Home Mientras tanto Escrito en un domingo de Resurrección

Escrito en un domingo de Resurrección

Hace pocas semanas, el profesor de Historia Antigua y de las Religiones de la UNED, Fernando Bermejo Rubio, impartió en la Real Academia Conquense de Artes y Letras (RACAL) la conferencia «Jesús de Nazaret y su grupo frente al Imperio», compendiando muy bien su extenso y minucioso libro La invención de Jesús de Nazaret. Historia, ficción, historiografía. Su exposición fue diáfana, ejemplar, muy nítida.

El historiador habló de que verificar a Cristo como cabal personaje histórico es asunto difícil, ya que únicamente su historicidad queda atestiguada por textos bastante dudosos. No hay inscripciones lapidarias, ni testimonios numismáticos, ni restos filatélicos, ni certificaciones documentales. Fuera de los textos litúrgicos, sólo hay escasas menciones, escuetas, de unos pocos autores. Lo que se dice de Jesús de Nazaret es todo mayormente inventado, siendo sólo lo escrito por sus seguidores para incentivar la propaganda basada en razones ideológicas y doctrinales.

Existe la corriente, numerosa, de los que se llaman mitistas, tomando a Cristo como tan ahistórico que creen que el personaje no pasa de ser una leyenda. El historiador Bermejo Rubio, por muy febles que sean las fuentes, sí cree que Cristo verdaderamente existió, asumiendo que esa extendida ficción puede comportar algún indicio histórico. Yo también lo creo. La verdad; lo cierto es que la vida y vicisitudes de Jesús de Nazaret no dejan de ser acusadamente legendarias. Los evangelistas sabían muy poco de Cristo. San Pablo todavía menos. En realidad, el fundador del cristianismo, originario de Tarso, no sabía nada de Él. Todos ellos vierten en sus escritos ideología, queriendo a toda costa hacer propaganda. Son tan endebles los sustentos históricos, que esos relatos que a Jesús ensalzan como salvador, se contradicen manifiestamente entre ellos en numerosas ocasiones. Los pastores protestantes, por supuesto los curas, afirman que los evangelios son historia, cuando en verdad son sólo ficción, fecunda si se quiere. El historiador no puede sostener, con la ciencia que debe manejar, esa cantidad de expresiones espurias que aunque puedan ser verosímiles, no son verídicas de ningún modo.

Manejando una comparación chusca, es como si versos míos, del poeta que yo soy, se utilizasen, por algún ignoto interés y décadas después de escritos, olvidada del mundo mi figura, con fines religiosos. Yo soy un poeta ordinario, como Jesús fue un predicador ordinario de los muchos que existían, a la moda. En esta alambicada hipótesis, mis seguidores enlazarían mi poética con ciertas profecías, atribuyendo a mi personalidad un carácter sagrado para, al cabo de poco tiempo, hacerme Dios. ¿No fliparían ustedes con esa posibilidad? Yo, desde luego, enormemente, sí.

Fernando Bermejo Rubio asegura, con fundada razón, que gran parte de la supuesta biografía de Cristo está sacada del Antiguo Testamento, simplemente para conectar esas interesadas verdades proféticas. Un claro ejemplo: Cuando Jesús está agonizando, parece que delira, y canturrea el viejo salmo 22, pronunciando «Eloi, Eloí, lamá sabaktaní». Señal de que su biografía se conforma con las Escrituras. Para tomar toda esta ficción como asunto verdadero, hay que tener fe. Al no tenerla es imposible sostener la veracidad biográfica de Jesús de Nazaret.

Que el personaje fuera portador de un mensaje puro de paz y amor, no importándole el régimen político que imperaba en su tierra, también es complicado de sostener. Los apóstoles llevaban espadas y las sabían usar. Espadas que ocasionaron ese corte de oreja en el sirviente Malco, propinado por Simón Pedro, en el momento de la detención de Jesús. ¿Por qué fueron a detener tantos soldados a Jesús si sólo abanderaba un pacífico grupúsculo? El historiador dice que Él y los suyos iban en contra del Imperio Romano. Siendo Jesús de Nazaret un activo nacionalista. Está aceptado que los romanos sólo mandaban crucificar a aquel insurgente que estaba enfrentado al sistema. Los ladrones del cuento, crucificados junto a Cristo, no lo estaban por robar sino por haberse levantado en esa insurgencia. Y Poncio Pilato no era el bueno de la película. Sólo él podía, como prefecto romano, condenar al Señor, y lo condenó, no lo libró de la condena, cosa que pudo hacer. Para Roma, Jesús y su gente eran una panda de terroristas. Jesús esgrimía la gran provocación de nombrarse Rey de los Judíos. ¡Nada menos que rey en aquel entorno! Lo que ocurre es que los apologetas querían estar a bien con Roma, detestando lo judío. Pablo era ciudadano romano y la nueva religión aspiraba al ecumenismo. La todavía vigente sociedad pagana era su más importante cantera.

Otra cuestión en la que insiste Bermejo Rubio es en la familia de Cristo, en los hermanos y los primos de Cristo. Verdadera familia carnal y no un modo fraternal de nombrarlos. La religión respeta el nacimiento milagroso del Hijo de Dios. Pero la propia Escritura atestigua que la Virgen no fue virgen toda la vida. En Mateo 1, 25, el texto proclama: «Después de nacer Jesús, José conoció a María». Y ese ‘conoció’ es traducción del verbo griego «guignosco», que en ese contexto significa ‘conocer sexualmente’. Una de las explicaciones por la que la Iglesia Católica ha querido mantener el absurdo de una María virgen de por vida, consiste en, influida la Iglesia por el paganismo, querer hacerla una vestal; y las vestales estaban obligadas a ser vírgenes.

Finalmente, Fernando Bermejo Rubio abordó el tema de la resurrección de Cristo. Afirmó que un historiador en este tema no ha de entrar, ni debe entrar, por razones obvias. Habló de que lo que cuenta el relato en el sentido de que al morir Cristo se produjo un eclipse,  también es una legendaria invención. Los anales habrían registrado el hecho. En definitiva, el historiador se limitó a poner las cosas en su sitio como riguroso historiador, sin decantarse por ninguna opción personal. A nosotros nos cabe la dicha de que al leer los evangelios, los canónicos y los otros, las cartas paulinas y demás textos del Nuevo Testamento, nos enfrentamos a unas buenas páginas literarias, conformadas en una hermosa ficción, en definitiva.

Salir de la versión móvil