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España, Italia y la desigualdad regional en Europa

 

Los desequilibrios existentes en la Unión Europea son patentes y son los que están en buena medida detrás de la crisis que aún colea. Las tres o cuatro décadas de programas de cohesión no han tenido el éxito esperado en términos de reducción de diferencias socioeconómicas. Ni en los grandes números ni en los pequeños. En cuanto a los segundos, hay diferencias importantísimas en cifras de pobreza entre unos países y otros: en Bélgica, un 14,9% de la población está en riesgo de pobreza, mientras que en Bulgaria este porcentaje sube al 22%, cifra parecida a la de España, mientras que en Italia no llega al 20% y en Francia se limita al 13,3%, que aún se encuentra un punto por encima de Finlandia, según los últimos datos recogidos por Eurostat.

 

Las diferencias regionales dentro de los propios Estados son aún mayores. Cómo van a converger los miembros de la Unión Europea si los países no son capaces de converger consigo mismos. Pongamos dos ejemplos: España e Italia.

 

España cerró 2015 con un 22,1% de la población en riesgo de pobreza. Pero esa media esconden realidades muy diversas. Navarra y País Vasco, con un 9,6% y un 10,9%, respectivamente, son las autonomías en que este porcentaje es más bajo. Son cifras que incluso mejoran aquéllas de las que disfrutan los países nórdicos. Les sigue Cataluña, con un 13,9%. Pero en Andalucía el porcentaje de la población en riesgo de pobreza sube hasta el 35,7%. En Murcia, hasta el 31,8%. En Ceuta se coloca en el 31%, en Extremadura, en el 29%, en Castilla-La Mancha y Canarias, en el 28,5%, y en Melilla, en el 25,8%.

 

En Italia, las diferencias son igualmente importantes: frente a una media para 2014 del 19,4% para todo el país, nos encontramos con que la Provincia Autónoma de Bolzano, en el norte del país, apenas tiene un 5,4% de su población en riesgo de pobreza. En el Valle de Aosta, se coloca en el 8,4%. Tampoco en Lombardía la porción de la población en riesgo de pobreza llega al 10%. En la Provincia Autónoma de Trento se encuentra justo en ese 10%, mientras que en la Emilia Romagna apenas lo supera por una décima. En la Toscana, un 11,6% de la población está en riesgo de pobreza. Pero en Campania, cuya capital es Nápoles, sube hasta el 38,1%, y en Sicilia, hasta el 40,1%. En otras regiones del sur de Italia, Apulia y Basilicata, rebasa el 25%.

 

Parece que en cada país conviven la Europa más próspera y la más pobre. O quizás sólo en los del sur del continente. Porque en Noruega, por ejemplo, no hay tantas diferencias regionales: la media del país en riesgo de pobreza está en el 11,9%. En su región con menor tasa de pobreza ésta asciende al 10,4%, mientras que en la región más desfavorecida sólo sube hasta el 13,6%.

 

La tasa de pobreza está correlacionada con la tasa de paro y el desempleo incide con diferente intensidad según las regiones de las que hablemos. En España, País Vasco y Navarra son las comunidades autónomas con menores tasas de paro (14,8% y 13,8%, respectivamente, a cierre de 2015). Andalucía, con un 31,5%, más que duplica las cifras de las mejores autonomías. Aunque la Ciudad Autónoma de Melilla siguió sufriendo la mayor tasa de paro, con un 34%.

 

En Italia, frente a tasas de paro del 3,8% en Bolzano, del 6,8% en Trento, del 7,1% del Véneto, del 7,9% en Lombardía o del 9,2% en Liguria, por ejemplo, encontramos cifras cercanas al 20% en Campania o Apulia y por encima de ese nivel en Calabria o Sicilia.

 

Esas diferencias regionales dentro de los países que hemos visto en cuanto a la población en riesgo de pobreza y al nivel de desempleo llegan incluso a la escuela, a la educación, lo que redunda en un empeoramiento o una cronificación de las diferencias socioeconómicas a futuro. El abandono escolar temprano en el noreste de Italia representa apenas un 10,1%, frente al 17% de las regiones del sur y el 24% de las islas.

 

En España, en las regiones del noreste, el 13,8% de los jóvenes de entre 18 y 24 años fueron víctimas del abandono escolar temprano, frente al 24,8% de las comunidades autónomas del sur. 

 

¿Qué hay detrás de estas diferencias?, ¿son políticas sociales distintas?, ¿son estructuras productivas con más o menos éxito?, ¿son diferentes pirámides de población? Sea lo que sea, hay que evitar que Europa continúe siendo un mercado único con sociedades a dos o tres velocidades, con poblaciones con muy diferentes niveles de vida, de actividad y de educación. Los fallos en la cohesión social puede seguir derivando en una ruptura de la unión política e incluso de la económica, aunque esta última sea la más difícil de romper. 

 

 

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