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Entrevista con Diana Cofsinski sobre la Rumanía comunista y su experiencia en España

Uno de los libros que más me ha impresionado y enseñado en los últimos años ha sido El fin del homo sovieticus (2015) de Svetlana Aleksievich. Su lectura lleva a comprender mejor qué fue aquello del comunismo, la URSS, los inicios y la caída, las ideas, ilusiones, miedos, lecturas, conversar en las cocinas. La obra está escrita por ellos, decenas de personas que cuentan cómo vivieron y siguen. La autora se limita a activar la grabadora y las preguntas.

Durante el confinamiento (coronavirus, 2020) quise continuar el trabajo de S. Aleksievich, dentro de mis posibilidades. Contacté por correo electrónico con Diana Cofsinski, compañera de fronterad de Rumanía, única persona que conocía que había vivido en un país comunista. Quería que me contase, para empezar, cómo recordaba ella su vida de niña y adolescente durante la dictadura de Nicolae Ceauşescu; luego no sabía por dónde iríamos con las preguntas, la entrevista.

Además, o quizás debido a ello, el viaje que había hecho por Rumanía hace unos años y que había disfrutado tanto me había permitido conocer mejor la historia de su país: desde sus inicios en parte romanos hasta el final violento del dictador: Rumanía había sido el único país europeo que había acabado con el sistema comunista de forma violenta: N. Ceauşescu y su mujer Elena fueron ejecutados en diciembre de 1989, juzgados por el pueblo.

Así, le envié las primeras preguntas para saber más sobre aquel pasado, y de sus respuestas surgieron otras preguntas.

Y así, conocer mejor el pasado y el presente a través de aquellos que estuvieron y siguen hoy.


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¿Cómo viviste la época de la dictadura comunista de Nicolae Ceauşescu ?

Yo vengo de una familia que sufrió mucho por el comunismo.

Mi padre fue nieto de Ziegfried Kofszynski, uno de los arquitectos del Rey Carlos I de Rumanía, quien trabajó en el equipo de Johannes Schultz para el plan de la primera etapa de construcción del Palacio Peleş de Sinaia. Cuando llegó la dictadura de Ceauşescu mi familia paterna sufrió mucho, pues se les consideraba monárquicos y, por consiguiente, contrarios al régimen. Esto tuvo repercusiones en la vida laboral tanto de mi padre como de mi abuelo paterno. Mi padre siguió los cursos de la Escuela Militar de Sibiu, en el Regimento de Caballería, durante la monarquía del Rey Mihai I, entre el 44 y el 46. Los problemas empezaron en el 67, cuando era Mayor del Ejército. Le propusieron varias veces ser miembro del Partido Comunista y como se negó le destituyeron, pasándole a la reserva. Esto supuso un momento durísimo para mi padre y para todos nosotros.

Mi familia materna también sufrió las consecuencias de los abusos del comunismo. A mis abuelos les confiscaron las tierras, y la casa donde nació mi madre fue convertida en establo para los animales. Hemos perdido también nuestra casa de Bucarest, donde pasé los días más felices de mi infancia. Unos años antes de la revolución del 89, el dictador decidió derribar las casas de la calle Mieilor, para construir una zona de nuevos edificios que representasen la gloriosa época del comunismo.

Pasé la niñez y la adolescencia durante la dictadura. De niña no entendía muy bien lo que pasaba. Sabíamos que teníamos que ir al colegio, ser buenos alumnos y tener buenas notas. Más tarde empecé a percatarme de lo que sucedía realmente en el país: miedo por pensar libremente, las penurias que soportábamos, la cartilla de racionamiento, las colas interminables, la falta de agua caliente, los cortes de luz. Para nuestros padres era una lucha constante para asegurarnos lo necesario para vivir. Lo que más preocupaba era la falta de libertades, de pensamiento, de expresión, y de movimiento. No podías hacer planes de futuro. Mi sueño era llegar a España, pero sabía que era imposible. Rumanía era un país cerrado. Muchos querían salir, arriesgando su vida, cruzando la frontera andando o nadando en las aguas del Danubio. En aquella época no se podía soñar. Formé parte de la así llamada generación del sacrificio, inhibida, manipulada y sin ilusiones.

