Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoEros y Thánatos

Eros y Thánatos


Según el mito, la diosa nació de la espuma del mar, tan abundante en aquel promontorio. Una tradición local afirma que ese lugar del Mediterráneo (descartando Chipre) fue el Portus Veneris, con su templo dedicado a la Venus Ericina en el emplazamiento de lo que es la actual Iglesia de San Pedro en Porto Venere, uno de los puertos de la Bahía de los Poetas. Y lo cierto es que la tal vez más indiscutible encarnación femenina de la Diosa Venus nació también en Porto Venere. Se llamaba Simonetta Cattaneo, tras sus esponsales Vespucci. Ella es Venus en La nascita di Venere de Botticelli y fue también inspiración de muchos oros cuadros, como La primavera. Inspiró poemas a Lorenzo el Magnífico, hizo perder la cabeza a su hermano Juliano y a casi toda la población masculina ─ y supongo que también femenina ─ de Génova y de Florencia. En fin, el amargo don de la belleza del que hablaba Byron, quien también tiene vela en este entierro, pues en 1822 pasó una temporada en Porto Venere y sabedor de que su compañero de farra Shelley se encontraba en Lerici, a ocho kilómetros, decidió ir a visitarlo. A nado. Byron era renco, pero nadaba como un delfín. Cruzaba nadando la laguna veneciana hasta la Isla de San Lazaro degli Armeni, donde iba a recuperarse a través del estudio y de la ascesis de sus excesos venecianos, y también realizó la hazaña de cruzar el Helesponto (el Bósforo) a nado. Hoy en día, en agosto, se celebra en su honor la Coppa Byron con una travesía a nado de cerca de diez kilómetros por toda la Bahía. Y en su honor se da nombre también a la Grotta di Byron, donde de madrugada M. decidió emprender su habitual homenaje a Byron echando unas brazadas en aquella oscuridad. Respiré aliviado porque mis súplicas le disuadieron de ponerse a entrenar a aquellas horas para la copa Byron. Espero que mi amistad con él termine mejor que la de Byron y Shelley, que, como sabemos, acabó con Shelley ahogado en el golfo de la Spezia después de que ambos decidieran retarse a ver quién hacía una travesía más olímpica entre Livorno y Lerici. Eso sí, qué funeral vikingo le hicieron, con una pira en la playa de Viareggio. “Así celebraron las honras de Héctor, domador de caballos”, los últimos versos de la Ilíada parecen describir las pompas fúnebres de Percy Shelley.

Byron y Shelley no fueron los únicos en caer extasiados ante la belleza de este lugar. En 1338 Petrarca celebraba así la belleza de Porto Venere: “A quelli che giungono dal mare appare nel lido il porto di Venere e qui nei colli che ammanta l’ulivo è fama che anche Minerva scordasse per tanta dolcezza Atene sua patria”. La propia Mary Shelley escribió: “La belleza del lugar parecía irreal por su propio exceso: la distancia de cualquier traza de civilización, el mar a nuestros pies o su rugir, siempre en nuestros oídos ─ todas estas cosas inducían a la mente a meditar acerca de extraños pensamientos y, sacándola de la vida cotidiana, la llevaban a familiarizarse con lo irreal. Una especie de encantamiento nos rodeaba”. Y el elenco de poetas cautivados por la belleza de aquel lugar es interminable: D.H. Lawrence, Virginia Woolf, Salvatore Quasimodo, Pasolini y Eugenio Montale, que además nació allí. “Es demasiado bello” escribió D.H. Lawrence.

El castrum vetus romano fue base naval bizantina, destruida por los longobardos y finalmente fue cedido hacia 1100 a Génova (como reza en una inscripción en la entrada al borgo antico: Colonia Januensis 1113). Fue la talasocracia genovesa quien construyó las murallas que rodean la ciudad, las tres torres, el borgo nuovo (castrum novum), el castillo y las iglesias de San Pedro y de San Lorenzo, que dadas las horas yo solo pude ver en blanco y negro. Como las aguas de la Bahía de los Poetas en aquella noche inolvidable, propia de un relato gótico de eros y thánatos. Perpetua dicha son las cosas bellas, como dijo el poeta.

Más del autor

-publicidad-spot_img