Cuando el caso Guttenberg llegó a su punto álgido con la dimisión del ministro de Defensa alemán, en los medios de comunicación españoles se escucharon comentarios reveladores: causó gran impresión en España la manera tan consecuente con la que las autoridades académicas alemanas habían defendido los criterios de calidad para la investigación científica. Karl-Theodor zu Guttenberg fue particularmente alabado porque ni siquiera el más popular de los políticos alemanes se situaba por encima de la ley y, con su dimisión, asumía que había cometido errores. Ese cumplido, que muestra en parte el desconocimiento de los hechos, tiene dos lecturas: por una parte, que plagiar una tesis doctoral en España no es, en el fondo, algo tan grave, y, por otra, que este tipo de asuntos tienen un tratamiento muy distinto en ese país. Para expresarlo mediante un dicho español muy socorrido: “Aquí no dimite ni Dios” [en castellano, en la versión original del artículo].
El mes pasado [mayo de 2011], un profesor –llamémosle Juan Hernández– nos informó sobre un caso de plagio científico en el Departamento de Química Física de la Universidad de Vigo (Galicia). Seis autores, entre ellos un ex vicerrector y un ex decano, habían copiado en dos artículos propios material contenido en sendas publicaciones de científicos chinos de la Universidad de Hunan. La duplicación fue descubierta por la propia revista estadounidense en la que habían sido publicados, cuya reacción fue retirar ambos artículos. Sin embargo, según el profesor, esto todavía no ha tenido consecuencias en la Universidad de Vigo, y los infractores permanecen en sus puestos de trabajo como si nada hubiera ocurrido. Dos años después, la situación es la misma.
Juan Hernández nos rogó anonimato absoluto. Él no habla sólo en su nombre, sino en el de un grupo de científicos que contempla estos sucesos con impotencia porque el poder institucional se encuentra en manos de los plagiadores y sus amigos. Así comenzó un intercambio en el que, durante cinco semanas, se han enviado más de ciento cincuenta e-mails, han tenido lugar largas conversaciones telefónicas y han llegado, por parte de Juan Hernández, casi ochenta páginas con información. Durante ese tiempo recibimos alrededor de cincuenta ficheros pdf con artículos, recortes de prensa y otra documentación. Según Hernández, teníamos que entender el ambiente en el se que desarrollaban estos sucesos. En la Universidad de Vigo tienen lugar escenas surrealistas, y el hecho de que ya nadie se sorprenda muestra simplemente el grado de degeneración al que ha llegado la Academia.
Las declaraciones de Hernández y de otros investigadores, que aportó como testigos, tienen una cimentación sólida y contrastable. La prueba número uno se encuentra en la página web de la revista norteamericana Journal of Chemical and Engineering Data (año 2010, número 55, páginas 5340-5346 así como 5388-5393), donde los dos artículos de los científicos españoles llevan marcada en rojo la nota de haber sido retirados con fecha del 11 de enero de 2011. Motivo: “publicación duplicada”. O, más exactamente: “partes significativas de este trabajo ya han sido publicadas por otros autores”.
Se trata de dos artículos de Química Física que contienen series de tests y tablas numéricas. Uno de los artículos lleva por título Predicción del Índice de Refracción de Polímeros de Vinilo mediante Redes Neuronales Artificiales. Puesto que, además de tablas numéricas, los artículos también contienen abundante texto en inglés, incluso un lector lego en la materia que los lea atentamente ya puede encontrar cosas sospechosas: en ambos artículos el resumen está copiado casi literalmente de los artículos chinos, luego siguen algunos párrafos que son prácticamente idénticos. Sin lugar a dudas, las publicaciones de los chinos sirvieron a los españoles como modelo. Los dos artículos de los españoles fueron publicados en 2010, bastante después de las publicaciones originales de Xinliang Yu Bing Yi y Xueye Wang (2007) y de Wangquiang Liu y Chenzhong Cao (2009). Hay más cosas que no cuadran: por una parte, las entradas bibliográficas de la ocho a la trece son exactamente las mismas en ambos artículos y, por otra, el nombre de uno de los científicos chinos presuntamente plagiado está mal escrito en el cuerpo del artículo (“Lin”), para luego no aparecer en la lista de bibliografía.