El momento más importante del día era cuando nos reuníamos todos, en el cuarto de mis padres, para escuchar en Radio Europa Libre el programa la Actualidad Cultural Rumana, creado por los dos grandes intelectuales rumanos del exilio Virgil Ierunca y Monica Lovinescu. Y también oíamos Radio Vocea Americii (La Voz de América). Gracias a ellos sabíamos lo que pasaba realmente en el país. Escuchándoles nos sentíamos libres.

¿Por qué era tu sueño llegar a España?

Cuando tenía nueve años vi una película, La vida sigue igual, la única en español en aquel entonces que el régimen permitía que se emitiera en televisión. En el comunismo salían pocas películas extranjeras y la mayoría eran musicales. Me impactó, recuerdo que me encantaba escuchar un idioma tan musical y bello, que era como una caricia.

Cuando cayó en mis manos El Quijote recuerdo que pasaba horas y horas disfrutando de las aventuras más extrañas, audaces y maravillosas propuestas por Cervantes. El Quijote llegó a ser mucho más para mí durante la dictadura: aquel refugio, un remanso de paz, aquel lugar donde todo era posible. En una sociedad que te impedía soñar, en las páginas de El Quijote florecían las ilusiones que mantenía viva la esperanza en que un día todo cambiaría.

Mi madre quería que estudiara teatro y yo con dieciocho música. Cuando cumplí veinte años empecé a estudiar el español con la mejor profesora del país, Lolita Tăutu, quien era la traductora-intérprete de Sus Majestades los Reyes, Don Juan Carlos y Doña Sofía, en sus visitas oficiales al país. Después de estudiar el español lo tuve claro. Decidí que mi destino estaría vinculado al español. Seguí estudiándolo en la Facultad de Lenguas Extranjeras y, al mismo tiempo, en las clases del Instituto Cervantes de Bucarest.

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¿Cómo era la educación en un país comunista?

¿En las escuelas estaba el retrato de Ceaușescu o de Marx?

Durante la dictadura comunista existió una educación tiránica, adoctrinada políticamente, orientada solo a memorizar sin pensar. Éramos alumnos que tenían que cumplir con las órdenes de los profesores sin saber el porqué, sin poder hacer preguntas, sin debate ni reflexión.

Desde la época de mis padres la educación sufrió un cambio drástico en 1948 cuando, mediante decreto, la Marea Adunare Naţională (Gran Asamblea Nacional) aprobó la gran reforma del sistema educativo. Esto significó un férreo control del Estado en todo el país. Estaba prohibido estudiar la asignatura de Religión y se aprobaron los manuales únicos, de inspiración marxista-leninista. Más tarde, en 1978 se aprobó una nueva Ley de la Educación y Enseñanza que supuso una politización acentuada, de educar a los jóvenes en el espíritu del materialismo-dialéctico e histórico, educación comunista, revolucionaria, capaz de formar al hombre nuevo. Más exacto, la formación adecuada de hombres y mujeres multilateralmente desarrollados, constructores conscientes y devotos del socialismo y el comunismo. Teníamos que hacer frente a un plan de enseñanza drástico, con muchas asignaturas, que no nos dejaba tiempo libre.

El papel de la enseñanza era entonces formar mano de obra cualificada. Los manuales escolares tenían en la primera página impresa la fotografía de Ceauşescu. Entre las asignaturas que se estudiaron muy poco fue el latín, prohibido en la educación secundaria.

El sistema de enseñanza en el comunismo estuvo basado en el miedo, en reglas estrictas, también en la obligación de llevar un uniforme escolar con camisa blanca, falda negra o pantalones de color negro, corbata roja, con tricolor (son los tres colores de la bandera rumana) e insignias con el emblema de la Rumanía Socialista.

En cada clase colgaba un gran retrato del dictador.

¿Se cantaba alguna canción comunista?

Antes de empezar las clases teníamos que cantar Trei culori (tres colores), que fue el himno de la Rumanía Socialista, basada en una canción patriótica rumana del mismo título del compositor Ciprian Porumbescu, pero con la letra modificada. A través de las canciones patrióticas a los alumnos se les inoculaba el amor supremo hacia el conductor y su mujer, Tovarăşul y Tovarăşa. Otra canción patriótica muy popular y que estábamos obligados a cantar fue Am cravata mea, sunt pionier (Tengo mi corbata, soy pionero), así como muchas otras, entre las que recuerdo Eroul Ceauşescu, iubit conducător (El héroe Ceauşescu, amado conductor), Marş pionieresc (La marcha de los pioneros) o Partidul, Ceauşescu, Romania, que cantábamos en distintas ocasiones, junto con nuestros profesores.

