato a los que fueron sometidos, lo que hacía que las enfermedades que llevaron los españoles se cebaran en ellos.
Es algo habitual, y parece que muchos se están acostumbrando en España, lo de echar la culpa a los demás. Recuerdo que el Govern catalán aprovechó lo de Obrador para pedir disculpas en nombre de los catalanes…
Otra forma más de cinismo desaforado y desvergonzado. Lo de los independentistas catalanes es cinismo político elevado al cuadrado. Lo estamos viendo estos días.
El imperio español fue más creador y conciliador y no tan devastador como nos quieren vender. Cortés se valió de los propios indios para llevar a cabo la conquista…
Lo que ocurrió en la conquista y colonización del Nuevo Mundo se resume, en mi opinión, en una frase del escritor cubano Roberto Fernández Retamar que yo cito al final de mi novela: «Todas las conquistas han tenido sus horrores; lo que no han tenido las otras son hombres como fray Antón de Montesinos, fray Pedro de Córdoba, fray Bartolomé de las Casas…». El manuscrito de aire trata precisamente de eso. En ella se muestran los horrores y la gran labor de esos frailes dominicos en la isla de La Española.
¿Por qué nos dejamos manipular, entonces? ¿Por qué somos tan olvidadizos?
Supongo que por pereza y desidia mental. Es más fácil limitarse a repetir los tópicos e ideas recibidas que molestarse en saber qué es lo que verdaderamente ocurrió. A la mayoría no le gusta pensar por su cuenta.
España se sigue empeñando en ignorar y no estudiar su historia. ¿A qué se debe? ¿Es desprecio? ¿desinterés?
Es pereza, vagancia, negligencia, comodidad… El español «desprecia cuanto ignora», como diría Machado.
¿Qué hemos hecho realmente bien?
Lo único que hemos hecho realmente bien es el mal. Parece un chiste o un juego de palabras, pero no lo es.
¿Qué le llevó a iniciar esta tetralogía –por ahora- con Fernando de Rojas. ¿Hubo algún acontecimiento? ¿Alguna lectura? ¿Algo que le despertó ese camino?
Todo empezó cuando publiqué un libro de relatos titulado Muertos S.A. En él había varios cuentos sobre escritores y enigmas literarios que gustaron mucho. Eso me llevó a escribir uno sobre Fernando de Rojas, que acabó convirtiéndose primero en una novela y con el tiempo en una tetralogía. Digamos que fue el personaje el que tiró de mí y con él llegaron una época y unos lugares que dan mucho juego. De hecho, tengo pensado escribir varios ‘manuscritos‘ más.
Sus libros desprenden un gran trabajo de lectura e investigación previa. Otro factor importante de las novelas de este género es la invitación al lector a seguir formándose y aprendiendo. Es de agradecer que escritores como usted apuesten por recuperar la historia y ofrecerla de esta forma para seguir mejorando la cultura…
Mis novelas pretenden ser una invitación a seguir leyendo y aprendiendo de forma amena y apasionada. La novela histórica tiene un valor añadido con respecto a otro tipo de novelas y es su función didáctica. Se trata, como decían los clásicos, de instruir deleitando. Por eso es tan importante el proceso de documentación.
Pozuelo Yvancos, catedrático de Teoría de la Literatura de la UMU y crítico literario, resalta sobre usted «el lenguaje, la naturalidad expresiva, el aire de época pero que en absoluto suena como un pastiche de época o algo rancio ya que utiliza un lenguaje muy cuidado sin anacronismos». ¿Cómo logra armonizar todo ese pentagrama de datos, aventuras, historia y palabras de época sin que desafine?
Difícil pregunta. Fue una de las primeras decisiones que tomé cuando empecé a escribir mi primera novela. Lo difícil era cómo hacerlo, buscar y mantener ese equilibrio sin incurrir ni en la mera imitación ni en el anacronismo. Mis novelas son una mezcla de muchas cosas, también de diversas formas de lenguaje. Lo importante es que al final todo resulte coherente y verosímil. Es una cuestión de atmósfera.
Es una evidencia que la cultura clásica está desapareciendo. Como una especie a extinguir. Sus novelas inciden en esa necesidad de cultura como garantía de progreso y de libertad. ¿Por qué en España se apuesta tan poco por las Humanidades?
Porque no interesan, pues son el último reducto de la libertad, la única forma de resistencia que nos queda frente a la barbarie política y tecnológica.
¿Qué estamos dejando en el camino?
Estamos dejando lo más importante y lo estamos sustituyendo por la cultura de las nuevas tecnologías, que acabarán con todo, hasta con el ser humano. Perdón por ser tan apocalíptico. Pero no puedo evitarlo.
