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Mientras tantoEs difícil escribir justo lo suficiente

Es difícil escribir justo lo suficiente


 

 

1. Llevo dos días intentando salir de la anestesia, pero sin lograrlo. No sé cómo hacerlo. ¿Cómo carajo se hace? ¿Cómo se escribe un artículo? ¿Cómo una obra de teatro? Viene mi querido Marcos Ordóñez al rescate en El secreto, su entrega de hoy de El hombre que fue jueves: El secreto es “dejarse la vida en ello”.

 

 

2. Richard Ford. Robert Saladrigas publicaba ayer en Cultura/s, el estupendo suplemento de La Vanguardia, una apasionada reseña del último libro de Richard Ford: Flores en las grietas. Autobiografía y literatura, donde encuentra una perla preciosa para este verano: “El difícil escribir justo lo suficiente”. ¿Cómo no acordarme de nuestra larga conversación nocturna en su casa de Connanicut, en la costa de Nueva Inglaterra? Había llegado a un acuerdo con él nada más desembarcar en Estados Unidos aquel verano de 1992 (que luego sería el de mi llegada a Sarajevo por primera vez, aunque entonces no podía ni sospecharlo): primero recorrería el país, trataría de rastrear en Great Falls, Montana, los escenarios de Incendios, y luego celebraríamos la entrevista. Paradójicamente, Ford no era lo suficientemente conocido en aquella época reciente y la entrevista que hubiera querido publicar en El País, donde trabajaba, la acabó acogiendo con generosidad (fotos incluidas) Borja Casani en El Europeo.

 

 

3. Después de muchas semanas obligado a leer otras cosas por razones de trabajo y otras razones, retomo con alborozo y expectación La Torre, de Uwe Tellkamp, y la recompensa viene en la página 322 de la edición española publicada por Anagrama y traducida por Carmen Gauger. La escena transcurre en una tienda de repuestos para automóviles en la ciudad de Dresde, donde está ambientada la novela: “Después, ‘todo estaba agotado’, el señor Priebsch, el vendedor, levantó los brazos deplorándolo. Ni siquiera quedaban los tubitos formados con un trozo de alambre provistos de una ventosa en los que, en el salpicadero del Trabant y del Wartburg, se podía poner una flor artificial de Sebnitz, de la Suiza Sajona, y que en realidad habían sido suministrados aquel día. El señor Klothe, quien vivía encima de los Rohde en la Casa Italiana, director del departamento de planificación y racionalización de la VEB Robotron y que iba detrás de Meno en la cola, lo tomó con la seriedad que se tiene guardada para estos casos: ‘Dígame, ¿le quedan camas?’ – ‘No’, respondió el señor Priebsch, vestido con una bata azulgris, ‘aquí se nos han terminado los neumáticos de invierno. Donde se habrán terminado las camas es en la tienda de muebles. Y allí tampoco tendrá suerte, porque en este país ya no se fabrican camas.’ – ‘¡Que cosas dice! ¿ Y eso por qué?’ – ‘¡Sencillamente porque no hacen falta! El Ejército Popular está en pie vigilando la paz, el intelecto duerme en un lecho de rosas, los políticos duermen en el extranjero, los jubilados en el Oeste, los artistas descansan sobre sus laureles, el partido no duerme nunca: y el resto está insomne entre rejas'». (Sobre la palabra Oeste hay una voladita que remite a una nota a pie de página debida a la traductora, que reza: “Desde que en la República Democrática se cerraron las fronteras con el Muro, sólo podían pasar al Oeste los jubilados; si se quedaban en la República Federal, ésta tomaba a su cargo el pago de la jubilación”).

 

 

4. El río se remansa en Laias, junto a una ermita del siglo X u XI. Cada atardecer de julio, las ranas ejecutan una serenata que se interna en la noche de los barqueros invisibles.

 

5. Ben Silbermann explica en El País las razones del éxito de Pinterest, la red social que co-fundó, dedicada a compartir pasiones y colecciones. La pregunta que le hace Manuel Ángel Méndez en San Francisco parece una constatación banal: “¿Triunfa en la Red aquello que siempre hemos hecho en la vida real, como hacer fotos o coleccionar objetos?”. Enseguida nos damos cuenta de que no es así. Silbermann, que parece más joven que los 29 años y una licenciatura por Yale que confiesa, responde: “Sí, me di cuenta de ello trabajando en Google, muchos de los servicios que hoy amamos en internet tienen sus raíces en algo que hacíamos offline. Antes de que hubiera páginas de fotografía la gente tomaba fotos, antes de que existiera Facebook nos manteníamos en contacto con los amigos y familia, antes de Blogger la gente escribía en cuadernos… con Pinterest ocurre lo mismo”. ¿Feroz nostalgia de lo real llevado al campo magnético digital?

