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España no es fácil de pintar

 

 

 

 

 

Goya consiguió plasmar en su última etapa los mundos internos de quien, dueño de una sublime lucidez, logró revelar las grietas de una sociedad basada en el inmovilismo de las costumbres, en la férrea represión religiosa y en los males de una política cuya continuidad se extiende hasta nuestros días. Es precisamente esto último, la extrapolación de los males del pasado a los del presente siglo, una de las características más interesantes de Lucientes (¿sois almas en pena o sois hijos de puta?), obra que se representa durante este mes de noviembre en el Teatro del Arte y que, bajo la dirección de Rakel Camacho, nos ofrece un verdadero esperpento contemporáneo a través Los Caprichos del pintor aragonés. La estructura de esta pieza se subordina, en consecuencia, a cada una de las obras seleccionadas de esta colección en la que se inspira, provocando un efecto de fragmentación que quizás confunda al espectador por la ausencia de una continuidad en el transcurso de los actos. Y es que no se trata de una obra que aspire a dramatizar la vida de Goya desde una lectura superficial de su biografía y de su época; su fin radica en el estimular al espectador, en conceder importancia al arte escénico desde una perspectiva que despierta nuestros sentidos mediante el baile, la música en directo de Marcel Mihok, las imágenes y, por supuesto, la trabajada interpretación de los actores (Jorge Kent, Teresa Vallejo, Rebeca Matellán, Lorena Benito, Antonio Sansano y Alda Lozano).

 

 

 

 

 

El bloqueo inicial que uno experimenta debido a la complejidad que sugiere la representación al principio, es resuelto enseguida. Mediante una mezcla de humor y tragedia, las satíricas alusiones al pasado y al presente  y la atrevida forma en la que se nos presenta la obra, esta resulta una propuesta dramática que logra convencer a quienes se sientan frente a ella. Es así como se nos ofrecen momentos tan divertidos como el diálogo acerca de la bipolaridad de España, en el que se recorre la historia del bipartidismo de nuestro país, estableciendo uno de los muchos paralelismos entre el siglo XIX y el XXI que encontraremos a lo largo de la representación. No podrían faltar las críticas a la Inquisición ni a la idiosincrasia española, que Goya tan  bien había reflejado en sus grabados, así como la presencia de “la rabia colectiva” que, a través de un cómico rap y al grito de “porque no nos representan”, nos recuerda a los movimientos sociales de protesta que tuvieron lugar en nuestro país en los últimos años.

 

De manera análoga a lo que un día dijo Goya acerca de los aragoneses, la reflexión que suscitan sus obras más críticas con nuestro país y el resultado de ellas en Lucientes (¿sois almas en pena o sois hijos de puta?), es que el mayor enemigo de los españoles somos los españoles, quienes, aferrados al inmovilismo de algunos aspectos de nuestra cultura y costumbres sociales y políticas, hemos cambiado menos de lo que nos gustaría. Quizás, después de tanto tiempo posando frente al lienzo, España ya no sea un país difícil de pintar. Abiertos a la autocrítica y a la memoria de una historia que no se nos debe antojar tan lejana, gracias a manifestaciones artísticas como esta, quizás lleguemos por fin a creernos protagonistas y no espectadores de un esperpento que encarnamos todos (incluso los que lo criticamos para sentirnos ajenos a él). Pero siempre hay alguien que sí se ve retratado en Los Caprichos de Goya; siempre hay alguien que, saliendo un jueves noche de noviembre del Teatro del Arte, siente que se ha visto en escena. Se trata de esos individuos que se preguntan eso de que si España no es un país fácil de pintar (de representar con maestría), cuán difícil será la tarea de aquellos que dicen querer cambiarlo. 

 

 

 


 

 

Lucientes (¿sois almas en pena o sois hijos de puta?) se representa todos los jueves y viernes de noviembre a las 19:30h en el Teatro del Arte (Calle San Cosme y San Damián, 3; Madrid).

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