¿Había un Movimiento de Pioneros como en la URSS?

Los jóvenes eran adoctrinados en el espíritu del partido comunista. A los preescolares se les llamaba şoimii patriei (los halcones de la patria), a los alumnos pionieri y más tarde utecişti de UTC (Unión de los Jóvenes Comunistas) que eran organizaciones bajo el liderazgo del Partidul Comunist Român.

Tenías que estar muy orgulloso de ser pionero y formar parte del gran Consejo de los Pioneros del país. Cada año se celebraba el festival Cântarea României, que se definió como un festival de educación y cultura socialista, una amplia manifestación artística de creación e interpretación educativa, político-ideológica y cultural, destinada a enriquecer y diversificar la vida espiritual del país, para aumentar y llevar el genio creativo del pueblo rumano al patrimonio cultural tanto nacional como universal.

Los pionieri tenían que participar, entre los alumnos ejemplares eran elegidos algunos que se encargarían de ofrecer un ramo de flores a Elena Ceauşescu o al dictador. Una vez me eligieron a mí y pensaba qué tenía que hacer porque no me apetecía mucho y era bastante tímida. Afortunadamente, al final otra alumna tuvo que hacerlo y no fui obligada a acudir al encuentro con el dictador.

¿Cómo se estudiaban las asignaturas de Historia Rumana y Mundial?

Tuvimos una historia completamente tergiversada. Los manuales de historia contaban mentiras, la historia estaba escrita según las directivas de la Unión Soviética. El primer manual de historia se llamaba Historia de la patria. Más tarde se llamó Historia de los rumanos, donde se nos enseñaba, a través de sus textos, que el pueblo rumano era de origen eslavo y no latino, como era en realidad. El periodo en que Rumanía fue monarquía constitucional no se recogía prácticamente en los libros. Tanto los reyes como las reinas de Rumanía eran presentados como los exponentes de un grupo de traidores que explotaban al pueblo. La historia del Rey Miguel, quien tuvo que abdicar por el bien del país, era inexistente en los manuales de Historia. La Historia moderna y contemporánea tenía dos capítulos: Historia Universal moderna y la Historia Universal contemporánea. Nos enseñaban sobre la revolución burguesa en Inglaterra, sobre las monarquías absolutistas de Europa en los siglos XVII-XVIII, la gran revolución burguesa de Francia, la Guerra Civil de los EEUU. Pero también sobre la creación del socialismo científico, la Gran Revolución Socialista de Octubre, la formación de la URSS, la Segunda Guerra Mundial y el movimiento comunista después de la guerra.

¿Había alguna asignatura sobre marxismo o comunismo?

Sí.

En la enseñanza secundaria teníamos la asignatura de Economía política, donde se estudiaba la política económica del Partidul Comunist Român, basada en la economía política marxista del socialismo, que no era otra cosa que dogmas ideológicos.

¿Se mencionaba o estudiaba el concepto de dictadura del proletariado?

Lenin situó la educación en el centro de la misión que tenía la dictadura del proletariado, donde para construir una sociedad nueva bastaba con educar a los hombres. El lema que Lenin pronunció en un congreso de Los Jóvenes Comunistas, ¡Aprender, aprender, siempre aprender!, llegó a ser la deviza (lema) de la dictadura de Ceauşescu. En todas las escuelas comunistas: Învăţaţi, învăţaţi, învăţaţi! Colgaban lozinci (pancartas) con ese lema, en las salas de clase, en los halls de las escuelas, en las bibliotecas públicas, en todos los lugares de gran visibilidad. Era algo obsesivo en la sociedad.

¿Se estudiaba ruso?

El ruso era asignatura obligatoria, aunque a mí personalmente no me interesaba mucho. Teníamos clases de ruso dos veces por semana, tanto en la educación primaria como en la secundaria. Los de mi generación tuvimos suerte porque se nos dio la oportunidad de elegir, como segundo idioma, entre el inglés o el francés.