Recupero, de nuevo, a Pozuelo Yvancos cuando señalaba «es difícil no pensar en El nombre de la rosa» cuando se van leyendo sus obras. Sigue siendo su referente así como Agatha Christie, Chandler y otros. Y mire que en España nos ha costado entrar en este género híbrido histórica-negra. Afortunadamente, va cambiando el panorama…
Desde adolescente soy muy aficionado a la novela policiaca, tanto la de enigma como la negra. Las aventuras de Sherlock Holmes, de Conan Doyle, y, más tarde, El nombre de la rosa, de Eco, me influyeron mucho. Pero mis referencias son también la literatura clásica española y, de manera especial, La Celestina y la novela picaresca, que para mí son un antecedente de la novela negra. En mis novelas está muy presente la literatura.
Usted denomina a su género «novela negra de época». Una definición muy acertada porque, en efecto, tiene las características de la novela negra haciendo el énfasis en el momento histórico.
En mis novelas los crímenes se explican por el contexto histórico y social. Las pesquisas que hace Rojas nos permiten adentrarnos en la sociedad de una época muy importante de la Historia de España y mostrar todo lo que se esconde bajo las apariencias: la corrupción, la codicia de los nobles, las intrigas palaciegas, las luchas de poder, las controversias religiosas….
Ese juego con la picaresca, la ironía, el sarcasmo, el humor mezclado con la Historia y el crimen son métodos propios de la novela negra, como me decía anteriormente…
La picaresca es una presencia constante en mis novelas. Y con ella el mundo de los bajos fondos, de la pequeña delincuencia, de los tahúres, de la prostitución… todo ello tratado con un lenguaje crudo y descarnado y, a la vez, lleno de ironía, que es algo que también encontramos en la novela negra.
La novela histórica, al ser actualmente el género más leído, es también el que más críticas recibe por, paradójicamente, mantener tantos lectores a su alrededor. Esa leyenda negra del bestseller aparejada erróneamente a la degradación de la escritura… ¿Nos encanta seguir pegados a los clichés y no profundizar más? Leemos poco y encima con prejuicios…
Eso está muy bien visto; lo de leer poco y encima con prejuicios. Para hacerse lector hay que leer libremente, lo que a uno le dé la gana en cada momento. Dentro de los bestsellers hay de todo; que un libro se venda no presupone que sea de peor calidad que el que no vende, no hay una correlación de ese tipo.
De tanto acompañarse de nuestros clásicos, ¿se ve más pícaro o más villano?
Me considero un pícaro de las letras (Risas). Llevo toda la vida trampeando para poder ser reconocido como escritor (Risas).
En sus novelas introduce a clásicos de la literatura como La Celestina, El Lazarillo, etc, ¿en qué mito de la cultura clásica se ve más representado?
En Lázaro de Tormes, pero también en esa pareja formada por Don Quijote y Sancho. Don Quijote es lo que querríamos ser y Sancho lo que de verdad somos.
Bufones, traidores, buscavidas… ¿Hay muchos en la política española?
Los hay en todas partes, en todas las profesiones y actividades y en todas las clases sociales. Pero, en la política, como ya he dicho, lo que más abunda son los cínicos, capaces de cualquier cosa sin que les tiemblen las manos ni se les sonroje el semblante.
Lo que sí se nota al leer sus páginas es que es imposible evadirse de lo que acontece, esos guiños a la actualidad son muy propios de su escritura…
Nos interesa la Historia para conocer mejor nuestro presente y, si algo nos enseña la Historia, es que esta se repite una y otra vez. De ahí que sea fácil establecer paralelismos entre el pasado narrado en mis novelas y el presente que nos toca vivir. Es algo deliberado.
Por suerte en usted no se cumple esa máxima de W.H. Auden: «Los intereses de un escritor y los intereses de sus lectores jamás coinciden y, si alguna vez lo hacen, no es más que un golpe de suerte…«.
Yo trato de escribir aquellos libros que a mí me gustaría leer, pues me sigo considerando básicamente un lector, alguien que escribe para devolverle a la literatura una pequeña parte de lo mucho que la literatura le ha dado a lo largo de su vida. Así que eso explica que mis intereses coincidan con los de mis lectores de forma natural.
¿En qué nueva trama se encuentra inmerso en este momento? ¿Sigue en pie aquel sueño del teatro? ¿Subirá a las tablas alguna de sus obras?
Estoy escribiendo el que espero sea el quinto ‘manuscrito’ o tal vez el inicio de una nueva tetralogía protagonizada por Fernando de Rojas. Tengo en mente cuatro nuevas novelas situadas en distintos lugares y momentos de su época. En cuanto al sueño del teatro, debo confesar que quedó en nada. Me confieso un fracasado en ese terreno, y bien que lo siento. Pero, en este momento, no me importa, pues eso me ha permitido volcar todo mi tiempo libre y mis energías en la novela, género en el que me siento muy a gusto. Lo del teatro fue algo pasajero. Me sirvió para trabajar los diálogos.
En alguna ocasión le he leído que su intención y a lo que aspira al ofrecer su trabajo al lector es cumplir con las tres ‘E’: enseñar, entretener y emocionar… ¿Sigue en pie ese propósito?
Yo creo que más que nunca, y basta leer esta última novela para comprobarlo, ya que es más histórica, más compleja y más documentada y, a la vez, más entretenida y más emocionante. O al menos eso espero.