¿Engaño? ¿Chapuza descomunal? Eso habría que investigarlo. Dado que los artículos de los siete investigadores españoles (cinco de ellos firman ambos artículos, mientras que el sexto autor cambia entre uno y otro) fueron retirados de la revista americana en enero de 2011, nos preguntamos cómo está llevando la Universidad de Vigo este asunto tan delicado. La respuesta fue demoledora: nada de nada. El 29 de marzo, casi tres meses después del descubrimiento de los hechos, se reunió el Consejo de Gobierno (de la Universidad de Vigo). En esa sesión, Luis Muñoz, uno de los diez decanos presentes, exigió que las autoridades científicas gallegas fuesen informadas, que se esclareciesen los hechos, que se hicieran públicos los resultados de la investigación y que se los responsables rindieran cuentas. Sin embrago, hasta hoy nada de esto ha pasado. Más aún: en el acta de la reunión se encuentran las explosivas declaraciones de Muñoz bien escondidas en la penúltima página de los apéndices.
Solicitamos a los científicos bajo sospecha una toma de postura. La reacción fue extraña. Los becarios, doctorandos y algunos colaboradores científicos no respondieron. Por el contrario, los catedráticos Juan Carlos Mejuto y Juan Francisco Gálvez enviaron escritos de autojustificación en los que reconocían “un cúmulo de errores”, pero negaban rotundamente el concepto de plagio. El accidente, según ambos catedráticos, se explica de la siguiente manera: “por error”, fue enviada una “versión previa” del artículo. Esto lleva implícito que en ambos casos (cada uno a cargo de seis autores) nadie se dio cuenta del error catastrófico, según dicen. Y al final se nos aconsejó, sin más rodeos, que nos ocupásemos de temas más importantes.
Juan Carlos Mejuto fue decano (desde 2003 hasta 2009) de la Facultad de Ciencias del Campus de Orense (una de las tres sedes de la Universidad de Vigo). Inmediatamente después de dejar el cargo fue nombrado catedrático. A uno le llegan noticias muy extrañas sobre este hombre: por ejemplo, que se pasea por la universidad en bermudas, camiseta y sandalias playeras, que le encanta hacer alusiones sexuales y que, según se dice, apareció una vez por el campus vestido de Darth Vader (el de La guerra de las galaxias). En una ciudad pequeña como Orense estas singularidades no pasan inadvertidas para la prensa local. Por otra parte, un vídeo colgado en YouTube muestra a Mejuto en su época de decano hablando en lenguaje tabernario desde una mesa de autoridades en la que una serie de colegas, aparentemente incómodos, lo escuchan mientras él despotrica acerca del estado de la universidad.
Por si esto no fuese suficientemente sorprendente, tenemos también el caso de su alumno Pedro Araújo Nespereira, que obtuvo el título de doctor en diciembre de 2008, con alrededor de 50 años, y que medio año después ascendió a profesor titular, para, transcurridos diez días, heredar el puesto de decano de Mejuto. Araújo, siempre en colaboración con su director de tesis y otros, tiene sólo tres artículos publicados aparte de su tesis de doctoral, y ésta no se ha podido encontrar en la Biblioteca Universitaria de Orense. Hay que conseguirla por otras vías. Se trata de una delgada memoria llena de fotos con el título de Caracterización geológica de surgencias termales en la provincia de Ourense.
Pero bueno, todo esto no era nuestro tema el día en el que contactamos con los autores de los artículos. Éstos dieron muestras de nerviosismo: en sólo un día recibimos hasta siete largos mensajes de Mejuto y Gálvez. Mejuto insistía en remarcar la diferencia entre plagio y publicación duplicada, y nos indicó un link a la página web de la Society for Industrial and Applied Mathematics (SIAM). Sin embargo, esta asociación profesional define “publicación duplicada” como “auto-plagio”, lo cual no es el caso que nos ocupa.
Consultamos con Markus Fitzek, profesor de Radiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana en Bloomington, Indiana (Estados Unidos). Fitzek, con gran experiencia en la evaluación de artículos científicos, llegó a la conclusión de que el caso de los artículos de Orense se trata, en su conjunto, desde el punto de vista del lenguaje, de la estructura lógica y de la composición del artículo de un plagio. Por precaución, también consultamos a Kurt Kremer, profesor del Instituto Max-Planck de Física de Polímeros de Mainz, quien no pudo examinar los artículos en detalle debido a su gran carga de trabajo en aquel momento: según Kremer, la concordancia parcial de párrafos y de algunos detalles no es necesariamente suficiente para poder hablar de un plagio de contenidos.
