Siempre es arriesgado titular una exposición Epílogo, porque puede acabar (merced al pensamiento mágico) haciendo que las palabras creen una imparable realidad. A pesar de haber perdido parte del resplandor que cosechó al inicio de su andadura, el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León (MUSAC) se ha atrevido a conjurar sus fondos para presentar este Epílogo. Comisariada por Gilberto González, estas son las palabras con las que el propio museo se explica: “Lejos de cualquier visión apocalíptica es posible que la historia haya llegado a su fin. La idea obedece a la percepción generalizada de que nuestra existencia individual ha dejado de ser parte de un devenir colectivo. Hegel en el siglo XIX lo auguraba, pues, con el triunfo de la razón, habría de llegar la superación de los conflictos sociales. Estamos, sin embargo, en el caso opuesto. Sometidos a un estado de colisión constante, parece insostenible un relato histórico universal. Ni la academia –léase universidad– ni el museo, como institución depositaria de la historia, parecen ser capaces de conciliar un mínimo acuerdo sobre cómo entrelazar pasado, presente y futuro. Epílogo intenta desentrañar el modo en el que la Colección MUSAC procura hacerlo. Esta selección de obras comparte una preocupación específica por el patrimonio como ese conjunto de elementos que deberían servir de puente intergeneracional y que materializan la historia en un debate cuerpo a cuerpo. Un ensayo de epílogo que procure un nuevo prólogo”. Entre los artistas de este paradójico epílogo (si “lejos de cualquier visión apocalíptica es posible que la historia haya llegado a su fin” no es una visión apocalíptica, que vengan Baudrillard o Bulgákov y que nos lo expliquen), el surafricano William Kentridge dibuja en un encerado al son de una inquietante Flauta mágica, Carme Nogueira hace hablar a los estratos del paisaje minero con la orografía artificial y las voces de quienes recuerdan en Castillete, Julieta Aranda mete en el agua el peligro de imaginar el deseo, Julie Mehretu sigue abriendo ventanales vertiginosos en la vieja pintura inmortal con su Zero Canyon (A dissimulation), Rivane Neuenschwander escribe un En busca del tiempo perdido a través de objetos encontrados en un julio de la realidad tan banal como trágico sobre unas mesas frágiles que tal vez le den consistencia al concepto de Calendario encontrado (julio), pero que no es la mejor solución, y Caio Reisewitz (entre otros) establece la distancia crítica entre paisaje y naturaleza, intervención de la mirada y el asombro ante lo no tocado por los grandes hacedores de epílogos. De momento, el MUSAC sigue siendo un espacio que invita a pensar y a sentir desde sus ventanales mondrianescos a sus interiores a salvo de una hecatombe simbólica.
Dónde: MUSAC, León, España
Cuándo: Hasta el 12 de enero de 2025