¿Había en Rumanía arte socialista como en la URSS?

El 6 de julio de 1971 Ceauşescu pronunció un discurso ante el Comitetului Executiv al Partidului Comunist Român donde propuso 17 medidas a las que se les llamó Las tesis de julio. Esas propuestas dieron lugar a lo que se conoció como la Revolución Cultural según el modelo chino, como resultado de sus visitas a Asia, a países como China y Corea del Norte, durante el mes de junio del 1971. El líder vio con sus propios ojos los resultados de la Gran Revolución Cultural China, el modelo del culto a la personalidad y las grandes ceremonias, espectáculos o desfiles con multitud de gente adulando al presidente, hecho que le impresionó profundamente. En el ámbito de las artes lo bello tenía que ejemplificar los ideales políticos. El arte fue politizado y se creó de esta manera una cantidad ingente de arte oficial, patrocinado por el estado. Eso demuestra claramente la restricción de la condición vital del arte: la libertad de creación. La amplia variedad de obras de arte en general consistían en regalos ofrecidos a Ceauşescu, por diversos motivos como su aniversario, especialmente retratos homenaje, ensalzando el culto a la personalidad del dictador y de su mujer.

¿Qué se sabía de países comunistas vecinos como Bulgaria o Yugoslavia?

Nicolae Ceauşescu tenía muy buena relación tanto con Yugoslavia como con Bulgaria. Era muy habitual verle en compañía de Josip Broz Tito en sus visitas de Estado. Recuerdo muy bien las imágenes que salían en el Telejurnal de la televisión nacional TVR, al dictador junto con el mariscal Tito con sus gafas negras, traje blanco y con un aire de gran magnate, siempre acompañado por su mujer Jovanka. Quizá también porque eso constituía una razón más a favor de la independencia de Rumanía frente a Moscú.

Con Bulgaria, país vecino más cercano, teníamos relaciones de amistad y buena colaboración, como le gustaba repetir al conductor amado. Ceauşescu y Todor Jivkov tenían una gran amistad por una pasión en común: la caza. Y debido a eso se encontraba con el presidente búlgaro para pasar sus vacaciones en la ciudad de Lipnik. Intuíamos que nuestros vecinos también vivían como nosotros, pero no se hablaba de esto. Rumanía fue un espacio cerrado, no había libertad de movimiento pero, en los años setenta, Bulgaria se podía visitar, mediante viajes cortos de un día, en autobús, saliendo por la mañana y regresando por la noche. Mi madre hizo una visita a la ciudad de Ruse, un lugar muy bonito con muchas tiendas para ir de compras. Allí existían controles para ver si se sobrepasaba la cantidad de dinero permitida. Nosotros nos sentíamos muy cercanos a los búlgaros, aunque no conocíamos el idioma. Como la TVR, el programa de televisión nacional, emitía solo dos horas al día, improvisábamos antenas parabólicas para poder ver los programas de la televisión búlgara, escuchando su música.

¿Recuerdas que tu madre te contara algo sobre aquel viaje?

Cuando mi madre hizo el viaje era bastante pequeña. Más tarde me habló de su visita a la ciudad de Ruse, aunque fueron solo 24 horas, le gustó el lugar aunque no conocía el idioma para poder hablar con los habitantes y regresó con unos regalos para mí y mi hermano. Apreciábamos mucho esos pequeños regalos teniendo en cuenta la poca cantidad de dinero que las autoridades permitían cambiar.

¿Había extranjeros en la escuela, en tu barrio?

No. No tuve ningún compañero o compañera extranjera en la escuela, ni en mi barrio.

¿Qué se decía en la escuela o en la televisión sobre Occidente?

No se hablaba de Occidente en la escuela. Todo lo que veíamos sobre Occidente era mediante las imágenes que salían en televisión de las visitas oficiales de Estado de Ceauşescu a distintos países como la República Popular de Polonia, Austria, Finlandia, Gran Bretaña, donde fue recibido por la Reina Isabel II, y después a más países, también monarquías, como Suecia, Dinamarca o Noruega. Vimos también imágenes de Ceauşescu en su visita oficial a España, en 1979, cuando fue recibido por el Rey Juan Carlos, y en aquella ocasión, el dictador le concedió la Ordinul Steaua Republicii Socialiste Romania.

