No hay muchos trenes que vayan de Alicante a Murcia. Sólo dos regionales y tres Talgo. Y el Talgo acaba en Lorca. “Vuelve a acabar en Lorca”, mejor dicho porque una extraña consecuencia del terremoto de Lorca fue que durante un tiempo el Talgo continuó hasta Águilas. Porque Águilas es el “puerto de Lorca”, o “La playa de Lorca”, como se prefiera. Pero vuelvo a la página de Horarios de Renfe, porque me parece rarísimo que sólo me salgan cinco trenes de Alicante a Murcia, y que no me salga ningún tren hasta Águilas. Sí, ningún tren, ni Talgo ni regional. Nada de nada. Hace ya muchos años, viajé a Águilas en tren, venía de Alicante y tuve que cambiar de tren en Murcia. Y que yo sepa, la línea no está cerrada. Así que… ¿Cuál es el misterio? Al final lo resuelvo. El misterio es muy simple. Hay que mirar en la web de “Cercanías”, no en la de Renfe “Viajeros”, donde sólo te salen los horarios de trenes de larga distancia y regionales, pero no “Cercanías”.
Estás pequeñas bromas te pueden volver loco, cuando realmente estás mirando a ciegas, y no sabes manejarte bien por internet (estoy pensando, por ejemplo, en personas mayores con pocos conocimientos informáticos). Pero vale, aceptamos los caprichos de los programadores y volvemos a buscar. Ahora sí nos salen un montón de trenes desde Alicante hasta Murcia, y algunos menos hasta Águilas, pero hay trenes. Y eso es lo que importa. Podemos volver a viajar.
Salimos del mar, porque desde la estación de Alicante nos acercamos hasta el borde mismo de la playa, y, sin casi ganar altura, acabamos en el mar, junto al agreste castillo de Águilas. Pasamos por ciudades muy importantes, como Elche y Orihuela, que nos recuerdan que estamos en una zona muy poblada desde tiempos remotos, porque la geografía y el clima eran muy favorables. Tenemos que hacer transbordo en Murcia, aunque eso ya estaba previsto. Sinceramente, me había asustado. La línea de Murcia a Águilas es una de esas líneas que se salvaron de la desaparición en el último momento, allá por el desastre de 1985, cuando se cerraron muchas líneas consideradas “deficitarias”. No comentaré nada, sólo me voy a remitir a un documento oficial.
Y por eso me alegra ver que aún se puede ir en tren a Águilas, porque, para empezar, es un viaje muy interesante. Primero pasamos por la huerta de Murcia, y al poco de salir vemos que el amplio valle se va estrechando, y destaca la alta silueta de Sierra Espuña. Pasamos Alhama de Murcia y Totana, y la enorme sierra continua ahí. Parece un gran muro, pero un muro verde, con bosques magníficos que son fruto de una estupenda repoblación, y me demuestran que, a veces, el hombre puede revertir (al menos en parte) el daño causado a la naturaleza. Es verdad que, según pensamos ahora, se podía repoblar con otras especies además del pino, sobre todo con otras especies mediterráneas como la encina o el alcornoque, que reaccionan mejor ante los incendios. Pero en el siglo XIX las repoblaciones se hacían con pinos, y gracias a Dios que por lo menos se hacían, aunque fuera con pinos. Simplemente hay que ver viejas fotos de antes de la repoblación y compararlas con fotos actuales para ver lo que hemos mejorado, y no sólo paisajísticamente, sino también como manera de evitar las grandes riadas y como medio de explotar económicamente una región sin recursos y totalmente devastada. De manera que sí, entiendo que hoy en día somos más exigentes ecológicamente hablando, pero hay que agradecer a los ingenieros agrónomos del siglo XIX su gran trabajo, y más si tenemos en cuenta los medios económicos y técnicos con los que contaban.