Sin embargo, las campanas de alarma suenan por todas partes. Una gran presión por publicar junto con la tentación que supone una multiplicación de datos dándole a una tecla exigen de la comunidad científica estar siempre en alerta para valorar la limpieza de los trabajos. ‘They did a bad bad thing’ (Hicieron algo realmente malo) es el título del editorial del número de mayo de la revista especializada Nature Chemistry, en el que, a raíz de los plagios recientemente descubiertos de Jan Hendrik Schön y Pattium Chiranjeevi, se apelaba a un examen más concienzudo por parte de los editores y de los revisores.
Esto se presenta como algo difícil de llevar a la práctica porque ningún revisor comprueba todas las fuentes posibles. “A menudo, uno se disculpa a posteriori”, dice Markus Fitzek, “con la excusa de que el artículo ha pasado por los revisores”. Un catedrático de Física de una universidad española, que no quiere que figure su nombre, ve también el caso totalmente claro. La frase del redactor jefe (de la revista estadounidense) “partes del trabajo han sido publicadas anteriormente por otros autores” es más que suficiente para cualquiera que sepa leer entre líneas: “es una forma políticamente correcta de referirse a un plagio”. La revista Journal of Chemical and Engineering Data acompañó su cortés retórica de un gesto inequívoco consistente en prohibirles publicar en la misma durante dos años.
Le escribimos a Luis Muñoz, decano de la Facultad de Química (del Campus de Vigo), quien, recordemos, exigió el 29 de marzo [de 2011] una investigación exhaustiva de los hechos, y le pedimos, de nuevo, su opinión. Él reconoció que quizás la investigación se estaba alargando más de la cuenta, pero que el 13 de mayo se había constituido una comisión para investigar el caso. Sin embargo, esto ocurrió (13 de mayo) cuatro meses después de la retirada de los artículos, seis semanas después de la propia reprimenda de Muñoz y, casualmente, el mismo día en que nuestras preguntas por escrito llegaron a los presuntos plagiadores. Hay que condenar todos los comportamientos que la Sociedad Americana de Química (ACS) describe como incompatibles con la ética científica, dice Muñoz.
De hecho, en las normas éticas de la ACS aparece una frase que debería poner fin a esta discusión: “Los autores no deben practicar el plagio, ni copiando al pie de la letra o casi al pie de la letra, ni parafraseado de forma aproximada textos o resultados del trabajo de otros”. La ACS no valora intenciones sino que se restringe a hechos. Según esta definición, la falta de diligencia y la chapuza en los trabajos científicos no son moralmente mejores que el robo intencionado de ideas. Como excusa, esto no se sostiene.
Este mensaje parece no haber llegado a la Facultad de Ciencias de Orense, pues, al rechazar el concepto de plagio, los catedráticos Mejuto y Gálvez desacreditan su propia reputación científica. En uno de los escritos de Mejuto la disculpa es la siguiente: “la falta de dominio del inglés también representó un problema”. Su colega Gálvez habló –también en tono de autodisculpa– de un “cúmulo de errores” y de una “falta absoluta de coordinación”. Los artículos, dice, no tienen ni pies ni cabeza. Pero entonces cabría preguntarse ¿cómo es posible que se publicaran en este estado?
La autoinculpación, que tiene como fin la defensa moral, alcanzó su culmen el 19 de mayo. Ese día Mejuto nos envió el borrador de una larga carta explicativa que pretendía enviar a la comisión de investigación. En ella él asume toda la culpa del caso –una vez más, sin reconocer el plagio–, exime de toda responsabilidad a sus colegas Juan Francisco Gálvez y Olalla Nieto-Faza –ambos miembros del claustro de la Universidad de Vigo– ya que sólo se habían encargado del tratamiento de unos datos y se queja de ser víctima de un linchamiento. Tampoco sus estudiantes, Gonzalo Astray, Antonio Cid y Juan Ángel Ferreiro-Lage (que firman como autores de ambos artículos) así como Óscar Moldes (autor de uno de ellos) tuvieron nada que ver con la redacción final, según Mejuto.