¿Se organizaban en la escuela visitas a lugares de importancia?

Cuando éramos alumnos nuestros profesores nos llevaban a ver el Mausoleo del Parque de la Libertad, nombrado así por los comunistas, de hecho se llamaba Parque Rey Carol I. En los tiempos de la dictadura el Mausoleo llevaba el nombre de Monumento de los héroes de la lucha para la libertad del pueblo y de la patria, para el socialismo. Allí nos contaban que se hallaba la tumba, debajo de una gran estrella azul, del primer líder comunista Gheorghe Gheorghiu-Dej.

¿Quién era G. Gheorghiu-Dej?

Gheorghiu-Dej fue el primer líder comunista del país, quien llegó a ser primer ministro de la República Popular Rumana en 1948, uno de los responsables de la sovietización iniciada en 1945. También uno de los verdugos de la democracia rumana. El histórico Vladimir Tismăneanu le llamó: El Stalin de Rumanía. Ejerció de secretario general del Partidul Comunist Român desde 1944 hasta el 1965, cuando falleció. Durante su mandato tuvieron lugar muchas atrocidades, la detención política era una constante del régimen, y en todas las cárceles se practicaba la tortura. Fue una época de humillación, degradación humana, cuando se borraban identidades y cuando todos los que se oponían al líder, morían en las prisiones comunistas. Precisamente entonces tuvo lugar El Experimento Piteşti, la reeducación mediante la violencia física, en la cárcel de Piteşti, donde fallecieron más de 200 personas.

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¿Qué ocurría con los que se levantaban contra el régimen de Ceauşescu?

Los que eran disidentes políticos, que no querían ser miembros del partido comunista o los que escribían criticando al dictador eran perseguidos por la Securitate y encarcelados. En Rumanía también existió el Gulag, las cárceles del terror, y esto no hay que olvidarlo. Văcăreşti, Piteşti, Jilava, Sighet, Gherla, Aiud, Râmnicu Sărat, Craiova, Braşov, Miercurea-Ciuc, Cernavodă son solo algunas de las prisiones donde fueron torturados y murieron muchos de los que lucharon por la libertad. Hay también libros importantes que hablan sobre lo que pasó entonces: El experimento Piteşti escrito por Virgil Ierunca, y también Gherla por Paul Goma, gran representante de la disidencia rumana, recientemente fallecido en París, por coronavirus.

¿La escritora Herta Müller era conocida en los ochenta?

Herta Müller formó parte del Grupul de Acţiune din Banat (Aktionsgruppe Banat) durante 1970-1980, junto con su primer marido, Richard Wagner. Era un grupo formado por jóvenes escritores, crítico con el régimen, que resultaba subversivo para las autoridades comunistas, y que intentaba promover un espíritu más libre. Fueron perseguidos por la Securitate y, al final, muchos fueron obligados a abandonar Rumanía, pocos años antes de la revolución. Lo que pasó con Herta Müller, quien dejó el país en 1987. Era conocida entonces dentro del gremio de la Unión de los Escritores de Bucarest, donde trabajaba mi madre, ya que era una escritora cuyos libros se censuraban. Se hablaba de su volumen Tierras bajas que, después de un período de espera de casi cuatro años, se publicó pero no íntegramente. El mismo libro se publicaría más tarde en Berlín, y tuvo gran éxito editorial. Inmediatamente después la reacción de la autoridades rumanas fue dura: se le prohibió publicar más. Esto pasó con muchos más escritores, algunos de ellos conocidos en España como Nicolae Steinhardt, Ana Blandiana, Emil Cioran, Mircea Eliade, Constantin Noica.

Después de la caída del Muro de Berlín siguió la revolución rumana en diciembre de 1989. ¿Qué ocurrió entonces y cómo lo viviste?

El aire estaba cargado de silencio, miedo, pobreza, pánico, incertidumbre y un futuro carente de luz e ilusiones. Era un régimen represivo que hizo mucho daño, sembró el terror, y causó la muerte a muchos de los que se opusieron a él.