 

6. “Él había vivido el bombardeo de Dresde. Siempre dejaba entornada la puerta”. (La Torre).

 

 

7. Castillos en el aire. El próximo 23 de julio cierra la exposición con la que Hans Haacke se ha asomado a los estragos que la burbuja del ladrillo ha dejado en el suelo de España. Deslumbrado por el llamado Ensanche de Vallecas, una parte de la indagación del Reina Sofía trata de topografiar caminos conceptuales, y políticamente corrosivos, que Haacke recorrió antes, y que para Rocío de la Villa (en su reseña en el suplemento cultural de La Vanguardia, titulada Pecar de timidez), esta vez no está a la altura de lo que consiguió en el pasado. Anota De la Villa: “Poderosas marcas alemanas y estadounidenses, cuyo crecimiento se cimenta en hábitos adictivos, que es como hablar del paroxismo del consumismo, han sido denunciadas por Haacke. Como el trust del chocolate del empresario Peter Ludwig de Colonia, en Der Pralinenmeister (El maestro chocolatero, 1981), donde Haacke evidenció sus espurios intereses. Y la tabacalera Philip Morris, patrocinadora de la exposición Picasso and Braque: Pionering Cubism, MoMA 1989, mientras apoyaba económicamente al senador republicano Helms, un ultraconservador contrario a las ayudas para el arte contemporáneo”. O sus trabajos sobre la especulación inmobiliaria y los propietarios de Manhattan, al mismo tiempo mecenas de museos y galerías de relumbrón. Una tarea a acometer en España, escenario de tantas contradicciones dolosas, estéticamente hirientes y moralmente infamantes. Haacke ofrece no sólo un travelling de la circunvalación/urbanización fallida del Ensanche Sur de Vallecas a escala natural, con seis proyectores que nos permiten subirnos al tren del sarcasmo, contemplar las ruinas de nuestro propio sueño americano. En Vallecas se llegó al estrafalario intento de combinar la nueva especulación con el homenaje a algunos de los más rupturistas y novedosos movimientos artísticos. Haacke recopila información inmobiliaria y arquitectónica sobre esos edificios desgraciados, esqueletos de nuestra condición, adosados a su vistosa nomenklatura (Calle del Arte Pop, Calle del Arte Abstracto…), y los ilustra con ejemplos escogidos de los propios fondos del museo: maravillosos cuadros nunca mejor contextualizados. Mi penitencia consiste en haber dejado pasar una eternidad para dar cuenta de esta exposición que radiografía parte de nuestra actual ruina, más ética y estética que económica y política, aunque forman parte del mismo ring donde deberían partirse la boca los actores de esta pieza de teatro del absurdo.

 

8. “Azul de verano, azul de ataque aéreo, recordó; palabras del abuelo Kurt” (La Torre). Cada pueblo tiene sus propios recuerdos, en consonancia con su historia.

 

9. Ruinas modernas. En su último artículo, El jardín de las delicias, Rafael Argullol da cuenta de un libro que busco desde entonces de forma febril: Ruinas modernas. Una topografía del lucro, que acaba de publicar en la editorial Ambit la arquitecta alemana Julia Schulz-Dornburg, y que, escribe Argullol, historia “la exhibición de las ruinas en que se han convertido decenas de proyectos urbanísticos en los años de la rapacidad, la megalomanía y la estupidez”. ¿En qué nos hemos convertido aquí?

 

 

10. El tren. Recorro la vía esta mañana. Abandono el camino fácil, el conocido. Y me entretengo tomando fotografías y compartiéndolas al instante vía instagram. ¿Por qué? “Se abandonaban al día a día. Extendían los brazos, se movían en la intensa luz que esmaltaba los montes y que sólo se perdía en las cañadas. Cuando habían desayunado, decía Meno: ‘Tenéis que ser vegetal y animal. Escuchad, prestad bien oídos, observad. El cuerpo tiene una frontera, pero ésta se deshace si esperáis y tenéis confianza’”. (La Torre, de Uwe Tellkamp).

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