Pero no habría que ponérselo tan fácil a los estudiantes de Mejuto puesto que figuran como autores y, en consecuencia, cada publicación colectiva pasa a engrosar el currículo de publicaciones de cada uno de ellos. El recién doctor Antonio Cid es miembro de la Comisión para la Garantía de la Calidad de la Facultad de Ciencias de Orense; hasta la fecha, no ha sido separado de sus funciones a pesar de su co-autoría en los escandalosos artículos. Él, junto con Juan Ángel Ferreiro-Lage son, además, Editores Asociados de una revista internacional llamada Electronic Journal of Environmental, Agricultural, and Food Chemistry, la cual –dónde si no– se edita en la Universidad de Vigo – Campus de Orense. Igual de sangrante es la situación de Gonzalo Astray, quien defendió su tesis doctoral (dirigida por Mejuto) el 27 de mayo, con un tema que se parece muchísimo al de uno de los artículos incriminados. Preguntamos a la vicerrectora de Investigación por escrito si esta es la forma correcta de proceder con el supuesto de plagio que gravita sobre el autor; sin embargo, no obtuvimos respuesta alguna.
¿Cuáles son los méritos constatables de estos (jóvenes) investigadores? Los Mejuto-Boys han estudiado en Orense, hacen carrera en Orense y obtienen en Orense subvenciones para investigar en Orense. Siempre cerquita de casa y que lleguen las subvenciones. Por ejemplo, Gonzalo Astray obtuvo 120.000 euros para un proyecto entre 2007 y 2010; el investigador principal de dicho proyecto era Juan Carlos Mejuto. Pero ahora, cuando hay problemas con los artículos de los que son co-autores, estos jóvenes investigadores desparecen de la escena.
La mejor prueba de que a la Facultad le trae sin cuidado el respeto a los estándares de calidad científicos es un escrito de Juan Carlos Parajó al rector. Parajó es catedrático de Ingeniería Química y resta importancia a la trascendencia de este asunto: la copia literal de partes de texto ajenos, dice, es algo que ocurre a menudo, “la revista es tan poco importante que Mejuto no gana nada si falsifica algo allí”, “todo intento de criminalizar este error profesional significa que se quiere ser más papista que el Papa, tampoco es para tanto”. Además, recuerda el catedrático, la universidad no se lo ha tomado tan en serio en otros casos anteriores que tenían que ver con la ética y la legalidad, pues hay delitos mucho mayores que el de Mejuto. De hecho, algunos profesores son unos holgazanes, mientras que Mejuto publica diez artículos al año. La hipocresía, según Parajó, es tan manifiesta que causaría hilaridad si el tema no fuera tan serio.
Sí, el tema es serio, pero en un sentido muy distinto al que se refiere este profesor tan tolerante. Es grave que, transcurridos más de cinco meses tras la retirada de los artículos, la Universidad de Vigo no haya hecho nada para que una comisión de expertos externos evalúe el caso; esto debería ser una cuestión de honor. Esporádicamente, han aparecido comentarios sobre este tema en el periódico La Voz de Galicia, uno de ellos un agudo ataque a la figura de Mejuto como cabeza visible del grupo. Un escrito publicado el 9 de junio en la sección de cartas al director de El País expresa con brutal sinceridad lo serio que es el asunto: “las universidades españolas son nidos de corrupción, clientelismo y amiguismo; sin embargo, es muy difícil acabar con este sistema, puesto que mientras que unos han invertido incontables horas en el estudio y la investigación, los otros se han pasado la vida creando lazos de amistad con los poderosos, trepando y tejiendo una red de influencias”.
Sí, el tema es serio. Serios son los encubrimientos, las maniobras y la connivencia para que los criterios de calidad del trabajo científico se tiren por la borda. Serio es que los artículos retirados sigan figurando en el currículo de uno de los autores que está bajo sospecha, Juan Francisco Gálvez. Y serio es que otro de los autores sea anunciado como Dr. Gonzalo Astray en el programa de unas jornadas que se han clausurado recientemente en Orense, aún a pesar de que no obtuvo el título de doctor hasta pasados diecisiete días de su ponencia. Estas jornadas, que reunían en armonía a casi todos los sospechosos del caso de plagio alrededor de la figura de Mejuto, se llamaban precisamente La Química y las nuevas generaciones. Si éste es el futuro de las Ciencias Naturales en Orense hay que temer lo peor.
Publicado originalmente en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, el 20 de junio de 2011, con el título Plagiatoren in Spanien: War die Guttenberg-Affäre denn zu gar nichts gut?
Paul Ingendaay (Colonia, 1961) es periodista y escritor afincado en Madrid. Trabajó durante quince años como corresponsal de cultura en España para el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung. Es autor de dos novelas, un libro de cuentos y co-editor de la obra completa de Patricia Highsmith en alemán.