En aquel diciembre del 89 cientos de miles de rumanos dijimos basta. La Revolución empezó en Timişoara, el 16 de diciembre, con las primeras protestas anticomunistas dirigidas contra la dictadura de Ceauşescu, que se extenderían al resto de las ciudades. En Bucarest las protestas empezaron el día 20 cuando un grupo de personas llenó la Piaţa Palatului (es hoy la Plaza de la Revolución). Fue entonces cuando Nicolae Ceauşescu salió al balcón para hablar a la gente, prometiendo subir el sueldo e intentando acallar a los allí presentes.

Aquel día me encontraba en casa, viendo las noticias. Lo que veía parecía increíble. Estaba muy asustada por mi madre y mi hermano. Mi madre trabajaba entonces en la Unión de los Escritores de Rumanía, que tenía la sede bastante cerca de la Piata Palatului, donde se congregó una gran multitud desde el Palacio Real (actualmente Museo Nacional de Arte de Rumanía) hasta la sede del Comité Central del Partido Comunista. Vio cómo toda aquella gente no paraba de gritar. Miles de personas reclamando sus derechos, portando pancartas con Jos Ceauşescu (Fuera Ceauşescu). Como no se podía coger ni el metro ni el autobús, mi madre tuvo que recorrer todo el centro de la ciudad, por calles secundarias, para poder llegar sana y salva a casa. El 21 de diciembre en Piata Palatului hubo una gran matanza. Los días siguientes murieron muchas personas también en Otopeni y otras zonas de la ciudad. Las protestas fueron ahogadas en sangre.

En todas las televisiones se veían imágenes con el ejército en la calle. Ver a los tanques era algo habitual aquellos días y muchos manifestantes fueron arrastrados bajo sus ruedas.

En aquel periodo mi hermano no había terminado el servicio militar. Se encontraba en la Unidad Militar Brancoveanu, en Bucarest. Cuando nos permitían íbamos a verle. Tuvimos mucho miedo el día que a él y a sus compañeros les encomendaron como misión defender el Hospital Budimex totalmente desarmados. La Securitate estaba infiltrada por todas partes, también dentro del hospital y disparaban desde allí. Fue un milagro que mi hermano Bogdan llegase sano y salvo aquel día.

Hubo una represión sangrienta de la revolución iniciada por los más jóvenes que querían ser libres. El dictador abandonó el poder y huyó en helicóptero. Él y su mujer fueron capturados en Targoviste y, después de ser juzgados y hallados culpables, fueron ejecutados el 25 de diciembre. La revolución causó mucho dolor pero también lágrimas de alegría para la nueva Rumanía que entonces renacía de la sangre y la ceniza de las víctimas.

¿Viste en televisión el final del dictador?

Las imágenes del final del dictador y su fusilamiento en la ciudad de Târgovişte se repitieron largo tiempo en televisión y creo que también en el mundo entero. Fue tremendo ver cómo una persona que gobernó de manera autoritaria tanto tiempo un país tuvo un final así, fusilado precisamente el 25 de diciembre, día de Navidad.

¿Cómo fue la primera vez que volviste a salir a la calle después del final?

Después del 25 de diciembre aún teníamos miedo a salir. Nosotros teníamos que visitar a mi hermano quien ejercía su servicio militar. Lo que recuerdo muy bien de aquel periodo fue la sensación maravillosa que tuve un día de enero de 1990, cuando me di cuenta de que era libre de decir lo que pensaba, sin miedo. Esta fue una de las cosas más maravillosas que me pasó, después de la revolución.

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¿Cómo fueron los años noventa en Rumanía en general y para ti?

Los años noventa fueron el inicio de la democracia en Rumanía.