Volvemos al tren. Llegamos a Lorca, que tiene varias estaciones. Es una ciudad muy grande, que sufrió, como es sabido, un terremoto en el año 2011. Ese terremoto destruyó muchos edificios y daño la estructura de muchos más. Así que los habitantes de Lorca que tenían segunda residencia en Águilas se fueron a vivir allí, a sus pisos y chalets pensados para el verano. Consecuencia: el Talgo que acababa en Lorca alargó su recorrido hasta Águilas. Y lo que era una ciudad con una población típicamente estacional (es decir, con mucha gente en verano y poca gente en invierno), se convirtió en una ciudad bulliciosa y muy activa durante todo el año. Y claro: más gente igual a más transporte, ya sea por carretera o por ferrocarril. Mirando por la red encuentro esta “simpática noticia”: “Águilas recibe con regalos a la pasajera número mil del Talgo”. La noticia es, lógicamente, del año 2012. Es decir, sólo un año después del terremoto. El Talgo luego fue sustituido por un “Intercity”, que daba servicio durante todo el año. Pero eso ya pasó. Y ahora ya no tenemos trenes ni de larga distancia ni de media distancia, sólo “Cercanías”, y no te quejes, que puede ser mucho peor.
Hay que decir que esta último tramo de mi viaje, el que va de Lorca a Águilas, es magnífico, porque atravesamos una serie de sierras que nos obligan a muchos túneles, y de repente, vemos el mar a lo lejos, allá abajo, y tenemos que descender cuidadosamente por la ladera. Pero si rebuscamos en la historia el origen del ferrocarril, descubrimos que no se pensó para unir Águilas con Murcia, sino para sacar al mar el mineral del interior. Era un tren colonial, colonial en el sentido que tenía una circulación típicamente colonial (es decir, conectar el interior con la costa sin otra conexión con otros ferrocarriles para crear una red nacional), y colonial, porque fue construido por una compañía inglesa, de pomposo nombre (The Great Southen of Spain Railway Company Ltd), tal y como los ingleses construían sus ferrocarriles en Asia o en África. Es decir, con ambición y una tecnología muy avanzada. Con grandes puentes metálicos y un fantástico embarcadero para cargar directamente el mineral a los barcos. El embarcadero aún está, y es realmente impresionante, una larga y esbelta estructura metálica que se hunde en el mar. La línea venía desde Baza, en Granada, y a la altura de Almendricos tenía un desvío hasta Lorca.
Con el tiempo esta línea se integró en la red de transporte que después de la Guerra Civil daría lugar a Renfe. De Baza se prolongó hasta Guadix, donde enlazaba con todos los ferrocarriles andaluces y de Lorca se alargó hasta Murcia y conectó con el tren al Mediterráneo y a Madrid por Albacete. Pero eso ya es otra historia. Y para contar esa historia tendríamos que contar qué pasó con el ferrocarril andaluz, y cómo todo el tráfico se concentró en un punto, el desfiladero de Despeñaperros, una vez se cerró la salida hacia Murcia que proporcionaba la línea Guadix-Baza-Lorca. Es una historia muy larga y la dejaremos para otra ocasión. Pero mira tú, lo que son las cosas, ahora que ya no hay minerales que transportar, ahora que Almendricos es una estación perdida sin casi utilidad, aún se puede ir en tren a las playas de Águilas. Y las playas de Águilas son unas playas estupendas. Muy poco conocidas y muy poco urbanizadas. No voy a decir “vírgenes” porque en todo el Mediterráneo español no creo que quede realmente una playa virgen, pero casi. Y ese “casi” hace que uno se pueda tumbar en la arena y mirar a su alrededor y estar prácticamente solo, sin grupos de bañistas ruidosos o cotillas, y no ver ningún edificio de apartamentos en los alrededores, sólo naturaleza salvaje, vamos, todo un lujo. Y no, esto no es casualidad, porque estas costas también tuvieron sus megaproyectos urbanísticos, sus campos de golf, sus hileras de adosados, sus rascacielos, pero por suerte todo eso quedó sobre el papel. El cabo de Gata, muy cerca de aquí, nos recuerda que aún quedan trocitos de costa que hay que visitar. No sea que vuelva el delirio destructor y especulativo del ser humano vuelva algún día.