Aquí estoy, anclado a este lado del insomnio. Antes dormía, dormía, pero me ha venido en sueños una frase que llevaba mucho tiempo esperando y me he desvelado: hoy he abierto un camino. Con la segunda variación, hoy he abierto un camino en la nieve, he abierto los ojos. En un instante, la imagen nítida de mí mismo abriendo un camino a palazos en la nieve y rumiando algunas cosas del pasado envuelto en nubes intermitentes de vaho. Me he despertado y he sabido que no podría volver a dormir y me he ido a dar una vuelta con el coche para fumar y pensar en la frase y ver un amanecer en movimiento por las calles casi siempre vacías de mi pueblo de toda la vida.
Me fui de Nueva York hace dos días y aunque la realidad diga lo contrario, sé que Nueva York y Barcelona no están a ocho horas. Todo el mundo sabe, aunque no se haya parado nunca a pensarlo –para pensar hay que detenerse-, que la distancia no entiende de tiempo o espacio, sólo de olvido. Los boleros siempre me han parecido más fiables que los periódicos y hay cosas que no se olvidan y personas que siempre están cerca aunque estén lejos o no estén.
El caso es que me he ido de Nueva York y mientras estaba en el aire, en ese cielo de los aviones que es siempre el mismo aunque a veces haya visto tormentas imposibles en el horizonte, pensé que el miedo está tan arraigado que uno ya no puede decir “me voy” sin que los amigos piensen que es para siempre. Todo hay que matizarlo en estos tiempos tan delicados. Las palabras fuertes están abandonadas y ahora todo lo que se dice es blando, maleable, intercambiable. Todo ofende a todo el mundo y los mediocres lo han descubierto y van con la pancarta a cuestas todo el día. Volveré, volveré, a lo que sea que es mi vida en Nueva York, pero ahora tengo una frase y eso lo cambia todo o eso quiero creer. Una frase y luego muchas palabras fuertes, como zancada o tormenta o caballo.
Y ahora cae la tormenta sobre mi casa en la playa y me siento como uno de esos caballos que va a toda velocidad por la autopistas, pero asustados y quietos dentro de un remolque. ¿He venido a Barcelona o Nueva York ha salido despedida a la estratosfera? Sé que Einstein enredaba con estos temas y que el jet lag es la reacción del animal que soy ante un desplazamiento que no puedo comprender y que por eso estoy despierto y que lo que queda arriba, de donde caen las gotas, por donde llegué anteayer, ahora lo llaman espacio aéreo. Hay que ser valiente para escribir cielo.