Yo pude seguir mis estudios en la universidad, donde hice dos carreras en una, estudiando idiomas. Después, como jefa de promoción, mi director de tesis, el hispanista Andrei Ionescu, me dio la oportunidad de trabajar con él en TVR, presentando el curso del idioma español titulado Viaje al español, realizado por TVE y la Universidad de Salamanca. En 1998 logré obtener mi primera beca, con el apoyo de S.M. los Reyes de España porque del Ministerio de Educación me dijeron que el encargado de las becas ofrecidas por las autoridades españolas las repartía entre sus allegados y que era imposible que yo recibiera ninguna. Por consiguiente me decidí escribir una carta a S.M. los Reyes donde mencionaba mi trabajo de difusión del idioma español en la TVR y mi deseo de seguir con mis estudios y conocer España. Recibí una respuesta de parte de la Casa de Su Majestad diciéndome que se había dado traslado de mi escrito al Ministerio de Asuntos Exteriores y que estudiaría mi solicitud. Y así en 1998 pude disfrutar de una beca de investigación de la literatura española del siglo XVII, en la Biblioteca Nacional de Madrid, conocer España y su cultura, sin la cual no podría vivir. Es una cultura enriquecedora y fascinante a la que, como hispanista y traductora, siento que pertenezco. Más tarde, en 2006 tuve la gran oportunidad de ser nombrada directora adjunta del Instituto Cultural Rumano en Madrid y de trabajar allí en gestión cultural. Después de finalizar mi mandato me quedé a vivir catorce años en Madrid, una ciudad que amo profundamente y a la que espero poder regresar.

¿Hoy en día hay en Rumanía personas que echan de menos la dictadura como ocurre, por ejemplo, en Yugoslavia?

Sí, claro. Siempre quedan algunos nostálgicos del comunismo que piensan que fue mejor en los tiempos del dictador, que no había paro y que todo el mundo tenía su puesto de trabajo fijo, que las leyes eran iguales para todos… Cada año delante de la casa de Ceauşescu, en su ciudad natal Scorniceşti, se reúnen los miembros del Partidul Comunitar Român, que no es otro que un partido comunista, para rememorar aquellos tiempos y rendirle homenaje, con la vieja bandera y las insignias comunistas. ¡Algunos de ellos sostienen que debería ser canonizado! Evidentemente son afirmaciones que no tienen nada que ver con la realidad y que eluden los aspectos más significativos y dolorosos de la época comunista: las penurias, la represión, la falta de libertades, el hambre, el miedo, etc.

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¿Cuáles son tus planes para el futuro?

Hace poco empecé a escribir mi primer libro, basado en un diario de 1918 que una de las hijas de mi bisabuelo paterno, el arquitecto real Ziegfried Kofszynsky, solía tener en aquellos tiempos. Es un proyecto significativo para mí porque se trata de alguien de mi familia, la tía de mi padre, a la que conocí, y también importante del punto de vista histórico, se trata de uno de los años más importantes de la historia de Rumanía, el año de la Gran Unión. Seguiré con las traducciones de poesía contemporánea española que, además de una gran pasión, es una oportunidad de conocer un mundo interior nuevo, el del poeta. A pesar de ser considerada difícil de traducir, siempre es un reto lograr que la poesía traspase fronteras lingüísticas, haciendo asequible el texto a otras culturas. Me gustaría también seguir con mi labor de investigación en la Biblioteca Nacional de Madrid o en la Biblioteca de Salamanca. Hay muchos temas que me interesan como por ejemplo la participación de los rumanos en la Brigadas Internacionales en la Guerra civil española, las relaciones diplomáticas rumano-españolas que se remontan a 1881 y la fundación de la primera Legación del Reino de España en Bucarest o temas relacionados con la poesía de Rosalía de Castro, Federico García Lorca o Antonio Machado.

¿Cómo te definirías?

Alguien que ha perseguido toda su vida cumplir un sueño, sin desviarse del camino, y que está, irremediablemente, enamorada de España.



Nota: Diana Cofşinski es hispanista, licenciada en filología española, y filología inglesa, traductora, ensayista, gestora cultural. Fue directora adjunta del Instituto Cultural Rumano en Madrid entre 2006 y 2010. Ha traducido los siguientes libros: En tu presencia de José E. Méndes Camargo, Ed. ALL, Bucarest, 1997; Los temporales de Alfonso Armada, edición bilingüe, Europress Group, Bucarest, 2010; Fracaso de Tánger de Alfonso Armada, Ed. Litera, Bucarest, 2010; Cuaderno de Hollywood de Alfonso Armada, edición bilingüe, Ed.Litera, Bucarest, 2011; Poesía sola, pura premonición de Kepa Murua, edición bilingüe, Ed. Litera, Bucarest, 2011; La copa llena de ángeles, Coman Şova, traducción del rumano al español, Valparaíso Ediciones, Granada, 2017.

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